Eterno Retorno

Thursday, September 27, 2012

El egocentrismo y la megalomanía afectaron a no pocos caudillos de nuestra historia que hicieron hasta lo imposible por inmortalizar sus festejos personales en el calendario de efemérides patrias. Ya alguna vez en este espacio, he comentado que lo del grito de Independencia la noche del 15 de septiembre se lo debemos a Porfirio Díaz, quien quiso emparentar su fiesta de cumpleaños con la mayor celebración del calendario cívico. En realidad, lo único que Miguel Hidalgo hizo la noche del 15 de septiembre de 1810 fue beber chocolate y jugar a las cartas, pero a Don Porfirio le venía de maravilla que el pueblo de México festejara la Independencia en su cumpleaños. Tal vez la fiesta patria con mayor glamur y derroche en toda la historia de México, haya sido la celebrada la noche del 15 de septiembre de 1910, cuando embajadores y mandatarios de decenas de países vinieron a festejar el Centenario de nuestra Independencia al paraíso porfirista, aunque en realidad estaban festejando los 80 años de vida del anciano dictador. Pues bien, esa etapa tan mal comprendida y poco estudiada llamada consumación de la Independencia también fue emparentada intencionalmente con el cumpleaños de un caudillo. El Ejército Trigarante desfiló por la Ciudad de México el 27 de septiembre de 1821, con lo que se inauguró oficialmente la etapa como país independiente, sin embargo, la verdad es que la Independencia estaba consumada desde un mes antes, cuando Agustín de Iturbide y el último virrey de la Nueva España Juan O Donojú firmaron los tratados de Córdoba el 24 de agosto, cuando ya el Ejército Trigarante era amo y señor del territorio nacional. Sin embargo Iturbide, vanidoso y ególatra, decidió retrasar la entrada del Ejército Trigarante a la capital hasta el 27 de septiembre, día de su cumpleaños número 38, cuando incluso se permitió desviar la trayectoria del desfile para pasar bajo el balcón de su amada Güera Rodríguez. Don Agustín quería que el día que según él estaba destinado a ser el más grande de toda la historia de México, fuera su cumpleaños. Para su desgracia, la historia oficial ha minimizado ese día y a él lo ha condenado al ostracismo de los traidores a la patria, tras sus efímeros diez meses como malogrado emperador. En lo que sí logró inmortalizarse Iturbide, fue en la Bandera Nacional. Mal que bien, el primer lábaro verde, blanco y rojo, fue la bandera del Ejército Trigarante y aunque con severas modificaciones, sigue siendo nuestra bandera actual. Por supuesto es más coherente celebrar el 27 de septiembre de 1821 como auténtico y verdadero día de la Independencia, que celebrar el 15 y el 16 de septiembre, cuando lo único que sucedió fue el estallido de una caótica revuelta popular que naufragó a los seis meses sin conseguir nada. El 27 de septiembre se cortó el cordón umbilical que nos unía con España y se inauguró la etapa como nación independiente, pero eso es otra historia.