I- En el ya lejano Año del Tigre, cuando yo tenía dos meses de nacido, una Naranja Mecánica se encargó de revolucionar lo que hasta entonces se conocía por futbol. Un fumador flacucho de largas piernas llamado Johan Cruyff, demostró -no sin cierto desgano- que el arte high-tech existe sobre un campo de juego. Sin dejar de encender sus tabacos al medio tiempo, Cruyff puso a bailar al mundo al ritmo de su futbol total. Una de sus víctimas fue Argentina, inmolada en el altar de sacrificios de la Naranja con contundente 4-0 en Gelsenkirchen. En el Día de San Fermín la Naranja fue a reclamar su copa al Olímpico de Múnich, pero una escuadra germana técnicamente inferior se encargó de exprimirla. Holanda no pudo ganar el Mundial que por derecho divino y terrenal le correspondía, pero a cambio inmortalizó una escuela. Vaya, para no ir más lejos, el tan cacareado y alabado Barcelona de Guardiola amamanta de aquella cátedra. Exactamente una semana después de aquel San Fermín, Tigres jugó su primer partido en la Primera División y Juanito Ugalde anotó el primer gol de la historia felina en el máximo circuito, nada menos y nada más que contra la mierda rayada, pero esa es otra historia.
II- Cuatro años después, cuando yo tenía la edad que ahora tiene Iker, conocí el mar. En ese mismo verano, que allá en la austral lejanía era el más oscuro y siniestro de los inviernos, la Naranja sin Cruyff fue a enfrentar a la Argentina de un filósofo con filias zurdas llamado César Luis Menotti. Ese equipo de matudos (los únicos a los que se permitía llevar mechas en aquel claustro militar) pudo más que los tulipanes. Kempes, Luque, Ardiles y Pasarela le dieron al pueblo argentino la copa más triste. A unos metros del Estadio de Núñez, en las cámaras de tortura de la Escuela de Mecánica de la Armada, los sospechosos de subversión alcanzaban a escuchar en su agonía a la multitud celebrando los goles. La peor tortura no fue la picana, sino ver como un país festejaba eufórico danzando frente a los campos de concentración. Al minuto 90, con el marcador empatado 1-1, Rob Resenbrick, estrelló un balón en el poste con Fillol vencido. He llegado a creer que si ese gol caía la dictadura se hubiera tambaleado y acaso no habría habido Guerra de las Malvinas cuatro años después. La copa ganada contra Holanda dio un voto de confianza y legitimidad a Videla y sus verdugos. Mientras eso sucedía en Argentina, en nuestro México había un rimbombante presidente con complejos de poeta y actor que hablaba de administrar la abundancia.
III- Veinte años pasaron hasta llegar al verano del 98, cuando yo hacía pininos reporteriles en El Norte y conjuraba el verano regio con vodka Absolut. La estampa inmortal de aquel verano es Dennis Bergkamp anotando un gol de otro mundo contra una Argentina que me había hecho soñar.
IV- Argentina es el país con mayoría de escaños en el altar del caos al que llamo mi biblioteca. En ese Pandemonio, Borges es el Zeus y a su alrededor están sentados Cortázar, Sabato, Bioy y Arlt en representación de la guardia vieja, con Piglia y Aira como todopoderosos abanderados de la generación intermedia, rodeados de mil y un emergentes como Florencia Abbate, Neuman, Olguín, Fresán, el futbolero Sacheri, Pauls y otros tantos que patean fuerte. Holanda aporta al gran Erasmo de Rotterdam, a Cees Nootebom y a no muchos más. En el gran parlamento de mi iPod Argentina tiene casi tantos representantes cono Escandinavia y Alemania, con la particularidad de ser el país que aporta más expresiones musicales no necesariamente metaleras a mi colección. Charly García ha sido un soundtrack permanente en mi vida desde mediados de los ochenta (sin duda el no metalero que más profundamente me ha marcado). Spinetta dejó un legado insuperable, mientras que Calamaro y Fito han sido responsables de mil y un botellas de Malbec descorchadas. El rock and roll de La Renga y Los Ratones, el punkito de Attaque 77 y el metal clásico de V8, Hermética, Horcas, Almafuerte y Tren Loco suenan casi a diario en mis bocinas y nunca le hecho el feo al tango viejo de Gardel ni al revolucionado de Piazzolla. Holanda aporta la voz de sirena de Anneke en el primer Gathering, el virtuosismo progresivo de Ayreon con su séquito de invitados y la brutalidad de Asphyx y Pestilence.
V- Tal vez no necesito aclarar que estoy a muerte con Argentina, como tampoco necesito precisar que estoy consciente del tamaño del reto y lo complicado que se antoja. La albiceleste depende del milagro y la magia de un solo hombre, pues ya ni siquiera queda Di María, pero a Argentina se le dan mejor las one-man army. El equipo argentino más completo que he visto en mi vida, entrenado por un filósofo revolucionario como Bielsa, se quedó en primera ronda en 2002, mientras que el del 86, que era Maradona y diez más, se inmortalizó en el Azteca. Esta mañana suena Charly y suena Attaque 77. Hoy es 9 de julio. Que Argentina celebre su Independencia de los fondos buitres que quieren chupar su sangre y que brinde en Brasil con jugo de naranja.
Wednesday, July 09, 2014
Tuesday, July 08, 2014
I- Una de las leyendas más machacadas en torno a la derrota de Brasil contra Uruguay en 1950, es que la hecatombe futbolística desató una ola de suicidios, aunque a la fecha no he escuchado todavía un testimonio con nombre y apellido donde se diga: “mi abuelo se llamó Paulo Dos Santos y se disparó un balazo en la cabeza después del silbatazo final del árbitro. En su nota suicida dejó escrito que no podía vivir con el peso de la derrota a cuestas”. ¿Conoce alguien un testimonio así? Yo todavía no leo el primero. Sin embargo la leyenda de los suicidios se repite cada vez que se habla del Maracanazo, como se repiten otras mil y un historias dignas del más alucinante realismo mágico.
II- Todo es leyenda y narrativa. Si tú y yo estamos enterados que existió un Maracanazo en 1950 y sabemos que ese viejito calvo llamado Alfredo Di Stefano fue un portento de jugador casi angelical, no fue porque lo hayamos visto, sino porque hay una leyenda que lo mantiene vivo. Un relato y una narrativa anterior a la televisión y al internet se ha encargado de inmortalizarlos. En 1950 se vivía aún en la prehistoria futbolística. El balompié era un juego que apenas había dejado de ser amateur y estaba lejos de ser un fenómeno planetario. No había miles de millones de dólares girando en torno a las piernas de los jugadores ni teníamos a más de cien países siguiendo el rodar de la pelota por televisión y la red. No había redes sociales ni memes, ni caras pintadas en las tribunas, ni palcos VIP. Los relatores de ese mundo arcaico eran los locutores de radio, esos rapsodas que se encargaron de traducir y reinventar un mundo fantástico. Con esos rapsodas bastó para que 64 años después, Brasil siga siendo rehén de aquella maldición.
III La leyenda y la rapsodia es lo que alimenta la imagen de Brasil como una cofradía de artistas capaces de hacer poesía con el balón. El tricampeonato de Pelé, Gerson, Tostao y Rivelino dejó tatuados demasiados corazones. Hay historias de un futbol hechicero, de una danza mágica que yo nunca vi. Tal vez su canto de cisne fue Telé Santana. Sin embargo, la leyenda de esa magia sigue condicionando el presente, aunque hace tiempo que Brasil es el non plus ultra del futbol burocrático.
IV - Lo que más me impresiona de la hecatombe observada este día es anticipar desde ya su condición de leyenda, el mito que generará muchísimos años después, cuando todos sus actores sean unos ancianos o estén muertos. Hoy vimos algo de lo que se seguirá hablando en medio siglo y de donde surgirán mil y un historias, aunque por su ausencia brillan los rapsodas de la radio. 200 mil personas vieron en vivo el Maracanazo en 1950, pero más de 25 millones de personas en todo el mundo vieron la peor catástrofe de la historia brasileña. A menudo escribo sobre los destinos irrenunciables de tragedia griega. Cuando Atlético de Madrid dejó ir la Champions en tiempo de compensación y a México le marcaron el penal más traumático de nuestra historia, pensé en del destino fatal de los condenados al papel de perdedor. En cambio lo que vimos hoy fue un destino torcido, un rompimiento de guión, un quiebre desde entrañas, un acontecimiento que en la historia del futbol es tan radical como el cruce de umbral que marcará un antes y después.
V - Le gran error de Brasil en 1950 fue proclamarse campeón sin haber jugado la final. Su perdición fue no presupuestar ni en su peor pesadilla un escenario de derrota. Brasil aprendió la lección y en 2014 fue ligeramente más sobrio. Por supuesto que Scolari tenía presupuestada la derrota contra Alemania, pero nadie, ni en su peor pesadilla, presupuestó la humillación. Brasil expuesto y trapeado como un vil equipito caribeño, como Martinica o San Vicente en eliminatoria de Concacaf. He visto mucho, muchísimo futbol y lo de este 8 de julio es lo más radical que a la fecha he observado. Aún me estoy dando pellizcos. En un futbol donde las distancias y los espacios se acortan y donde la diferencia entre un gigante y un modesto es a menudo un miserable gol, siete goles en semifinal a un anfitrión con palmarés de pentacampeón es narrativa tremendista, un barroquismo propio de castigo bíblico. El guión dice que la eliminación de un grande trae consigo la épica: goles de último minuto, tiempos extra con acalambrados, penales verdugos, pifias arbitrales. ¿Siete goles? Nadie te compra ese guión. Para que se den una idea, en 84 años de historia mundialista, los únicos equipos que habían llegado al medio tiempo con un 0-5 eran Zaire y Haití. Nunca un anfitrión había sido humillado de esa forma y mira que ha habido anfitriones mediocres.
VI- Cuando se vive una derrota o una tragedia cualquiera, la perorata tradicional de un motivador es dejar atrás el mal trago. Vamos, la vida sigue, dirá el discurso motivacional. ¿La vida sigue? No. La vida se ha detenido en ese instante y se ha detenido para siempre. Todos estos monigotes llamados Fred, Luis Gustavo, Hulk, Marcelo, Julio César serán esclavos a perpetuidad de esta masacre. Al mismo Scolari su campeonato mundial en 2002 se le derrite después de estos siete goles. Hace poco escribí una historia llamada El minuto de Alcides, en donde hablo de ese minuto trágico y glorioso del que el extremo Alcides Ghiggia y el portero brasileño Moacir Barbosa fueron esclavos a perpetuidad. El drama de Moacir y de Alcides, es precisamente que la vida no sigue, que se ha congelado en un segundo de eternidad. Medio siglo después los dos ancianos seguían atados al minuto. Ambos, por cierto, se convirtieron en ancianos pobres. Barbosa muere de un derrame cerebral el 8 de abril de 2000 a los 79 años. Muere pobre y aun condenado por su error. El pueblo brasileño jamás le perdonó el gol que le anotó Alcides Ghiggia. “La pena máxima por un delito en Brasil son treinta años, pero yo he tenido que pagar toda mi vida sin ser perdonado por un delito que no cometí”, declaró Barbosa. ¿Qué pasará con el portero Julio César? ¿Qué pasará con Fred, David Luiz, Marcelo? ¿Qué pasará con la pobre presidenta Dilma?
VII- ¿Qué sigue? Creo que Alemania debe ser campeón, aunque en el futbol suelen pasar cosas raras. La mayor mentada de madre del destino, es que Brasil todavía debe jugar por el tercer lugar y no es para nada descartable que ese juego sea el clásico contra Argentina. Esto ya huele a tormento.
Monday, July 07, 2014
Al final no hay caballos negros ni colados a la fiesta. Los cuatro jinetes semifinalistas eran presupuestables y no creo que alguno de ellos haya generado cortos circuitos en el mundo de las apuestas. De este cuarteto de países el único que nunca he visitado es Brasil y de los otros tres me he llevado gratas experiencias. Además, son países que en mayor o menor medida impregnan (o han impregnado) mi vida diaria con su literatura y su música. Echemos un vistazo a los dos primeros.
Alemania- Su presencia en una semifinal por cuarta vez consecutiva es resultado del trabajo, la planeación y la consistencia en la ejecución de un modelo. Si las copas se merecen, Alemania es el que más méritos ha hecho para ganarla. Su lugar en el cuarteto no sorprende a nadie. Está en el sitio que por derecho divino le corresponde. Goethe es más o menos omnipresente en mi vida y fue su Mefistófeles quien me arrojó a la partitura de Adrian Leverkühn, el modern Doktor Faustus de Thomas Mann. Schopenhauer y Nietzsche suelen contagiar mi estado de ánimo y desde un tiempo para acá Rudiger Safransky me ayuda a reinventarlos. En música, los germanos (junto con Suecia) tienen mayoría de escaños en el parlamento mi iPod. Desde el padre del Heavy Metal que se llama Richard Wagner hasta los parajes fantásticos de Blind Guardian, pasando obviamente por las calabacitas de Helloween y sus hijos Gamma Ray y Primal Fear, con mención honorífica a las tres coronas thrashers Kreator, Sodom y Destruction. Probablemente no hay día de mi vida en que no escuche una banda alemana.
Brasil- El que en lo futbolístico le desee siempre y en toda circunstancia la derrota, no significa que el país y su gente me caigan mal. Creo que ha sido siempre el consentido de la FIFA y que vende cara la nostalgia por una época lejana en que jugaba bonito. Pienso que en el fondo Felipao agradece la lesión de Neymar y la suspensión de Thiago, pues así puede llegar en papel de víctima y por una vez tener argumentos para justificar una derrota. La sombra del Maracanazo es un peso muy duro a sus espaldas y lo mejor que le puede pasar es quitarse su condición de favorito y obligado a ganar. Con todo lo mal que me cae su equipo, reconozco que es una tierra con la que comparto no pocas filias y está en la lista de los cinco países que más deseo conocer en el mundo. En los últimos meses he sido feliz con los cuentos del gran Rubem Fonseca y estoy disfrutando un libro llamado El regate de Sérgio Rodrigues como en su momento disfruté de Ciudad de Dios de Paulo Lins. Confieso que apenas me he acercado a ojo de pájaro a ese portento narrativo llamado Clarice Lispector y a esa suerte de Rulfo brasileño que es Guimaraes Rosa. En música, el primer Sepultura marcó mi adolescencia y definió una época en mi vida. Después llegarían los power metaleros de Angra y su brazo Shaman o esa grata y solitaria sorpresa que fue Tribuzy. Cuando de brutalidad y blasfemia, se trata no le hago el feo a Krisiun y Sarcófago. Aunque el mundo los identifica con la samba, Brasil es uno de los países más metaleros del mundo.
Mi deseo es que gane Alemania, pero mi pronóstico es que Brasil se lo lleva con las uñas; a grito, sombrerazo y ayuda arbitral mexicana. De mí se acuerdan: Mañana Chiquidrácula pita un penal de regalo para el anfitrión.