Eterno Retorno

Friday, November 27, 2009




Abstemio de Dios. Deicida confeso

I

Tú no eres un ateo. Eres un abstemio de Dios. Estas palabras me las dijo Gerardo Ortega y confieso que me encantaron. Nadie había podido hacer una mejor definición de mis (no) creencias. Soy, en efecto, un abstemio de Dios, alguien que con sufrimiento se mantiene al margen del vicio de creer. Dios me falta como la bebida al alcohólico.

Mi ateísmo es ontológico, no científico. No soy ateo porque crea únicamente en aquello que veo y es científicamente demostrable. Al contrario; soy ateo porque creo que hay algo mucho más profundo, mucho más complejo, mucho más inexplicable y fantástico como para reducirlo en la cómoda jaulita de un dios-juez. Un dios demasiado humano, hecho a la medida de nuestras necesidades. Por la humildad de saberme nada, brizna de polvo en el caos de un universo inabarcable, es que no puedo reducir las cosas a algo tan simple.

A veces me gustaría experimentar el ateísmo científico de Luís. Su expresión “aunicórnico”, es de antología. Advierto que pienso plagiarla. Se da por hecho que los unicornios no existen y por tanto es una perogrullada proclamar tu no creencia en ellos. El problema es que yo puedo aplicar la fórmula aunicórnica a Dios.

En el fondo, yo soy un ateo que piensa demasiado en Dios, un deicida que carga a cuestas el cadáver de su víctima. Y sí, debo aceptar que el cadáver de Dios es un peso en mi espalda (¿sería muy cursi decir mi alma?)

En teoría sólo creo en la nada, en el caos, en el vacío abismal y sin embargo siempre pienso en Dios, en su omnipresente cuerpo putrefacto. Pienso en Dios para odiarlo y pensar que me odia, pero pienso en él. En el fondo, dedico mucho de mi tiempo a eso que llaman oración. No puedo jurar que moriré en el ateísmo, aunque considero muy difícil que vuelva a pertenecer a una religión. Pero el deicidio es también un acto de fe, mi único acto de fe. El deicidio es un sacramento. Me formé en un hogar católico y un día dije no a Dios y lo saqué a patadas de mi mente. Mi razón decidió sepultarlo. Primero blasfemé contra su iglesia pero a los 16 años decidí que aunque su representación humana fuera perfecta, la hipótesis de su existencia es inútil.

Necesitaría pasar algo muy duro en mi vida para que volviera a profesar un credo, algo que sacudiera mis estructuras, un auténtico terremoto espiritual. No digo que de esta agua no beberé. Mi reconversión sería la prueba de que el poder de Dios es infinito. La supervivencia de mi eterno deicidio la prueba de su inexistencia.

El mío es un ateísmo profundamente místico. Dios, su cadáver, la terrible mentira de su concepto o su sombra al acecho, ocupan constantemente mis pensamientos. Soy un ateo con estructura mental de creyente, un deicida que cada noche intenta hablar con el dios que ha matado.





En mayo de 2002 Carolina y yo viajamos a Cuba. No encontramos el paraíso socialista de justicia e igualdad social que presumen los Castro Ruz, pero tampoco el siniestro infierno maligno que dibujan en Miami. Buceamos clandestinamente, bailamos salsa (única vez en mi vida) bebimos mojitos, fuimos al Museo de la Revolución, bajamos a unas cavernas en Matanzas, nos asoleamos de lo lindo en Varadero, hicimos unos “desinteresados” amigos de Ciego de Ávila y ya está. Es poco probable que algún día volvamos. Todos los viajes ilustran y dejan algo en herencia (hasta en Mexicali, y eso es mucho decir, sacas algo de provecho), sin embargo, si tuviéramos que hacer un top de paseos, Cuba ocuparía los últimos sitios. Hay lugares donde te sientes en tu elemento, donde eres pez en el agua y te enamoras. Argentina es uno de ellos. Tanto nos gustó, que tres veces hemos ido a parar allá. Chile igual nos encantó. Hay en cambio sitios donde no te estás, donde simplemente te sientes incómodo. Cuba es el mejor ejemplo.

Cuba siempre será un tema incómodo sobre el que tengo muchas reservas. Tan mal me caen los “izquierdistas” de master card que van a vivir su paraíso socialista cazando jineteras y pagando mojitos de 20 dólares en La Habana, como mal me caen los exiliados de Miami marca Univisión y Nuevo Herald, que llevan 60 años despotricando contra Fidel Castro Ruz.

Una desafortunadísima “corrección” me ha hecho quedar muy mal. Alguien sin duda pensó que al escribir Ruz había cometido un error de dedo y que el apellido correcto es Ruiz. Es una letrita, pero basta para devastarme, pues así se ha publicado en la edición impresa de El Informador y he quedado muy mal. En fin, parte de este oficio.

En cualquier caso, aunque siempre preferiré el cara a cara a lo telefónico, la entrevista que le hice a Juanita Castro Ruz fue provechosa. Con ustedes, la más incómoda de las hermanas.


Por Daniel Salinas Basave

Ella es la auténtica hermana incómoda, la mujer que desafío a la Revolución Cubana y le echó en cara sus injusticias, aunque con ello enfrentara a su propia familia. Ella ha sido atacada y denostada por los revolucionarios y también por los exiliados, que no le perdonan llevar el apellido del dictador. Ella es Juana de la Caridad Castro Ruz y estas son sus confesiones.
La hermana rebelde de Fidel y Raúl Castro, habló vía telefónica desde Miami con El Informador y explicó las motivaciones que la llevaron a escribir un libro que está levantando polémica en el mundo entero y ha generado toda clase de reacciones.

“Fidel y Raúl, mis hermanos”, es el nombre del libro de Juanita Castro, una obra confesional en donde ésta mujer admite haber contactado con la CIA
en 1964 y haberse apoyado en agentes estadounidenses para salvar a disidentes cubanos del paredón.

La obra de Juanita es sin duda el trabajo biográfico más íntimo que se ha elaborado sobre Fidel y Raúl Castro, pues si bien a estos hermanos, sobre todo al primero lo que les sobran son biógrafos, nunca nadie los había retratado puertas adentro, en su vida familiar.

Juanita Castro narra anécdotas sobre la infancia de sus hermanos y ofrece también retratos descarnados de algunos personajes míticos de la Revolución Cubana, como Ernesto “Che” Guevara a quien se refiere como una máquina de “eliminar gente”, aunque reivindica el legado de Camilo Cienfuegos.

Al final del libro, Juanita Castro se dirige a Raúl y de hermana a hermano, le pide que reflexione sobre su papel histórico y lo exhorta a conducir al pueblo cubano hacia la democracia.


¿Por qué escribir este libro justo ahora? ¿Por qué guardar silencio tantos años? En 1999 usted dictó sus memorias a María Antonieta Collins, pero decidió no publicarlas. ¿Qué la hizo callar tanto tiempo?

Y yo le respondo ¿Y por qué no ahora? Ahora me parece que es el momento adecuado La memoria me ha ayudado para narrar un periodo largo de mi vida. Tengo la memoria muy fresca todavía. A lo mejor si las hubiera hecho antes me hubieran dicho que esto no sirve, es algo oportunista y si las hago ya después hubieran dicho esta señora ya está muy mayor, muy anciana, ya no sabe lo que dice. Yo creo que este es el momento adecuado. Lo logré con la ayuda de María Antonieta Collins, periodista colega suya mexicana, que me ha ayudado mucho, que ha trabajado muy de cerca conmigo y yo creo que este es el momento ideal.

¿Qué reacciones ha tenido su libro ahora que ha salido a la venta?


Pues de todo tipo aunque la mayoría por fortuna han sido reacciones buenas. Por supuesto en Cuba me critican y algunos enemigos naturales que hay por el mundo me han atacado, pero es una gran mayoría la que se me ha acercado para respaldarme, para darme ánimos. El libro gracias a Dios ha sido un éxito, ha sido un best seller de ventas y yo estoy muy satisfecha.


Doy por hecho, y corríjame si estoy equivocado, que en Cuba no se puede leer este libro.

Pero la gente siempre se las arregla en Cuba para conseguirlo. Claro que no lo pueden comprar como en un país libre y no pueden ir como usted en México a comprarlo a la librería, pero ellos se las arreglan. Con trabajo, pero la gente lo está recibiendo, lo está pidiendo, s eles está enviando. La gente está al tanto de las noticias, de los periódicos, por Internet y sí, lo están leyendo.


¿O sea que este libro es clandestino en Cuba y está entrando de contrabando?

Exactamente, así está siendo, desgraciadamente así es como está entrando, de contrabando. Me da mucha tristeza que la gente no pueda ir y comprar este libro lo que haría cualquier persona en un país libre.


¿Sus hermanos ya leyeron el libro?


Sí y ya respondieron a través de un folletín que ellos sacan a través del Ministerio de Cultura de Cuba. Ellos ya me respondieron. Yo en mi libro me preocupo por el equilibrio, por la objetividad, yo no los ataco. Yo lo único que hago es invitarlos a recapacitar, a darse cuenta que el mundo no es el mismo, que el pueblo de Cuba clama por un cambio, por entrar a la verdadera democracia. La intención de mi libro no es atacarlos, ni invitar a la guerra o a la insurrección, sino invitarlos a reflexionar, a cambiar, a ayudar a Cuba a entrar a la democracia. Eso es lo que quiere el pueblo cubano. Ya se han recorrido muchos caminos en esta lucha, hay que entrar al cambio con dignidad.

Usted al final del libro se dirige personalmente a Raúl y le pide reflexionar y encabezar la transición a la democracia. ¿Usted se dirige a Raúl porque él es oficialmente el presidente de Cuba o por el hecho de que según leí, él fue el hermano con quien tenía usted una relación más cercana?


Me dirijo a Raúl porque él es el presidente en funciones y él quien puede n ests momento encabezar un cambio en beneficio del pueblo cubano. Yo le digo en el libro que con los años todos tenemos que madurar. Ellos se han obstinado en seguir el mismo camino por 60 años y yo le pido que reflexione, que ya es tiempo de que el pueblo cubano pueda elegir a sus gobernantes, avanzar a una era de respeto a los derechos humanos.

¿Usted tiene alguna esperanza de poder volver a ver algún día a sus hermanos o cree que eso no pasará ya nunca? ¿Usted volvería vivir en Cuba?

No se en el caso mío qué pasará, pero lo que me preocupa es lo que pase con el pueblo cubano. Hasta ahora yo jamás me he planteado regresar a Cuba y menos con la situación que se vive en este momento. No es algo que yo esté pensando.

Leo en el libro que el Che Guevara no le cae nada bien ¿Qué siente de verlo convertido en el símbolo e imagen de la Revolución Cubana?


El verdadero Ernesto Che Guevara no tiene nada que ver con esa famosa fotografía que todo mundo trae. El verdadero Che Guevara era alguien que admiraba a Stalin y a Mao Tse Tung, alguien que había fracasado en su país, que buscaba la guerra, el conflicto, alguien que no era cubano y le hizo mucho daño a la Revolución Cubana. Él era una persona que gustaba de la violencia, de las ejecuciones. Él era una máquina de eliminar gente.


En cambio, leo que Camilo Cienfuegos le caía muy bien ¿Sería distinta Cuba si no se hubiera dado esa extraña desaparición? ¿Qué piensa de los rumores en el sentido de que Fidel lo mandó desaparecer?

Camilo era todo lo contrario al Che. Era un caballero, un cubano alegre, atento, un hombre valiente que tenía sus ideales muy firmes. Son mentiras todas esas cosas que dicen de que Fidel lo mandó desaparecer. Eso no es cierto. Él tuvo un accidente aéreo cuando era aún muy joven
¿Qué tanto influyó Celia Sánchez sobre Fidel Castro?
Celia era absolutamente fiel a Fidel. Celia era leal a Fidel y hacía lo que él le decía. Ella era un personaje en la sombra de una lealtad absoluta hacia Fidel.

¿Tiene usted esperanzas en que haya una transición democrática en Cuba?

Sí, esa es mi esperanza y ese es mi llamado en este libro. Recuperar los verdaderos ideales de la Revolución, los ideales en los que yo alguna vez creí y que se desviaron. Esos ideales de alcanzar la justicia social, la libertad y la democracia en Cuba, siguen siendo mis ideales.

Thursday, November 26, 2009




LOS MITOS DEL BICENTENARIO



Cuando Baja California se enteró de la Independencia


Por Daniel Salinas Basave


Nadie pone en duda que Miguel Hidalgo gritó muy fuerte la mañana del 16 de septiembre de 1810. Tan contundente fue su mítico y tergiversado grito, que 199 años después sigue haciendo eco en todas las plazas públicas de México en medio de un ambiente de fiesta y jolgorio popular. Sin embargo, las cuerdas vocales del cura Hidalgo no resultaron ser tan potentes como para hacerse escuchar en los confines del Virreinato de la Nueva España, acá en las lejanísimas Californias, donde al menos durante 1810, ni siquiera se enteraron de la existencia de un movimiento libertador. Mientras los “joséalfredianos” caminos de Guanajuato se teñían de sangre y “el Pípila” prendía fuego a la puerta de la Alhóndiga de Granaditas , en este lejanísimo y despoblado rincón del reino vivíamos en calma chicha, ajenos al fervor libertario y al terror realista que infestaba los pueblos del Bajío. Aunque jurisdiccionalmente esta región también formaba parte de la Nueva España, el movimiento de Hidalgo y Allende fue tan lejano y ajeno como hoy podría ser la guerra civil en República Democrática del Congo. Cuestión de imaginar las telecomunicaciones de la época y lo abismales e infranqueables que resultaban esos 3 mil kilómetros que nos separan de la capital. Si por una suerte de jugarreta humorística del eterno retorno a un cura visionario se le ocurre sublevarse contra el gobierno en 2010, sin duda tendremos cobertura en vivo y enlaces permanentes por internet. Vaya, en 2010 la Alhóndiga de Granaditas se hubiera convertido en un “reallity show”, un circo mediático interactivo como fue la Guerra de Irak. Pero hace dos siglos, los habitantes de las Californias aún gozaban de la calma para sentarse a contemplar bellos atardeceres en el Pacífico sin enterarse si a alguien se le había ocurrido proclamar la independencia de este virreinato. La historia oficial de libro de texto ignora olímpicamente las repercusiones de la Independencia en los confines del virreinato. Sin novedad en el frente, diría el parte de guerra, simplemente un aburrido “nada”, como anotó Luis XVI en su diario íntimo el 14 de julio de 1789. Cierto, los insurgentes tuvieron plena conciencia de la importancia de la difusión mediática de su movimiento y por ello fundaron el primer periódico libertario, “El Despertador Americano”, nacido en Guadalajara en 1810. El problema es que al parecer su departamento de circulación tuvo algunos problemas para poder colocar ejemplares en la Baja California. Por fortuna, hay historiadores que se han dado a la labor de investigar de qué manera repercutió el movimiento en las Californias y agradezco muchísimo que mi buen amigo Patricio Bayardo Gómez me haya hecho llegar dos valiosos textos:” El movimiento de Independencia en la lejana Baja California” de David Piñera Ramírez y “Repercusiones de la Guerra de Independencia en Baja California”, de Jorge Martínez Zepeda, editados ambos por el Instituto de Cultura de Baja California. Obras oportunísimas y esclarecedoras que inscriben a la región dentro de la geopolítica insurgente. Si bien la ruta de la Independencia estuvo lejos de pasar por Baja California, es mentira que no haya habido eco alguno por estos rumbos. Hubo sí, una historia de lo que pudo haber sido. Nos narra Piñera que estando en Guadalajara en diciembre de 1810, Hidalgo otorgó José María González Hermosillo la ardua y nada envidiable encomienda de extender la rebelión en el vasto noroeste del país. Obediente soldado, González Hermosillo fue reclutando gente en Tepic y Magdalena, hasta que en Rosario, Sinaloa le salieron al paso las fuerzas virreinales a quienes presentó batalla y derrotó. La fortuna lo abandonó en Santiago Piaxtla, cerca de Mazatlán, donde fue derrotado por el intendente Alejo García Conde, quien lo obligó a retroceder. ¿Habría cambiado la historia local de haber seguido su ruta González Hermosillo? Lo cierto es que de acuerdo a Piñera, no todo fue calma e indiferencia en Baja California, pues cuando los misioneros de la región por fin se enteraron del movimiento insurgente, no faltó quien ofreciera lanzas a las autoridades “para defensa de la religión y la patria”. Interesantísima me parece la investigación de Piñera en torno a los piratas insurgentes, bergantines de corsarios ingleses y franceses que sembraron el terror en las costas del Pacífico. En el pasado número del Informador, hablábamos en este espacio de la influencia de escoceses y yorkinos en el recién nacido México, pero omitimos referirnos a las auténticas “logias flotantes”, de las que habla Piñera, corsarios masones encabezados por el inglés Peter Corney y el francés Hipólito Bouchard, que en nombre de la independencia llegaron a la Alta California en 1818 donde cometieron saqueos. Vaya, hasta el mítico Lord Cochrane, singular prócer de la independencia chilena, envío hasta costas bajacalifornianas la fragatas Independencia y el bergantín Araucano, tripulados por chilenos y británicos que sembraron el terror en San José del Cabo y Todos los Santos en 1822, todo porque supuestamente, Baja California se negaba a jurar la Independencia, lo que finalmente ocurrió, por cierto bajo presión. Jorge Martínez Zepeda se da a la tarea de bucear en archivos documentales para reflejar la forma en que las noticias de la insurgencia repercutieron en la vida californiana. Entre otros interesantes hallazgos, Martínez Zepeda da con un parte de Francisco María de Ruiz, comandante del presidio de San Diego, quien daba noticia sobre la presencia de un extraño buque detrás de las Islas Coronado. Martínez Zepeda contradice las versiones en torno al retraso con que las noticias del centro llegaban a Baja California, pues descubrió en la correspondencia del gobernador de la Baja California José Argüello, que el 20 de noviembre de 1821 ya tenía noticia de las juras de Independencia y habla de la inicial oposición de los misioneros a jurar la separación de España. La comandancia de la Frontera de Baja California, ubicada en la misión de San Vicente del Ferrer, fue el escenario en el que el jefe militar José Manuel Ruíz encabezó el acto oficial de jura de Independencia el 16 de mayo de 1822, un día para la historia en la región. El espacio se acaba y hay tanto por narrar, que lo único que esta columna puede hacer es recomendar la lectura de las investigaciones de David Piñera Ramírez y Jorge Martínez Zepeda, pues al leerlos queda claro que en cuestión de insurgencia, hubo mucho más que un “sin novedad en el frente” en Baja California.

Wednesday, November 25, 2009


Una humilde contribución en homenaje a esta tierra adoptiva a la que, contra viento y marea, he aprendido a amar tal como es.

Arena; polvo madre de una ciudad de esfuerzos nacida en el desierto.
Acero; temple en el corazón de eternos migrantes que engrandecen nuestra entidad.
Piedra; espíritu de La Rumorosa, firmeza del brazo poderoso.
Agua; vestigio del Océano Pacífico, guardián infinito, puerta a la inmensidad del mundo.


Dos torres, dos culturas, dos civilizaciones, hermanadas por sus diferencias, unidas en un destino. En medio, Tijuana, la ciudad de las oportunidades y el progreso, del trabajo y el esfuerzo recompensado, la tierra donde tantos destinos seguirán conociendo la grandeza.


¿Mi destino va unido al de esta madre adoptiva?



La ciudad se ha derretido en mi cabeza.

Mi cabeza va desparramando ideas; prófugas ideas como revoloteantes demonios desangrándose a mi alrededor. Ideas, alucinajes, locuras y la certeza de haber llegado a una suerte de Aleph que se desmorona. Historias que de repente se me ha ocurrido escribir y nunca escribo. Historias que se niegan a transformarse en tinta.


Irremediablemente, llega un momento de la vida en que las conversaciones con los amigos más entrañables se transforman en giros repetitivos sobre lugares comunes. Sabemos de antemano lo que escucharemos y acaso descartamos por completo la posibilidad de una sorpresa, pero aún así, esas conversaciones son embriagantes. Redundar es bello.


Dejar atrás es una añeja fantasía adolescente. Quiero irme del país y despertarme mañana en otro lado, canta Todos tus Muertos en Tango Traidor. La vida está en otra parte, diría Kundera. La vida siempre está allende la mar, allá muy lejos, al otro lado de todo. El gusanito viajero es omnipresente; es un duendecillo terco y molestón que jamás me ha dejado en paz. Sin embargo, al llegar a la edad adulta me quedó claro que de viajar a emigrar hay un gran trecho. Vas y viajas; vine, ví y regresé. De pronto, caes en la cuenta que hay un lugar en el mundo en donde estás a gusto. Se llama hogar.

El problema es cuando lo de irte del país deja de ser una alucine adolescente y se transforma en un asunto de supervivencia. Aún no es ni ha sido nuestro caso, por fortuna, pero no soy en absoluto optimista respecto a mi sangrante país. Sí, puedes trabajar cada día por hacer de tu hogar el paraíso en la Tierra, pero si el entorno que lo rodea se vuelve infernal, entonces tendrás que dejarlo. Las especies emigran cuando su habitad se ha vuelto inhóspito, cuando su ecosistema se agota y se pudre. He escuchado demasiado la perorata comparativa de que si sobrevivimos al 76, al 82 y al error de diciembre del 94, entonces saldremos de esta. Que el mexicano es creativo, que siempre se las arregla, que su picardía e ingenio lo sacan adelante. El mexicano como una cucaracha resistente a los más poderosos insecticidas; el mexicano en una eterna prueba de resistencia; el mexicano cargando piedras en una carrera de obstáculos. Qué abnegado y heroico es ser mexicano. Sí, cada quien habla como le ha ido en la feria y a mí, hasta ahora, me ha ido bien, pero no estoy ciego ante mi entorno. Mi país es una fruta engusanada, un cuerpo carcomido por parásitos, un enfermo terminal en la eterna sala de espera de una clínica del IMSS.

Desde que supe que sería padre, la vida me pareció más bella y mi país más abominable. Este no es el país que deseo para heredarle a un hijo. En realidad, este país es una herencia que nadie desea. ¿Tú hijo nacerá en Tijuana? Me pregunta la gente incrédula, como si esta ciudadanía fuera de tercera división. Y no, jamás he alucinado paraísos perfectos ni idealizo el estrechísimo ecosistema europeo. Yo amo a esta ciudad y me siento feliz y orgulloso de vivir en ella. Tijuana sale adelante, a pesar de México. Se que el desempleo es mucho peor en España que en este país y que el proletariado intelectual es mucho más vasto en el Viejo Continente que aquí. Pero este México nuestro tiene mucha prisa por suicidarse, por despeñarse en abismos, por invocar a sus demonios y yo quiero liberar a mi hijo de todo eso.


Angie


Cuando la mujer que será asesinada esa noche despierta, el hombre que va a asesinarla aún duerme o mejor dicho, apenas se ha quedado dormido. Él hombre anda, en sus propias palabras, amanecido. La mujer, sea el día de su muerte o cualquier otro, se habría de cualquier manera levantado a las 8:00 de la mañana. Si bien su naturaleza es noctámbula, ha asimilado bien las obligaciones que le impone su nuevo empleo, aunque no puede evitar concederse trece minutos de modorra antes de tomar fuerzas de quién sabe dónde para entrar a bañarse. El hombre empieza a caer en un sueño profundo y ya ni siquiera puede sentir el hormigueo en los brazos y pecho, tan propio de sus amaneceres, siempre antecedidos por veladas de Buchanas y coca.

A.U.

- Todo fue culpa del olor a gasolina. ¿Sabes? He escuchado por ahí que es afrodisíaco- La madre mira al vacío y arrojando babas le devuelve algo parecido al inicio de una carcajada. Algo de afrodisíaco debe tener esa peste a combustible que lo ha acompañado a lo largo de toda su vida.


Soy devoto de un género musical que ha padecido como pocos el látigo de la censura. Lo mío, sobra decirlo, es y ha sido por siempre el Metal y desde hace muchos años he tenido que enfrentar la perorata de las buenas conciencias y los pavos de dios, pidiendo inquisición y hoguera para mis discos. Al Metal le sobran beatos detractores empeñados en hacer campañas de exorcismo y purificación de almas.

Dado que he visto cómo el género musical que ha sido el soundtrack de mi existencia ha padecido la mojigata estupidez de los que se dicen buenos, mi posición ha sido de rechazo absoluto a cualquier forma de censura. Lo mío es la frase de mi amigo Voltaire: “Podré estar totalmente en contra de lo que piensas, pero defenderé hasta la muerte el derecho que tienes de expresarlo”. Vaya, confieso que el rap, el hip hop, el reaggeton y toda esa pestilente subcultura me genera un asco sin límites. La repugnancia que experimento frente a todo eso es casi hormonal, pero aún así, jamás en la vida podría siquiera sugerir que se prohibieran o censuraran esas formas de expresión. Son mierda, sí, pero tienen el derecho de expresarla como yo tengo el derecho de taparme los oídos. También comprendo perfectamente si alguien se siente “ligeramente” incómodo frente al Death o Black Metal. Esa había sido mi posición hasta ahora frente a los narco corridos. Siempre pensé que censurarlos o prohibirlos sería un error, por concederles más importancia de la que tienen y rodearlos de un aura mitológica. Esa había sido mi posición, pero ahora ha dejado de serlo y me confieso muy complacido por el hecho de que se haya prohibido tocar a una basura humana como los tucanes de Tijuana (que obvia decirlo, no son de Tijuana) Sí, yo respaldo absolutamente al Teniente Coronel Leyzaola y coincido con cada una de sus afirmaciones. Aguante Teniente.

Esto es una guerra y como tal hay que enfrentarla; sin tregua ni concesión alguna.
Tijuana sufre y ha sufrido mucho por la irrupción de un nuevo esquema criminal. Antes era posible mantener cierta distancia e indiferencia frente al desangramiento del narco. Hoy eso es imposible. Nunca como en los últimos tres años habían muerto tantos ciudadanos inocentes. Es mentira, como justifican los apologistas del delito, que los narcos son héroes populares como lo fue Pancho Villa; Robin Hoods modernos que desafían al sistema. Eso ya no existe. Carajo, entiéndalo de una vez: el narco ya no es el mismo de los 80 y 90. No existe ya la figura del capo benefactor que desafía al poder de Washington e invierte sus narcodólares en una iglesia y una escuelita para su pueblo sinaloense. Las principales víctimas de este nuevo aborto criminal, son la clase media- baja, los abarroteros, los puesteros del mercado de abastos, los taqueros, la gente que con trabajo reúne un modesto capital, los oficiales jóvenes recién egresados de la academia que son cazados como patos. Los más ricos y los altos funcionarios son inmunes gracias sus blindajes millonarios. La víctima aquí es, como siempre, el mexicano esforzado, el pequeño empresario, el tipo que se parte el lomo. El negocio no son ya los grandes cargamentos de coca rumbo a Estados Unidos como antaño. Hoy en día el asunto es el secuestro, la extorsión, regentear tienditas de crystal, picaderos, dealers de barrio en bicicleta. Hoy el negocio es desangrar a la clase media. No me imagino a un Caro Quintero o a un Félix Gallardo chapoteando en pantanos de tan poca monta.

Puedes decirme que el poder es corrupto, que las corporaciones están infiltradas, que todo forma parte de un sistema infecto y que son hipócritas quienes se rasgan las vestiduras censurando a los tucanes. Di lo que quieras. A mí me parece repugnante y contradictorio que un conjunto de basuras humanas vengan a una ciudad a cantar canciones que glorifican de manera expresa a quienes han cubierto de sangre sus calles y han martirizado a sus ciudadanos. Es asqueroso que acudas a aplaudir a unos bastardos que exaltan como héroes a quienes torturaron y desmembraron a una madre de familia como Adriana, a quienes matan por matar y han destrozado familias enteras.
Si esto es una guerra, hay que pelearla en todos los frentes. Es preciso cerrar la puerta esas formas de expresión. Que la libertad de expresión, que el reflejar la realidad mexicana en sus corridos…a la chingada con ellos. Los tucanes, explosión norteña, toda esa peste sinaloense son basura, abortos. Ojalá los combatan en su estructura y les hagan difícil la vida. A la chingada de Tijuana. No puedo tener el más mínimo respeto o tolerancia hacia quien escucha a esa música. A la mierda con la modita de ser empático, abierto y tolerante. Esa forma de expresión, esa mierda de subcultura, es sin duda la más baja, la más burda, la más vulgar a la que un mexicano ha podido caer.


Tuesday, November 24, 2009


¿Soy un abstemio de Dios?


Al final, vuelvo a la Historia, siempre la Historia, mi vicio irrenunciable


¿Qué sería del Poder sin sus liturgias? ¿Dónde quedaría el caudillsmo sin sus sacramentos? El poder y el poderoso requieren de su liturgia para materializarse, para justificar su existencia, para conjurar su extinción.

Ser apocalíptico no significa “ser absolutamente moderno” (diría Rimbaud). A la raza humana le gusta anticipar su fin. Ver el mundo destruirse es una añeja tentación, un deseo oculto. Después de todo, formar parte de la última generación de seres humanos sobre la Tierra puede considerarse un privilegio. Millones de seres murieron mientras otros millones les sobrevivían. Generaciones de en medio, generaciones sándwich. En cambio, sólo una generación humana tendrá el orgullo de ser la última. Moriremos y nadie nos sobrevivirá. Después de nosotros, la Nada. La cuestión es que muchos siglos antes, hubo culturas que creyeron estar viviendo el fin de los tiempos. Los primeros cristianos, tan esquizofrénicos ellos (¿sólo los primeros?) creían estar viviendo en pleno Apocalipsis de San Juan. El final se acercaba, faltaba poquísimo y ellos estaban preparados . Algo me hace pensar que aquí no pasará nada. El 21 de diciembre de 2012 será un ordinario día de consumismo navideño.


De pronto, al tiempo le dio por correr. Ser adulto significa asimilar la insuficiencia de la vida. Hagas lo que hagas, la vida no te alcanzará. De pronto, me sorprendo al concebir con espantosa claridad todos los libros que nunca leeré, las ciudades por donde jamás caminaré, los mundos e historias que pasarán a mi lado sin siquiera intuirlos. Caminata ciega, ignorante de realidades paralelas; caminata en la ciudad que se derrite en mi cabeza.


Tiempo y aleatoriedad. Karma y destino. Ahora me ha dado por pensar en que alguien escribe nuestra historia muchos años después y nos estudia con un dejo de conmiseración. Absurdos, patéticamente absurdos. Efímeros e insignificantes. Esa es nuestra imagen en ese hipotético libro de historia. Sí, hay alguien que está escribiendo nuestra historia muchos años después. Ello me hace sentir el flagelo del destino. Hagamos lo que hagamos, esta historia ya está escrita. Con todo y el cadáver de Dios a cuestas, pienso en dilemas kármicos, en irrenunciables fatalidades de tragedia griega. Cada paso, por trivial e intrascendente, te llevará a tu destino y marcará el camino al que no puedes renunciar.


En Valle de las Palmas han sembrado una cápsula del tiempo. Será desenterrada en 2034, cuando aquel páramo de silencio sea una ciudad satelital de un millón de habitantes. El tiempo es un asunto que me obsesiona. Sí, me siento devorado por el Cronos de Goya. 25 años. No hay clarividencia ni oráculo y sin embargo, sabemos lo que pasará en 25 años sobre un valle donde hoy sopla el viento y deambulan aves rapaces. Donde hoy hay silencio, habrá caos, un millón de seres condenados al flagelo de ser clase baja en una tierra donde ser mexicano es algo más que una proeza. Ser mexicano es una prueba de resistencia. Imaginé los miles de hogares, los infiernos individuales de barrio proletario conformados por gente que aún no nace. Pero más allá del factor social, lo que me obsesiona es el tiempo. Transformarse en pasado es el gran karma. Imaginé cómo nos verán en 25 años y me sentí inmensamente obsoleto, el colmo del absurdo, cómico o tragicómico. Habríamos ese día 50 o acaso 100 personas. ¿Cuántas viviremos dentro de 25 años? ¿Habremos muerto todos? Siempre llega un día en que todos los integrantes de una gran fotografía de grupo, dejan de existir. Pronto llega el día en que muere el primero y algún día, inevitablemente, se extinguirá el úlitmo.


Al estar parado frente a la bandera, escuchando el Himno Nacional y el Canto a Baja California tuve plena conciencia del inmenso absurdo que significa festejar la Revolución Mexicana en este momento. ¿Justicia social? De por sí, es ya un contrasentido enorme que Acción Nacional festeje el movimiento que legó a México todo lo que en su momento ellos combatieron con furia. ¿O acaso se han convertido en parte de la Revolución institucionalizada también? Sí, podrías decirme que Gómez Morín y González Luna son caudillos culturales emergidos indirectamente de la Revolución Mexicana, pero lo que ese millón de muertos le heredó al país, fue Calles y su maximato, su revolución institucionalizada en partido de estado. Demasiado plomo mal gastado en cuerpos innecesarios. Un día, los espíritus se comunicaron con el chaparrito Madero a través de la Ouija. Le dijeron que su encomienda sería tirar a don Porfirio. El chaparro abrió la jaula, liberó al tigre y la fiera se lo acabó tragando de un bocado. Un millón de muertos para tener a cuestas los sindicatos de Pemex, el IMSS y el SNTE. Esa es nuestra herencia revolucionaria. ¿Por qué carajos la festejamos?

Sunday, November 22, 2009


Con el reloj en la mano esperamos impacientes la llegada del Señor Conejito. Nueve meses pensando en él todos los días, imaginando el momento de su llegada, ultimando preparativos, acudiendo a citas, ultrasonidos y análisis, comprando su ropita y su mobiliario. Obvia decir que Iker Santiago ha ocupado por completo nuestros pensamientos y conversaciones y aún así, confieso que aún no lo dimensiono. A veces me sorprendo al caer en la cuenta de no haber magnificado en toda su trascendencia lo que nos espera. De una u otra forma, la fecha parecía lejana y hoy, que hemos cumplido el ciclo, siento que el veinte aún no cae en mi cabeza. Seremos padres de familia. ¿Lo puedes creer? La transformación más radical de nuestra vida entera está a la vuelta de la esquina y es algo que puede ocurrir esta misma noche o mañana o en cualquier caso antes de dos semanas, cuando mucho. Sí, por supuesto, hay una metamorfosis mental, una nueva forma de ver el mundo, un mundo en donde de un día para otro descubrí que hay bebés y niños a los que ahora observo con detenimiento y ternura. También Canica está celosa y demandante. Algo ha cambiado en nosotros, pero creo que aún así sigo sin asimilar la verdadera dimensión de lo que viene. Antigua vida mía, estás llegando a su fin y lo único seguro, es que a partir de ahora la existencia será otra y tendrá un sentido radicalmente distinto, una razón para vivir. Sí, estoy nervioso, por supuesto que lo estoy. Los días de este noviembre transcurren a paso veloz. Por si fuera poco, traigo encima cualquier cantidad de ocupaciones, pendientes y frentes abiertos. Me gustaría tener días de 48 horas y maximizar cada minuto del día como tiempo utilitario. Me gustaría terminar con todo para estar en cuerpo y alma dispuesto para recibirlo y darle la bienvenida a este mundo que trataremos de hacer lo más feliz posible para él.



Natural Born Poet en la Cenicienta del Pacífico

La Nostalgia abandona la penumbra y se sube a una nube ensenadense.

Hace ya algunos años, muchísimos en realidad, a principios de la década de los 90, alguien me sugirió que diera forma a algunos vómitos furiosos materializados en letras; viscerales escupitajos que en algún momento alguien se atrevió a llamar poemas y, lo que es peor, yo me atreví a publicar. El decir que tenía 18 años de edad no es justificante. Aquello era una monstruosidad que a nadie se le desea. Siguiendo el consejo de pulir e intentar, en la medida de lo imposible, dar estructura a esos exabruptos, fue que ingresé al Taller Literario de la Universidad Regiomontana donde conocí a sui generis personajes, empezando por su coordinadora, Mara Gutiérrez, poetisa, cantante e iluminada mujer, habitada por espíritus arameos capaces de hacerla sorprender y sorprenderse con las más fascinantes improvisaciones. Nunca volví a ver a Mara, como nunca volví a ver a la inmensa mayoría de los integrantes de aquel grupo que integré entre 1993 y 1994. Con el único que mantuve y he mantenido desde entonces una amistad que atravesó las barreras del tiempo y de la edad, es con Gerardo Ortega, un auténtico Natural Born Poet, tal vez el único de su especie que conozco. Hay gente que en algún momento de su vida le da por hacerle a la poesía. Ortega en cambio nació con ella. La poesía es su auténtico tatuaje púrpura, su sábana de nubes arrastrada por una mañana eterna, la paloma cuya historia no fue breve. Un poema búlgaro que fue mucho más lejos de Sofía. De Sardica a Yadivia y de Monterrey a Ensenada hay infinitos valles y un amor (el orteguiano amor, que tratándose de él, es cosa seria) La vida de Ortega es un poema, para señas más específicas un poema de amor. Mientras yo liberaba demonios y dagas sangrantes, él ponía púrpuras tatuajes en corazones rotos. Su Daimon es el duendecillo ese al que llaman amor, el mismo que por azares del destino, lo ha transformado en un visitante habitual de tierras bajacalifornianas. Toda su poesía apunta hoy en día a Ensenada. Yo le he dicho que se nacionalice ceniciento, que tramite su carta de ciudadanía ensenadense, que Monterrey estuvo bien para crecer, pero hoy en día esa ciudad apesta a mierda y está podrida. Sospecho que algún día me hará caso. Por lo pronto, si su poesía apunta a Ensenada, justo es que venga a leerla, o más bien dicho a recitarla de memoria, a la orilla del Pacífico. La cita es el próximo sábado y yo no podré estar ahí. El oráculo vaticina que esa noche de sábado estaré cambiando un pañal, o estaré montando guardia en la maternidad o acaso, en el más improbable de los casos, mirando el reloj para ver a qué horas se le ocurre venir al mundo a este Señor Conejito tan fascinado con el juego del pastor mentiroso. Yo no podré estar ahí, pero si algún improbable lector anda por rumbos cenicientos esa noche, de verdad le recomiendo que se de una vuelta por La Alcoba.