Eterno Retorno

Friday, September 16, 2016

1-Demasiada tinta hemos derramado narrando la paradoja de empezar una guerra de independencia gritando vivas al nombre del rey del que en teoría nos queríamos independizar. Cada 16 de septiembre volvemos a poner el dedo en la llaga en torno a la inexistencia de palabras como “México” e “independencia” en la arenga del Padre de la Patria. Ya hemos hablado del veneno que Allende preparó para matar a Hidalgo, de los amoríos del gallardo capitán de dragones con la Corregidora doña Josefa, del titubeo inexplicable en Cerro de las Cruces y el carro de artillería estallado en Puente Calderón. Hemos hablado de eso y muchas cosas, pero caray… el espíritu de toda liturgia yace en el mito y no en la verdad comprobable. 2- Cuando hablamos de insurgencia me da por pensar en la historia de lo que pudo haber sido. Me da por pensar en que el virrey Iturrigaray estuvo a punto de concretar la independencia sin disparar un solo arcabuz en 1808; en que el movimiento de Hidalgo en realidad entorpeció y retrasó la liberación de la Nueva España en lugar de ayudarla; en que la Constitución de Cádiz pudo haber creado el mejor de los mundos posibles – una suerte de confederación intercontinental hispana, una Commonwealth de la hispanidad- pero Fernando VII, el déspota reyecito al que Hidalgo dedicó vivas, tuvo a bien echarlo a perder todo. De mil y un hubieras se escriben las efemérides. 3- Me encanta el patrioterismo aferrado a narrar la independencia como una victoria de México contra España. Carajo, si ni siquiera existía México ni existía España. Las revoluciones insurgentes de Hispanoamérica fueron la implosión de un imperio que se desmembró desde adentro. No fue una guerra de españoles contra indígenas, pues apenas hubo europeos peleando en el campo de batalla. Tampoco fue de ricos contra pobres. La carne de cañón en ambos bandos la aportaron mexicanos miserables. El grueso del ejército virreinal estaba conformado por no pocos léperos de las más jodidas castas de la pirámide colonial, mientras que los insurgentes tuvieron no pocos padrinos de gordísima cartera. El Marqués de Rayas, el Carlos Slim de la Nueva España, simpatizaba con la independencia. 4-El movimiento insurgente dio inspiración de sobra a los muralistas y nos nutrió de Pípilas, Niños Artilleros, espadas en prenda y cabezas clavadas en garfios. No niego que me apasiona esa narrativa tarantinesca tan embarrada de sangre y tripa, pero sabemos muy poco de los debates de mi paisano Padre Mier contra Ramos Arizpe, de los cimientos de las constituciones de Apatzingán y 1824, de los mil y un descabellados proyectos de naciones posibles que desfilaron a partir de 1821. En el México embrionario de Victoria, Guerrero e Iturbide se definieron buena parte de nuestras malformaciones pero a esa etapa determinante le solemos dar la espalda. Por lo que a mí respecta, el México de los decimonónicos veinte es el que más me apasiona, pero Cartógrafos de Nostromo no tiene para cuándo pinches carajos publicarse.