28 de febrero de 1525. Martes de Carnaval. Taxaha, selva de Campeche. De la rama de una Ceiba, árbol sagrado de los mayas, cuelga el cuerpo de Cuauhtémoc, el último emperador mexica, quien viajaba como rehén en la expedición de Cortés a las Hibueras. La sospecha de una conspiración llevó a Don Hernando a tomar la decisión y ordenar la ejecución sumaria. Pienso que Cuauhtémoc se debió dar muerte a sí mismo cuatro años antes, cuando fue capturado en una barca en el Lago de Texcoco o acaso Cortés le debió tomar la palabra cuando el derrotado emperador le pidió “toma ese puñal y mátame con él”. Después del 13 de agosto de 1521 lo que siguió para Cuauhtémoc fue tormento, cautiverio y humillación. Estas fueron, según las crónicas, sus últimas palabras dirigidas a Cortés: "O capitán Malinche, días ha que yo tenía entendido, é había conocido tus falsas palabras: que esta muerte me habías de dar, pues yo no me la dí, cuando te entregaste en mi ciudad de Méjico; ¿por qué me matas sin justicia?”
Thursday, February 28, 2013
Wednesday, February 27, 2013
Esta Boca es mía
Este par de libros tienen historia. Uno de ellos, comprado usado en Parque Rivadavia en Caballito, tiene entre sus páginas (serendipia literaria pura) una tarjeta navideña de 1954 firmada de puño y letra por el mismísimo Alberto Jacinto Armando (el Estadio la Bombonera de Boca, se llama en realidad estadio Alberto J. Armando) directivo histórico del Xeneize. El otro (Boquita de mi colega Caparros) lo compré en una librería de Palermo. Esa noche, Carolina y yo cenamos en el restaurante Pepito (calle Montevideo casi esquina con Corrientes) y a un par de mesas de nosotros estaba cenando el mismísimo César Luis Menotti. No soy de pedir autógrafos, pero no todas las noches se encuentra uno cenando junto a un Doctor en Filosofía y Metafísica Futbolera, así que le pedí al Flaco que me firmara el libro recién comprado. Así las cosas, algún cariño profeso por este par de librajos boquenses.
Por felina solidaridad, mi equipo en Argentina es Tigre (los Matadores de Victoria) a quienes hemos ido a ver a su humilde estadio. No me gustan los equipos fashion (Real Madrid, Barcelona etc). Para que me entiendan, en España le voy al Bilbao y en Inglaterra a West Ham United (solidaridad maideniana con Steve Harris) Sin embargo, de la gran cofradía de equipos grandes en el mundo, hay uno solo por el que tengo una histórica debilidad: Boca Juniors
Monday, February 25, 2013
UGO PALAVICINO
Caprichos de la memoria, círculos de esa narrativa construida por la aleatoriedad. De Ugo Palavicino tengo demasiado claro el primer día que lo vi en mi vida y también el último. El primero, fue en marzo de 2010, en un improvisado estudio en Plaza Las Palmas donde me tocó encabezar un efímero proyecto de televisión. Fue Andrés Chavarín quien me recomendó que le hiciera una entrevista a un sui generis teatrero de antaño que recorría caminos y veredas de Baja California con su casa de la cultura ambulante. Descubrí, en efecto, a un Personaje de otro tiempo en todo el sentido de la palabra, cuyo rostro evocaba al cura Hidalgo y cuya mirada revelaba un alma profunda. El último, fue el 4 de diciembre de 2012. Aquel día me invitó a charlar con los integrantes de un taller que coordinaba en la colonia Camino Verde y cuyo objetivo final era crear un periódico comunitario. Fue una noche helada, con esas oscuridades de diciembre que patean el alma desde las cinco de la tarde. En el centro comunitario de Camino Verde no había luz. La charla fue a oscuras, con una débil bombilla de baterías haciendo un juego de sombras en la tiniebla. Una escena típica de la vida de Palavicino, al que ni los 50 grados del desierto mexicalense, ni los lodos tras las lluvias en cañadas de Tijuana detuvieron nunca en su afán de de compartir el teatro, la poesía y la música con aquellos a los que el sistema nunca les ha compartido más que su desprecio. Fue durante los años en Sedesol con Carlos Torres cuando ver a Ugo trabajar se volvió parte de mi vida cotidiana. Cuando decimos que se fue a vivir a Camino Verde no es en sentido figurado. Ugo se transformó en un habitante más de esa comunidad, históricamente sumida en el pantano de la violencia y la miseria. De pronto, en la colonia donde sólo se hablaba de inundaciones, atracos y drogas, había funciones de teatro por las tardes, clases de pintura y música y empezaba a haber, sobre todo, autoestima y ganas de enamorarse un poco de la vida, pues Ugo hacía poesía del polvo. Y con esa poesía hecha de polvo, supo llevar consuelo y esparcimiento a los damnificados del terremoto mexicalense y con ese teatro de la arena llevó la cultura a donde faltan siglos para que llegue al pavimento. He visto tanta mierda, tanto impostor pretencioso y tanta basura humana en el mundo de la cultura, que encontrar alguien como Ugo, que hizo de la cultura un apostolado, es diamante en carbón.
Aquella noche de diciembre regresamos juntos de Camino Verde en su carro. Él iba rumbo a Playas. Me despedí de él en el puente del cruce entre el libramiento y la carretera libre a Rosarito donde tomé el taxi. Le dije que ese periódico comunitario de Camino Verde podría hacer historia y que me encantaba la idea de poder aportar algo. Como en tantas despedidas hubo el “nos hablamos pronto, nos ponemos de acuerdo, seguimos adelante” y la vida se vino encima con su avalancha y sus naufragios y un alma noble se transformó en polvo de noche, nostalgia en penumbra, semilla sembrada en los corazones de esos miles de niños de las calles de tierra cuya primera obra de teatro o su primer poema llegó a sus vidas por el esfuerzo del hombre que hoy nos ha dejado.