Bedtime for Democracy?
1- La Historia se construye con símbolos. Así
como unos sacos de té arrojados al mar marcaron el rompimiento de las trece
colonias norteamericanas con el rey de Inglaterra, la interrupción de la
conspiranoica conferencia de Donald Trump por parte de algunas cadenas
nacionales puede marcar un antes y después en nuestra forma de concebir la
ética periodística. Dejar hablando solo al presidente ha sido el acto más digno
y sublime que hemos presenciado dentro de este sainete. Hoy más que nunca es
necesario marcar las distancias que separan
al periodismo profesional y responsable de los testaferros del poder o los
divulgadores de noticias falsas. El periodista no es un simple megáfono a
disposición de lo que quiera gritar poderoso. El periodista pone en duda, cuestiona,
contrasta y expone. Ese es su papel. En un mundo corrompido por las peroratas
paranoicas de dictadorzuelos adictos a las “verdades alternativas”, las
“posverdades” o el “yo tengo otros datos”, es urgente alzar la bandera del buen
periodismo. ¿Veremos en México semejante
demostración de dignidad y respeto al oficio?
2- En esta elección se juega muchísimo más que
Trump contra Biden. Es, en realidad, un examen de conciencia para el mundo
contemporáneo en donde la maltrecha y cuestionada democracia liberal debe
resurgir y demostrar que es, pese a todo, el mejor (o el menos malo) de los
sistemas políticos. El No a Trump es un No a la supremacía del gobernante sobre
la institución y al capricho por encima de la ley. Es un No a la polarización
de un país y al discurso del odio, a la mentira validada como narrativa
oficial. Es reivindicar a la ciencia por encima de la superchería, al laicismo
sobre la religión, la dignidad de las minorías y los vulnerables. Es un
contundente mensaje de rechazo a los nacional-populistas del mundo y una nueva
oportunidad para los liberales. El que quiera entender, que entienda.
3- Ya he dicho que como líder Joe Biden me
dice muy poco. Su discurso es soso, descafeinado, pero acaso hasta eso debamos
interpretarlo (pese a todo) como un buen síntoma. El éxito de los tiranuelos
populistas radica en que acaparan la totalidad del discurso y la noticia. Su
perorata permanente y omnipresente es lo único que escuchamos. El estilo
personal de gobernar (diría mi tocayo Cosío Villegas) acaba por anular a la
institución. Nos olvidamos del gobierno como tejido institucional para poner
toda nuestra atención sobre la persona. “El estado soy yo” del Rey Sol se acaba
por imponer al Espíritu de las Leyes de Montesquieu. Aun así, aunque celebro la
inminente derrota de Trump, no auguro cosas muy buenas para Biden y dudo que
tenga la fuerza física y mental para manejar la bomba que tendrá en sus manos.
¿Morirá durante su periodo? ¿Será Kemala Harris la primera presienta?
4- Bedtime for democracy, dijeron los Dead Kennedys
en 1986, cuando el imperio de Reagan tronaba sus chicharrones. ¿Se habrá ido a
dormir la democracia? ¿Despertará de su modorra?