Hoy me ha tocado pronunciar las palabras en representación de los siete escritores que recibieron los Premios Estatales de Literatura 2010. Por supuesto no leí un carajo y hablé a capela, pero por aquello de no te entumas escribí un discurso antes, mismo que al final no fue respetado, si bien sirvió como eje conductor. Chutáoslo. La foto que incluyo es del Parque Lezama, pero ya se sabe que entre mis fotos y mis palabras casi nunca hay coherencia.
Aquí hay un gran monstruo literario de siete cabezas y cada una de ellas es un universo, complejo y profundo. Siete géneros, siete estilos que brillan cada uno con luz propia. Así las cosas, no es tarea fácil intentar hablar en su nombre o tratar de usurpar sus pensamientos. Pero sospecho que todos nosotros compartimos algo que aún en nuestros contrastes nos une. Intuyo que en nuestras vidas ha habitado desde siempre un duende o un demonio que nos hermana, el demonio bibliófilo, el demonio que nos ha llevado a andar por la vida con un libro bajo el brazo que leemos en los más improbables sitios y situaciones. Y no sé por qué, pero al verlos a ustedes, sospecho que ese duende habita en cada uno de nosotros, de todos los que estamos en esta sala porque intuyo que si están aquí, es porque de una u otra forma no son indiferentes a esa potentísima droga llamada literatura. Sí, me parece que todos los que estamos aquí hemos tenido uno varios libros tatuaje que nos han volado la cabeza y han cambiado nuestras vidas. Así las cosas, nos sentimos en confianza porque en un mundo casi ágrafo, el ser lectores nos transforma en unas suerte de hermandad o secta de alonsos quijanos.
Sin duda todos ustedes tienen presente el momento en que tomaron la decisión de inscribir su trabajo a este certamen. Cada una de estas siete obras arrastra una historia y lleva consigo a sus propios fantasmas materializados en tinta y cada quien habrá tenido sus motivos, sus dudas, sus cavilaciones. En mi caso muy particular, estoy aquí como resultado de un acto de traición, un acto de alta traición a lo que creía eran mis principios. Yo muchas veces dije, y lo que es peor, escribí, que jamás participaría en certámenes literarios, que esto no era para mí, que esto estaba de entrada amañado, predeterminado y pronuncié uno de esos nuncas que uno nunca debe pronunciar. Así las cosas, al más puro estilo de Groucho Marx puedo decir estas son mis convicciones a cómo ¿no le gustan? No se preocupe, aquí tengo otras. Pero la vida está hecha de mordidas en la lengua y vivir significa aprender a torcer el rumbo. Yo miraba con recelo y desconfianza estos certámenes, pero aquí estoy. Tener un hijo es algo que nos hace ver el mundo de otro color (y Heriberto no me dejará mentir) la torta que Iker nos trajo bajo el brazo, fue un arsenal de creatividad y sobre todo de valentía
Lo más significativo de todo, es estar aquí, con todos ustedes, celebrando la entrega de los premios literarios de casa en donde lo primero que debemos celebrar, tal vez es que contra viento y marea los premios se mantengan, que hayan tenido continuidad hasta empezarse a volver ya una tradición. Vaya, todos sabemos que cuando la austeridad entra por la puerta, la favorita de las tijeras y los cinturones apretados suele ser la cultura. Dos, hay que celebrar la diversidad y la riqueza de estos premios. Vaya, tradicionalmente se convoca para cuento y poesía y novela, pero no es muy común ver que haya convocatorias para dramaturgia. Tampoco que se reconozca el buen periodismo cultural, que es tradicionalmente la página más castigada y recortada de los periódicos. Y sobre todo, es digno de celebrarse que estos premios estatales den un espacio al cuento para niños. Ahí está el futuro, lo que puede cambiar vidas, porque seguro estoy que a todos nosotros hubo un cuento que marcó nuestra infancia, como seguro estoy que los premios de dibujo y pintura infantil que ha convocado el instituto, pueden encausar la vocación de un niño. Es digno de celebrarse que este Instituto que dirige Ángel Norzagaray se tome tan en serio eso de llevar la Cultura a todas Partes, que obras como el Gran Pretender el Viaje de Emilio o el Teatro de Hugo Palavicino tomen por asalto los sitios más improbables y alejados de la geografía bajacaliforniana. Vaya, llevar teatro a los damnificados del Valle de Mexicali. Eso es romper esquemas. Esas casas de cultura móviles, esos gitanos de la cultura que nos recuerdan a los trovadores medievales que iban de pueblo en pueblo, están marcando la diferencia. Y si se vale pedir un deseo, el deseo es que ojalá sea ese el destino de estos siete libros, que estos siete barcos de papel cargados de letras prófugas e insurrectas que hoy están todavía en el astillero de la imprenta, zarpen a altamar y lleguen a islas o a puertos de lectores improbables, que tomen por sorpresa o por asalto a quien no los espera, que los pueda leer quien tradicionalmente nunca lee un libro. Que la obra de Julio Jauregui se pueda representar en Isla de Cedros o que los cuentos de Julio César Pérez Cruz se los lean en voz alta a los niños de Jesús María o Paralelo 28. Ese será el verdadero triunfo y el verdadero premio para estos siete libros. Porque saben algo, estos objetos, estos artefactos de papel y tinta, son armas de altísimo poder, pero muy poca gente lo sabe. Aca tenemos un arsenal de siete cañones, estos objetos son las drogas más adictivas, potentes y alucinantes y no hay centro de rehabilitación que pueda quitarte el vicio de leer y escribir. Y al final, por estos amigos fieles, por las palabras leídas y las palabras prófugas que se transformaron en tinta, esta vida vale la pena ser vivida una y mil veces. Muchas Gracias. DSB