Eterno Retorno

Thursday, March 04, 2004

De los opi?ceos al cristianismo

El s?bado pasado, mientras com?amos unos deliciosos mariscos en Rosarito, un drogadicto rehabilitado vino a vendernos chocolates. Le compramos un Hershey blanco, a los que soy tan adicto como ellos a la hero?na. El drogadicto, cuarent?n y sonriente, repleto de esos tatuajes de prisi?n que parecen elaborados con pluma de tan malhechos, crey? que la compra del chocolate era el pretexto perfecto para inducirnos a una droga peor, m?s adictiva, mort?fera y asquerosa que el crystal: Cristo. Carolina le pregunt? sobre los m?todos que utilizaban en su centro de rehabilitaci?n. El cristiano dijo que daban pastillas. Carol le pregunt? si contaban con la licencia para recetar esa clase de medicamentos o si acaso en el centro de rehabilitaci?n hab?a un psiquiatra facultado para recetarlos. El drogadicto nos dijo que contaban con el mejor psiquiatra del Mundo: Cristo y al pronunciar la palabra se le iluminaron sus ojos. Ag?rrate, empez? la perorata. Cristo me salv?, yo era un hombre perdido, un gusano que se arrastraba por la calle, pero ?l me ilumin? con su infinita luz y me puso en la senda del buen camino. De no ser porque quer?amos terminar en paz nuestros mariscos y quit?rnoslo de encima, le hubi?ramos echado en cara nuestro concepto favorito de Lacan: Hazte cargo de tu deseo. El cristiano jam?s asumir? su deseo. No es ?l ni su voluntad quien lo rehabilita: Es una otredad inexistente llamada Cristo en quien depositan toda la fuerza de sus impulsos y sus actos. Luego entonces, su maldad no es suya, sino del Diablo, el tentador, el mentiroso. El hombre ser? un eterno menor de edad sujeto a las voluntades de un Jehov? y un Satan?s igualmente furibundos. ?Valdr? la pena iniciar un debate? No. Mejor concentrarnos en nuestros camarones y nuestras cervezas.
En Tijuana hay miles de heroin?manos transformados en cristianos. Simplemente sustituyeron la droga. Cambiaron la hero?na por Cristo. Yo insisto que su segunda droga es mucho peor.


Las aspirinas de la fe

A menudo me han hablado de la fuerza que da la fe. No lo dudo: Creer firmemente que hay alguien que desempe?a la funci?n de hermano mayor o pap? rega??n, castigador y apapachador seg?n tu comportamiento es muy confortable. A veces me imagino que ser?a de lo m?s c?modo pensar que al final de esta vida hay un para?so, como hotel de cinco estrellas al que podr?s acceder siempre y cuando cumplas puntualmente con tus cuotas al Vaticano. Imaginarte que alguien, un ente todopo-deroso y pensante te hizo, por alg?n motivo y te tiene reservado un destino. Ser?a bonito, pero es in?til. La religi?n no cae en mi cabeza. Desde los 16 a?os ech? a patadas a Dios y cualquier cosa que le parezca.
Veo a mis parientes, tan cat?licos ellos. Me ponen el ejemplo de una t?a del opus dei que ha llevado una vida llena de sufrimientos, pues qued? hu?rfana a los cinco a?os y hace poco, su ni?o peque?o se ahog? en una alberca ante sus ojos. Sin la fe, me dicen, ella se hubiera perdido, se hubiera derrumbado. Posiblemente. La fe es una droga, un analg?sico, es como atiborrarte de morfina si sientes dolor y meterte un somn?fero si estas alterado e hist?rico. La fe es efectiva, nadie lo duda, por eso es tan buen negocio. Ofr?cele a Dios tu dolor, porque para esto han de saber que a esta deidad cristiana que nos cargamos adem?s del dinero le gusta mucho el dolor. Se emociona pues con los sufrimientos de sus hijos y se alimenta de ellos. Yo trato de sortear la vida sin anestesia, con mi pinche desamparo ontol?gico a cuestas, sabiendo que no soy m?s que un accidente de la biolog?a, un azar a la deriva en espera de que la Sant?sima Muerte toque su hombro. S?, est? m?s cabr?n sin anestesia, pero las aspirinas teol?gicas ya nom?s no me entran. Las vomita mi organismo, pues.