Eterno Retorno

Tuesday, September 25, 2012

Te llamas Pedrag; Pedrag Jerkovic y al momento de comenzar esta historia tienes 18 años. Vives en Belgrado y suponiendo que alguien preguntara por tu ocupación o proyecto de vida, la respuesta sería que eres seguidor del Estrella Roja. No un seguidor cualquiera, cabe aclarar, sino un radical de los que la policía tiene identificados como particularmente violentos y problemáticos. Solías identificarte con el grupo de los Grozni, archirrivales del grupo de los Sepultureros del Partizán Belgrado, aunque en últimas fechas se te ha visto apartado del grupo radical, acompañado solo de un par de amigos con los que sueles beber y fumar porros antes de los partidos. Tu carácter intransigente y emocionalmente inestable te ha traído problemas dentro del propio grupo de ultras del equipo, que han optado por apartarte y mantenerte lejos.
Eres entonces aficionado del Estrella Roja y la verdad es que mucho más no se puede decir sobre ti. Esa es tu única carta de presentación ante el mundo en el otoño de 1988: Pedrag Jerkovic, 18 años, seguidor del Estrella Roja, sin ocupación conocida. Estudiante ya no eres, pues hace meses te expulsaron de la escuela por conflictivo y pendenciero. No concluiste siquiera la educación media y cuesta mucho creer que con el desastre de historial académico que cargas a cuestas, vayas a entrar algún día a la universidad. Obrero tampoco eres ni has sido y a la fecha ni siquiera has desarrollado oficio alguno por el que hayas recibido remuneración. Tampoco se te conocen habilidades, a excepción del buen manejo de tus puños en peleas callejeras y un arrojo que a menudo raya en temeridad. Eres alto, tienes buenos músculos, pero careces de la malicia y la frialdad de un buen peleador callejero. Te gusta el rock duro: punk, hard core e industrial pesado, pero aunque has hecho intentos por integrar bandas, tu nulo virtuosismo musical te acaba por cerrar las puertas. Siendo adolescente jugabas futbol pero fuera de cierta habilidad para el remate de cabeza por tu altura, nunca pasaste de ser un jugador del montón y a tus 18 años te limitabas a jugar de vez en cuando sobre el pavimento, pateando la pelota con una cerveza en la mano. Nunca se te ha conocido una novia formal aunque ocasionalmente te has dado acostones con espontáneas putillas que has conocido en bares. De hecho eres un asiduo visitante del distrito rojo, aunque rara vez traes en el bolsillo lo suficiente para una buena parranda con putas y buen vodka, por lo que a menudo dependes de la caridad de tus pocos amigos, que tampoco suelen trasnochar con la cartera llena. Cierto, tampoco se puede decir que seas un delincuente consumado, pues ni siquiera has tenido la constancia y la determinación como para hacer carrera en la mala vida. Vaya, has cometido algunos hurtos menores y un par de veces has vendido porros para poder pagar tu entrada a un antro, pero a tus 18 años todavía no tienes un expediente criminal que preocupe a nadie. Lo que en todo caso preocupa a tu padre es tu absoluta falta de proyectos y metas en la vida. En realidad, tu único aliciente en la existencia es esperar con anisas el juego como local del Estrella Roja cada 15 días. Ocasionalmente acudes a ver equipos chicos de las divisiones inferiores, pero al estadio del Partizán no te paras nunca pues los sepultureros ya te tienen sentenciado y sabes bien que la osadía puede costarte demasiado cara. Cuando el juego de Estrella Roja termina, lo único que te resta por hacer es buscar una buena pelea, tratar de beber cuanto sea posible sin pagar y esperar que transcurran los 15 largos días que te separan del siguiente partido.
Lo cierto es que con o sin estudios o con o sin proyecto de vida, el Belgrado de 1988 no te ofrece demasiadas perspectivas de futuro. Basta ver a tu padre, un responsable ingeniero que mal gana lo indispensable para vivir en un desvencijado piso dentro de una unidad de vivienda popular, en donde compartes una pequeña habitación con tus hermanos menores. El mundo está cambiando pero tu vida es un ritual de patéticas repeticiones en donde nunca cambia nada. El planeta, dicen los enterados, gira hacia la apertura de fronteras mientras algunos alucinados aseguran ver a la virgen en Medugorie frente a un sol danzante sobre un cielo luminoso. Por si fuera poco, los mozalbetes de la selección juvenil de Yugoslavia, campeones del mundialito de Chile 87, se preparan para comerse un pastel muy grande. Pero mientras esperas a que las fronteras se abran o la virgen se te aparezca y te revele el secreto para ser rico y famoso y en tanto los jovencitos crecen y se deciden a darle de una buena vez por todas la copa del mundo a Yugoslavia, tu aburrida existencia es circular y carente de la más elemental expectativa. No sabías qué carajos esperar de la vida, pero la vida sabe lo que puede esperar de ti y está a punto de darte unas cuantas sorpresas.