Eterno Retorno

Friday, January 30, 2004

Los prologos imposibles para unos narradores que cada noche me perjuran existencia.

I-
Los infinitos secretos que yacen en el fondo de una botella de Casillero del Diablo

La luz media del semáforo es de color ámbar. El nombre de mi amiga chilena exiliada en Los Cabos siempre me ha recordado ese color. Si una E cambiará por A, ese sería su nombre. Pero aún así encuentro similitudes. Amber María Aravena Santander es una luz que de un momento a otro se puede tornar verde y abrirte las puertas de su existencia para que descubras sus infinitos secretos. Pero en un minuto puede ser luz roja y su mirada fulminante bastará para arrojarte muy lejos de ella.
Suave ráfaga de viento y ojo de tormenta, Amber Aravena es un cofre de curiosidades.
La conocí hace unos años, un una playa desierta cercana a Loreto. Lo increíble es que en ese entonces, Amber jamás había ni por casualidad intentado escribir un testimonio sobre su vida.
Entre tragos de Casillero del Diablo hablamos de todas las cosas que pueden caber en la vida de una mujer a que a los tres años de edad salió de su país escondida en la cajuela de un auto y que ha vivido siempre al borde de caer dentro del abismo de si misma. Amber contempla el mar, Amber bebe vino y su pluma sólo arroja confesiones a un imaginario psicoanalista que aún no puede desnudar su alma.




II- La Princesa y el Dragón


¿Por qué empleó este título? Tal vez porque Belén Arzaluz me hace recordar a Alejandra, la protagonista de “Sobre héroes y tumbas” de Ernesto Sabato. Esa naturaleza cambiante, esa sensualidad espía siempre oculta, que por momentos amenaza con escapar del escondite, es lo que me hace recordar a la enigmática porteña que se inmoló en las llamas.
O acaso sea su vocación de indagar en las fábulas de oriente, aunque según me platicó la propia Be-lén, la mujer que inspiró a la protagonista de Los ojos del Señor Liang es una migrante china que fue capturada en las costas de Ensenada con un grupo de más de 100 indocumentados de su país.
Los chinos permanecieron encerrados más de un mes en un gimnasio municipal de Tijuana, antes de ser deportados a su país. Belén, quien es reportera en Mexicali, tuvo tiempo de convivir con esta migrante china y por lo poco que pudieron entenderse, supo que estaba embarazada y que su destino era llegar a San Francisco. “Había en sus ojos un sufrimiento milenario, una melancolía que nada ni nadie hubiera podido arrancar en toda una vida”, platicó Belén acerca de la joven china.
Belén Arzaluz nació en Mexicali en 1978. Me ha dicho que el Señor Liang quiso nacer como una novela, pero yo me encargue de secuestrarlo y dejarlo en calidad de cuento.


Encarnación Leydelmonte



III- El murciélago de Wirikuta

En alguna de tantas correrías, mientras nuestros cuerpos brincoteaban bordo de un jeep que nos conducía de Icamole a Real de Catorce, Macario Montaño, uno de los mejores guías de esa ruta, me platicó de cierto escritor habitante del desierto potosino, que tenía la particularidad de rehuir la luz del día.
El narrador en cuestión, según me dijo Macario, habitaba en un tejaban a las afueras de la población de Cedral, en donde trabajaba como velador de un huer-to.
Entre los lugareños se narraba la leyenda de que el escritor era un vampiro al que la luz del Sol podía derretir en cuestión de minutos. Macario me aseguró que nunca nadie lo había visto de día.
Por supuesto, no pude resistir la tentación de ir a visitarlo.
Y así fue como una noche de primavera, vi por primera y única vez a Evaristo Aztiazarán. Confieso que imaginaba encontrarme con una suerte de dandy os-curo con delirios de Conde Drácula, lector de Stoker y Poe. Cual fue mi sorpresa al topar con un jipiosón treintañero, cuyo desgastado rostro le echaba bastantes años de más al engañoso cálculo de la primera impresión.
Evaristo deambulaba por el huerto bebiendo aguardiente de una botellita de plástico y vociferando al aire frases incomprensibles (después Macario me ex-plicó que según la gente, Evaristo hablaba con los espíritus) Aunque al principio pareció ignorarme, Evaristo acabó por ofrecerme un trago de su aguardiente cuya aspereza fue el precio que debí pagar por romper el hielo.
Ya entrada la madrugada, Evaristo me platicó de su novela autobiográfica titu-lada “Donde es el reventón”, en la que narraba cuando en busca de una tocada rockera emprendió con su novia Alejandra una travesía que lo llevó hasta ese desierto.
La segunda parte de su novela hablaba de las correrías que vivió con Alejandra en Real de Catorce hasta que una mañana, ella corrió despavorida gritando que la perseguía un jabalí. Su carrera terminó cuando se arrojó a una barranca. Nunca fue posible encontrar su cuerpo. Un mal viaje de mezcalina, me dijo después Macario, aunque Evaristo juraba que su novia había saltado a la otra realidad al más puro estilo de Don Juan Matus.
Cuando la llegada del amanecer se intuía en el horizonte, Evaristo interrumpió bruscamente la conversación y corrió a refundirse en su covacha. Apenas entre-abriendo la puerta, Evaristo me dio un montón de arrugados papeles. “Es el primer capítulo de mi nueva novela, se llama La alcahueta noche, alcanzó a decir sin asomar la cabeza.
Me sorprendió encontrar que su estilo no tiene en absoluto que ver con la novela gótica. También me sorprendió la vibra innegablemente autobiográfica pese a la primera persona y la forma en que el autor se burla de si mismo.
Desconozco si la mujer de la que habla existió alguna vez o si fue una de sus pe-yotiles alucinaciones. Desconozco cual sea la ruta de “La alcahueta noche”. Aquí incluyo únicamente lo que parece ser un primer capítulo, al que al final acabé viéndole cara de cuento.


Encarnación Leydelmonte

IV La pradera del subconsciente de Irenio Viqueira

Hay seres que parecen condenados a ser nómadas en las paraderas del sub-consciente. Personajes a los que no es posible arrancar de esa suerte de Biblio-teca de Alejandría que hay en sus mentes.
Y aunque en el caso de Irenio Viqueira Zeixas su biblioteca real es bastante grande, lo cierto es que el verdadero Aleph parece vivir en su mente.
En ella, Viqueria ha sido el creador de su propia mitología y dichos elementos, salpican cada una de sus narraciones.
Según me comentó, sus textos en torno a la epidemia Nid Högg se basan en se-cretos rúnicos, si bien confesó que son más los elementos de ficción que hay en esta historia.
Nacido en Casas Grandes Chihuahua, Irenio es un tipo que viajó a todos los confines imaginables cuando era un adolescente, pero desde hace seis años, permanece encerrado en su biblioteca
Todos sus libros están escritos a manera de disertaciones. En esta antología me permito incluir solamente tres, que apenas servirán como una mínima probadi-ta para asomarse a las tinieblas de las runas que yacen en la intrincada cabeza de Irenio.

Encarnación Ley del Monte



V El eterno cumpleaños de Ipanema

De antemano, debo confesar que me cuesta horrores poder hablar de Ipanema en forma fría e imparcial.
Me cuesta horrores, sí, pues no puedo leer a Ipanema como leo a cualquier otra escritora.
Tal vez deba únicamente escribir una burocrática reseña y decir que Ipanema Dávila Sandoval nació el 27 de marzo de 1976 en la Ciudad de Durango. Estudió Letras Es-pañolas en la Universidad de Coahuila en Torreón y recientemente comenzó una maes-tría en Sociología en la Universidad de Texas en El Paso. Es autora del poemario “En Espiral Hacia el Abismo” y de la novela corta “La Musa de los Albatros”. “Ipanema Cumple Años” es su primer libro de relatos.
No me pregunten si su libro es autobiográfico, no me pregunten si estamos ante las mil caras una mujer o si asistimos al relato secuencial de siete mujeres que se llaman Ipanema, aunque una es santa, otra es puta, una suicida, aquella mártir, que cumplen años y deciden celebrarlo de forma especial. Me costó mucho trabajo elegir uno de los siete cuentos para conformar esta antología. En literario ejercicio tin marín, resultó electo el de la puta. Pienso que debí tal vez incluir el de la santa. Da lo mismo. De todas formas estamos hablando de Ipanema.

Encarnación Leydelmonte