Pasos de Gutenberg
Cinco mujeres
Juan García Ponce
Marea Alta- Lectorum
Por Daniel Salinas
El último día del año pasado, merodeando por los pasillos de la nueva librería Gandhi en Monterrey, me topé con una mesa sobre la cual estaba la obra completa de Juan García Ponce.
El escritor yucateco, nacido en 1932, había muerto tres días antes, luego de desafiar por más de 35 años los pronósticos de la medicina.
La Muerte, que después de todo es una gran promotora editorial, puso en los aparadores de las grandes librerías los textos de este narrador que desde una silla de ruedas dibujó el más exquisito universo erótico de la literatura mexicana.
En 1967, cuando García Ponce contaba con 35 años de edad, empezó a sentir los primeros síntomas de una parálisis y los médicos no le auguraron más de seis meses de vida.
Pero la imaginación del yucateco jamás se enteró que su cuerpo estaba desahuciado y contra viento y marea se dio a la tarea de seguir creando.
Algunos clientes merodeaban en torno a la mesa y los empelados se encargaban de informar puntualmente que eran los libros del escritor que acababa de morir.
Y fue de esa suerte de altar libresco en homenaje póstumo, de donde tomé “Cinco mujeres”, y con dicha lectura en las manos le dije adiós al 2003.
Luego del buen sabor de boca que me llevé con los dos volúmenes de los ensayos críticos “De viejos y nuevos amores”, me di a la tarea de rastrear la obra de García Ponce, pero confieso que nunca había encontrado un postre tan exquisito como “Cinco mujeres”.
Su lectura me supo como beber un licor dulce después degustar los platos fuertes. Cinco relatos cortos que como el título del libro indica, tratan cada uno de una mujer o mejor dicho, del universo erótico de una mujer.
Enendina, Julia, Vanya, María y Carmen, integran el perfecto pentagrama del deseo, un ritual de Eros que es a la vez tributo a autores como Klosowski y Nabokov.
Dos adolescentes, una joven y dos mujeres adultas conforman las cinco puntas de la estrella.
En la primera historia, un homenaje a Lolita en cámara rápida y con tintes de tragedia, García Ponce nos narra la historia de Enedina, una preadolescente de 12 años que se transforma en la obsesión del amante de su madre.
En la segunda historia nos habla de Julia, una joven aristócrata capitalina que al igual que la Juliette de Sade, apuesta por el deseo ampliamente recompensado. Este es por cierto el más carnal de todos los relatos.
La tercera mujer es Vanya, que representa el disfraz de bobería que hay en el deseo y su carácter efímero y mutante. La muerte del deseo cuando el objeto deja de ser inalcanzable para transformarse en propio.
María representa los infinitos rostros en que se desdobla el deseo cuando se le adereza con la imaginación.
Por último, Carmen representa la ilusión platónica, el erotismo como un ente casi etéreo. Un cierre casi fantasmal para esta cartografía de la sexualidad femenina que viaja desde los territorios de la carnalidad hasta las fronteras de lo espiritual.
A manera de recomendación, cabe afirmar que este pentagrama erótico es una excelente llave de entrada a la obra de este escritor fundamental.
Cinco mujeres
Juan García Ponce
Marea Alta- Lectorum
Por Daniel Salinas
El último día del año pasado, merodeando por los pasillos de la nueva librería Gandhi en Monterrey, me topé con una mesa sobre la cual estaba la obra completa de Juan García Ponce.
El escritor yucateco, nacido en 1932, había muerto tres días antes, luego de desafiar por más de 35 años los pronósticos de la medicina.
La Muerte, que después de todo es una gran promotora editorial, puso en los aparadores de las grandes librerías los textos de este narrador que desde una silla de ruedas dibujó el más exquisito universo erótico de la literatura mexicana.
En 1967, cuando García Ponce contaba con 35 años de edad, empezó a sentir los primeros síntomas de una parálisis y los médicos no le auguraron más de seis meses de vida.
Pero la imaginación del yucateco jamás se enteró que su cuerpo estaba desahuciado y contra viento y marea se dio a la tarea de seguir creando.
Algunos clientes merodeaban en torno a la mesa y los empelados se encargaban de informar puntualmente que eran los libros del escritor que acababa de morir.
Y fue de esa suerte de altar libresco en homenaje póstumo, de donde tomé “Cinco mujeres”, y con dicha lectura en las manos le dije adiós al 2003.
Luego del buen sabor de boca que me llevé con los dos volúmenes de los ensayos críticos “De viejos y nuevos amores”, me di a la tarea de rastrear la obra de García Ponce, pero confieso que nunca había encontrado un postre tan exquisito como “Cinco mujeres”.
Su lectura me supo como beber un licor dulce después degustar los platos fuertes. Cinco relatos cortos que como el título del libro indica, tratan cada uno de una mujer o mejor dicho, del universo erótico de una mujer.
Enendina, Julia, Vanya, María y Carmen, integran el perfecto pentagrama del deseo, un ritual de Eros que es a la vez tributo a autores como Klosowski y Nabokov.
Dos adolescentes, una joven y dos mujeres adultas conforman las cinco puntas de la estrella.
En la primera historia, un homenaje a Lolita en cámara rápida y con tintes de tragedia, García Ponce nos narra la historia de Enedina, una preadolescente de 12 años que se transforma en la obsesión del amante de su madre.
En la segunda historia nos habla de Julia, una joven aristócrata capitalina que al igual que la Juliette de Sade, apuesta por el deseo ampliamente recompensado. Este es por cierto el más carnal de todos los relatos.
La tercera mujer es Vanya, que representa el disfraz de bobería que hay en el deseo y su carácter efímero y mutante. La muerte del deseo cuando el objeto deja de ser inalcanzable para transformarse en propio.
María representa los infinitos rostros en que se desdobla el deseo cuando se le adereza con la imaginación.
Por último, Carmen representa la ilusión platónica, el erotismo como un ente casi etéreo. Un cierre casi fantasmal para esta cartografía de la sexualidad femenina que viaja desde los territorios de la carnalidad hasta las fronteras de lo espiritual.
A manera de recomendación, cabe afirmar que este pentagrama erótico es una excelente llave de entrada a la obra de este escritor fundamental.