La música y yo
Cuando me dio por robar casetes
De una u otra forma, aunque no soy músico ni he pretendido serlo, la música ha estado siempre alre-dedor de mi vida.
A mi padre se le da la guitarra, a mi madre el piano y mi hermana resultó ser una virtuosa natural para todo tipo de instrumento y por si fuera poco con buena voz para cantar.
En casa de mis padres en Monterrey hay un piano, un sintetizador, guitarras eléctricas y amplificador. Todo para una buena tocaduka.
Yo no heredé una puta madre de habilidades musicales, pero soy un coleccionista compulsivo de música. A lo largo de mi existencia he comprado y robado discos al por mayor. Antes de los 18 puros ro-bos para ser sincero, pero una vez que fui mayor de edad me cuidé más de la justicia y me dediqué a sangrar mi cartera sin piedad, cosa que sigo haciendo actualmente. En realidad solo una vez me pescaron robando música. Fue en 1990, en el Liverpool de Polanco y el disco en cuestión era el Rust in Peace de Megadeth. Fui capturado por los guardias y luego de unas cuantas horas de encierro tuve que pagarlo. Fuera de eso siempre me la pelaron y siempre salía con unos cuantos casetes de todas las tiendas a donde entraba. Cuando yo era menor de edad, uuuhhhh ya llovió, los sistemas de seguridad no eran tan sofisticado como hoy.
La cuestión es que desde la infancia comencé a conformar mi colección de discos y el primer sueldo que gané en mi vida fue por vender música pues resulta que mi primer trabajo fue a los 17 años en una tienda de discos, Zorba Interlomas en el Edo Mex. Después estuve durante casi tres años con mi primo Héctor conduciendo un programa de música en Stereo 7-
Por una parte está la música que escucho solitario en casa o en mis audífonos y con la que he ido armando el sound track de mi existencia. La música en la que he gastado miles de pesos para generar una acumulación industrial de viniles, casetes y cds. Esta debo confesar, se restringe en un 90% a un solo género, aunque bastante amplio. Llamémosle simplemente rock duro. Si bien Maiden y Sabbath son los grnades dioses de ese Olimpo, mis oídos son en extremo tolerantes dentro del género. Y es que yo disfruto lo mismo Scorpions y Tesla, que Deep Purple y Led Zeppelin, Pink Floyd y Marilion, Sex Pistols y The Clash, Bauhaus y Joy Division, Emperor y Dark Throne, Slayer y Pantera, solo por mencionar estilos diversos que son de mi absoluto agrado. Pero por otra parte existe la música que suena en el radio del taxi, en el antro o en la casa del vecino. La música que de una u otra forma, aunque yo no la haya elegido, ha sido el ruido de fondo de mi vida. Y eso es otra historia que narraré a continuación.
Knock en tu idioma
Leo con una buena dosis de nostalgia lo escrito por Bagatela en torno a la época del rock en tu idioma. Aunque en mi colección son contadísimos los discos de eso que llaman rock en español, tengo por ahí algunos raros ejemplares.
No puedo afirmar que fui absolutamente indiferente a esa fiebre. Mal que bien, las fiestas a las que acudía a los 14 años con toda la ilusión de ligarme una chica se movían a ese ritmo y muchas de esas canciones, hasta las de los Hombres G, me recuerdan algún episodio romántico de la adolescencia.
Recuerdo mis 13 años en la primavera de 1988, recién expulsado del Liceo Anglo Francés, cuando pa-saba los días trabajando en el negocio de mi padre. Me enviaban a hacer depósitos al banco que se encontraba en Galerías Monterrey y yo me dedicaba a perder media mañana en Music & More repasando los cientos de discos con el logo de Rock en Tu Idioma-
Un día de julio de 1988, en una tienda ubicada a lado de la Central de Autobuses de Monterrey a dónde había acudido a comprar mi boleto para viajar a México y luego a Chiapas, compré el Yendo de la cama al living de Charly García. Un disco fuera de serie que dio inicio a mi afición por este músico, quizá el único fuera del rock duro (imaginen a los heavy metal en la cama nos dice Charly) a quién rindo culto. Ese casete lo compré con la socorrida práctica de pegarle encima un precio de un artículo más barato. En aquel entonces, recuerden, no había lector de código de barras.
Lo tengo todavía en casete, con el logo de rock en tu idioma. Un discazo en verdad.
Nunca he adquirido ni he pensado en adquirir un disco de Duncan Dhu, pero la canción de En algún lugar de un gran país, me hace vivir nuevo aquel enero de 1989, cuando yo acababa de llegar a vivir al DF y me daba a la tarea de perderme en sus calles. Es un recuerdo muy fuerte y esa canción, quiera o no, va a asociada a una época- Gracias a Bernardo jauregui por traerla a mi memoria.
De raperos, electrónicos y norteños
El rap en cambio sólo me generó asco. Toda mi vida he tenido claro mi absoluto desprecio a ese género musical y su subcultura. Recuerdo la primavera de 1991, un viaje a la Isla del Padre con mis regio amigos, emocionados ellos escuchando Mc Hammer y Vanilla Ice, mientras yo con los audífonos reventaba mis oídos con un disco de Morbid Angel y les obsequiaba honestos insultos racistas contra su música y sus cantantes. Insultos que por cierto me han dado muy mala fama y han hecho correr la versión de que soy un KKK. Me vale madre lo que se piense. Mi infinita y honesta repulsión por el hip hop, rap y derivados se mantiene intacta.
Cuando yo vivía en México, algunos compañeros estaban verdaderamente hipnotizados por The Cu-re y Depeche Mode. El primero me agradaba más o menos, aunque nunca me llegó a hipnotizar, si bien es cierto que por ahí de 1990 compré el Disintegration. Depeche se me hacía fresa y fantoche (DeFres Mode le decía) pero en abril de 1994 los vi en concierto en Mty y a partir de entonces me empezó a agradar mucho.
Debo admitir que en ello influyó mucho una ex novia que era muy fanática de la música electrónica. Ella me presentó a bandas como Front 242 y cosas por el estilo, incluida una banda tijuanense llamada Artefakto a la cual acompañé a ver.
Hoy en día no hay alguna canción callejera que enmarque esta época. Tal vez lo sabré después, cuando esta época sea tiempo pasado. Tal vez me acuerde de los Tucanes que nunca faltan en ningún taxi, pero para ser honesto desprecio con fervor ese grupo. Para asuntos norteños los de mi tierra. Los grupos de Nuevo León rifan (por cierto que ya tengo mi disco de El Piporro que promociona hoy su periódico Frontera) Sinaloa sucks. Ninguna banda de ese estado me gusta en lo más mínimo. En lo norteño hay categorías, castas y jerarquías y la música de Sinaloa es lo más corriente de lo corriente (exceptúo únicamente a los Tigres del Norte ¿Son de ahí por cierto?)
Por otra parte confieso una terrible debilidad hacia los corridos de la Revolución. Me sé de memoria un chingo. Nada de narco corrido y mierda similar. Puro corrido de Pancho Villa.
A mi esposa le gustan los tangos y ella me ha hecho aprender a gozar de Astor Piazzolla. También con ella he aprendido a disfrutar de las guitarras flamencas.
Por lo demás, mí oído de artillero sigue clavado en su metalera tecla. Y como dijo Don Teofilito...seguirá.
Cuando me dio por robar casetes
De una u otra forma, aunque no soy músico ni he pretendido serlo, la música ha estado siempre alre-dedor de mi vida.
A mi padre se le da la guitarra, a mi madre el piano y mi hermana resultó ser una virtuosa natural para todo tipo de instrumento y por si fuera poco con buena voz para cantar.
En casa de mis padres en Monterrey hay un piano, un sintetizador, guitarras eléctricas y amplificador. Todo para una buena tocaduka.
Yo no heredé una puta madre de habilidades musicales, pero soy un coleccionista compulsivo de música. A lo largo de mi existencia he comprado y robado discos al por mayor. Antes de los 18 puros ro-bos para ser sincero, pero una vez que fui mayor de edad me cuidé más de la justicia y me dediqué a sangrar mi cartera sin piedad, cosa que sigo haciendo actualmente. En realidad solo una vez me pescaron robando música. Fue en 1990, en el Liverpool de Polanco y el disco en cuestión era el Rust in Peace de Megadeth. Fui capturado por los guardias y luego de unas cuantas horas de encierro tuve que pagarlo. Fuera de eso siempre me la pelaron y siempre salía con unos cuantos casetes de todas las tiendas a donde entraba. Cuando yo era menor de edad, uuuhhhh ya llovió, los sistemas de seguridad no eran tan sofisticado como hoy.
La cuestión es que desde la infancia comencé a conformar mi colección de discos y el primer sueldo que gané en mi vida fue por vender música pues resulta que mi primer trabajo fue a los 17 años en una tienda de discos, Zorba Interlomas en el Edo Mex. Después estuve durante casi tres años con mi primo Héctor conduciendo un programa de música en Stereo 7-
Por una parte está la música que escucho solitario en casa o en mis audífonos y con la que he ido armando el sound track de mi existencia. La música en la que he gastado miles de pesos para generar una acumulación industrial de viniles, casetes y cds. Esta debo confesar, se restringe en un 90% a un solo género, aunque bastante amplio. Llamémosle simplemente rock duro. Si bien Maiden y Sabbath son los grnades dioses de ese Olimpo, mis oídos son en extremo tolerantes dentro del género. Y es que yo disfruto lo mismo Scorpions y Tesla, que Deep Purple y Led Zeppelin, Pink Floyd y Marilion, Sex Pistols y The Clash, Bauhaus y Joy Division, Emperor y Dark Throne, Slayer y Pantera, solo por mencionar estilos diversos que son de mi absoluto agrado. Pero por otra parte existe la música que suena en el radio del taxi, en el antro o en la casa del vecino. La música que de una u otra forma, aunque yo no la haya elegido, ha sido el ruido de fondo de mi vida. Y eso es otra historia que narraré a continuación.
Knock en tu idioma
Leo con una buena dosis de nostalgia lo escrito por Bagatela en torno a la época del rock en tu idioma. Aunque en mi colección son contadísimos los discos de eso que llaman rock en español, tengo por ahí algunos raros ejemplares.
No puedo afirmar que fui absolutamente indiferente a esa fiebre. Mal que bien, las fiestas a las que acudía a los 14 años con toda la ilusión de ligarme una chica se movían a ese ritmo y muchas de esas canciones, hasta las de los Hombres G, me recuerdan algún episodio romántico de la adolescencia.
Recuerdo mis 13 años en la primavera de 1988, recién expulsado del Liceo Anglo Francés, cuando pa-saba los días trabajando en el negocio de mi padre. Me enviaban a hacer depósitos al banco que se encontraba en Galerías Monterrey y yo me dedicaba a perder media mañana en Music & More repasando los cientos de discos con el logo de Rock en Tu Idioma-
Un día de julio de 1988, en una tienda ubicada a lado de la Central de Autobuses de Monterrey a dónde había acudido a comprar mi boleto para viajar a México y luego a Chiapas, compré el Yendo de la cama al living de Charly García. Un disco fuera de serie que dio inicio a mi afición por este músico, quizá el único fuera del rock duro (imaginen a los heavy metal en la cama nos dice Charly) a quién rindo culto. Ese casete lo compré con la socorrida práctica de pegarle encima un precio de un artículo más barato. En aquel entonces, recuerden, no había lector de código de barras.
Lo tengo todavía en casete, con el logo de rock en tu idioma. Un discazo en verdad.
Nunca he adquirido ni he pensado en adquirir un disco de Duncan Dhu, pero la canción de En algún lugar de un gran país, me hace vivir nuevo aquel enero de 1989, cuando yo acababa de llegar a vivir al DF y me daba a la tarea de perderme en sus calles. Es un recuerdo muy fuerte y esa canción, quiera o no, va a asociada a una época- Gracias a Bernardo jauregui por traerla a mi memoria.
De raperos, electrónicos y norteños
El rap en cambio sólo me generó asco. Toda mi vida he tenido claro mi absoluto desprecio a ese género musical y su subcultura. Recuerdo la primavera de 1991, un viaje a la Isla del Padre con mis regio amigos, emocionados ellos escuchando Mc Hammer y Vanilla Ice, mientras yo con los audífonos reventaba mis oídos con un disco de Morbid Angel y les obsequiaba honestos insultos racistas contra su música y sus cantantes. Insultos que por cierto me han dado muy mala fama y han hecho correr la versión de que soy un KKK. Me vale madre lo que se piense. Mi infinita y honesta repulsión por el hip hop, rap y derivados se mantiene intacta.
Cuando yo vivía en México, algunos compañeros estaban verdaderamente hipnotizados por The Cu-re y Depeche Mode. El primero me agradaba más o menos, aunque nunca me llegó a hipnotizar, si bien es cierto que por ahí de 1990 compré el Disintegration. Depeche se me hacía fresa y fantoche (DeFres Mode le decía) pero en abril de 1994 los vi en concierto en Mty y a partir de entonces me empezó a agradar mucho.
Debo admitir que en ello influyó mucho una ex novia que era muy fanática de la música electrónica. Ella me presentó a bandas como Front 242 y cosas por el estilo, incluida una banda tijuanense llamada Artefakto a la cual acompañé a ver.
Hoy en día no hay alguna canción callejera que enmarque esta época. Tal vez lo sabré después, cuando esta época sea tiempo pasado. Tal vez me acuerde de los Tucanes que nunca faltan en ningún taxi, pero para ser honesto desprecio con fervor ese grupo. Para asuntos norteños los de mi tierra. Los grupos de Nuevo León rifan (por cierto que ya tengo mi disco de El Piporro que promociona hoy su periódico Frontera) Sinaloa sucks. Ninguna banda de ese estado me gusta en lo más mínimo. En lo norteño hay categorías, castas y jerarquías y la música de Sinaloa es lo más corriente de lo corriente (exceptúo únicamente a los Tigres del Norte ¿Son de ahí por cierto?)
Por otra parte confieso una terrible debilidad hacia los corridos de la Revolución. Me sé de memoria un chingo. Nada de narco corrido y mierda similar. Puro corrido de Pancho Villa.
A mi esposa le gustan los tangos y ella me ha hecho aprender a gozar de Astor Piazzolla. También con ella he aprendido a disfrutar de las guitarras flamencas.
Por lo demás, mí oído de artillero sigue clavado en su metalera tecla. Y como dijo Don Teofilito...seguirá.