Reino de este mundo
“Y comprendía ahora que el hombre nunca sabe para quien padece y espera. Padece y espera y trabaja, para gentes que nunca conocerá, y que a su vez, padecerán y esperarán y trabajarán para otros que tampoco serán felices, pues el hombre ansía siempre una felicidad situada más allá de la porción que le es otorgada. Pero la grandeza del hombre está precisamente en querer mejorar lo que es. En imponerse Tareas. En el Reino de los Cielos no hay grandeza que conquistar, puesto que allá todo es jerarquía establecida, incógnita despejada, existir sin término, imposibilidad de sacrificio, reposo y deleite. Por ello, agobiado de penas y de Tareas, hermoso dentro de su miseria, capaz de amar en medio de las plagas, el hombre sólo puede hallar su grandeza, su máxima medida en el Reino de este Mundo”-
Ufff, que novela. Desde la helada y ordenada Suecia, el Julio me ha hecho transportarme al caluroso y conflictivo Haití, al citar una obra que a mi juicio es de las mejores novelas latinoamericanas del Siglo XX.
El Reino de este Mundo de Alejo Carpentier es para mí el non plus ultra de eso que llaman realismo mágico y que la gente necesariamente identifica sólo con García Márquez.
Sí, no faltan quienes cuestionan el hecho de que casi toda la obra del erudito Carpentier está constituida por relatos basados en hechos históricos. Vaya, los puristas de la ficción podrían alegar que Carpentier no está siendo un creador de mundos, personajes y atmósferas. Sin embargo, bajo mi punto de vista, sería un craso error considerar El Reino de este Mundo como una novela histórica sobre la independencia de Haití. Sí, el contexto geopolítico en que se desarrolla la novela es el Haití de finales del Siglo XVIII y principios del XIX. También es improbable que Carpentier, siendo un gran lector y conocedor de la historia de América, se permitiera tergiversar los hechos. Pero no por ello El Reino de este Mundo deja de ser néctar literario en estado puro. El Reino de este Mundo está hecho con las células del otro, ese donde habita la musa que inspira la creación. Y es posiblemente esa musa o esa vibra alucinante la que le pone patas al veneno, ambición al garfio y transforma en insecto a Ti Noel. ¿Se vale tratar de explicar esas fabulosas transformaciones? ¿Se traiciona la historia por convertir a un caudillo en insecto? Mejor no hacerse preguntas. Después de todo, acepto las palabras de Ti Nöel: “Los blancos jamás podrán comprender las cosas propias de los negros”.
¿Hay Reino en este Mundo? Alejo necesito pedazos de realidad en grandes raciones para coronarse rey de ese Otro Mundo mágico ¿Creadores o manufactureros? La literatura es muy parecida a la industria de la transformación. Nadie puede crear los elementos ni la materia prima en su estado natural, pero nadie puede comerlos tampoco en su estado bruto. La realidad es un pretexto bien maquilado. La realidad no se crea ni se destruye, solamente se transforma.
Pd- Y aunque me imagino que debe haber sido chaparrita como su hermano, Paulina Bonaparte estaba muy buena. Los testimonios de más de un mirón que tuvo la oportunidad de ver sus tetas asoleadas por el sol caribeño, lo confirman.
“Y comprendía ahora que el hombre nunca sabe para quien padece y espera. Padece y espera y trabaja, para gentes que nunca conocerá, y que a su vez, padecerán y esperarán y trabajarán para otros que tampoco serán felices, pues el hombre ansía siempre una felicidad situada más allá de la porción que le es otorgada. Pero la grandeza del hombre está precisamente en querer mejorar lo que es. En imponerse Tareas. En el Reino de los Cielos no hay grandeza que conquistar, puesto que allá todo es jerarquía establecida, incógnita despejada, existir sin término, imposibilidad de sacrificio, reposo y deleite. Por ello, agobiado de penas y de Tareas, hermoso dentro de su miseria, capaz de amar en medio de las plagas, el hombre sólo puede hallar su grandeza, su máxima medida en el Reino de este Mundo”-
Ufff, que novela. Desde la helada y ordenada Suecia, el Julio me ha hecho transportarme al caluroso y conflictivo Haití, al citar una obra que a mi juicio es de las mejores novelas latinoamericanas del Siglo XX.
El Reino de este Mundo de Alejo Carpentier es para mí el non plus ultra de eso que llaman realismo mágico y que la gente necesariamente identifica sólo con García Márquez.
Sí, no faltan quienes cuestionan el hecho de que casi toda la obra del erudito Carpentier está constituida por relatos basados en hechos históricos. Vaya, los puristas de la ficción podrían alegar que Carpentier no está siendo un creador de mundos, personajes y atmósferas. Sin embargo, bajo mi punto de vista, sería un craso error considerar El Reino de este Mundo como una novela histórica sobre la independencia de Haití. Sí, el contexto geopolítico en que se desarrolla la novela es el Haití de finales del Siglo XVIII y principios del XIX. También es improbable que Carpentier, siendo un gran lector y conocedor de la historia de América, se permitiera tergiversar los hechos. Pero no por ello El Reino de este Mundo deja de ser néctar literario en estado puro. El Reino de este Mundo está hecho con las células del otro, ese donde habita la musa que inspira la creación. Y es posiblemente esa musa o esa vibra alucinante la que le pone patas al veneno, ambición al garfio y transforma en insecto a Ti Noel. ¿Se vale tratar de explicar esas fabulosas transformaciones? ¿Se traiciona la historia por convertir a un caudillo en insecto? Mejor no hacerse preguntas. Después de todo, acepto las palabras de Ti Nöel: “Los blancos jamás podrán comprender las cosas propias de los negros”.
¿Hay Reino en este Mundo? Alejo necesito pedazos de realidad en grandes raciones para coronarse rey de ese Otro Mundo mágico ¿Creadores o manufactureros? La literatura es muy parecida a la industria de la transformación. Nadie puede crear los elementos ni la materia prima en su estado natural, pero nadie puede comerlos tampoco en su estado bruto. La realidad es un pretexto bien maquilado. La realidad no se crea ni se destruye, solamente se transforma.
Pd- Y aunque me imagino que debe haber sido chaparrita como su hermano, Paulina Bonaparte estaba muy buena. Los testimonios de más de un mirón que tuvo la oportunidad de ver sus tetas asoleadas por el sol caribeño, lo confirman.