Eterno Retorno

Tuesday, January 20, 2004

Ritual del alba
(Todas las mañanas del Mundo)

Al menos tres noches a la semana, son noches de medio tiempo. Duermo profundo unas tres horas y media o cuatro, digamos de las 23:00 a las 3:00 a.m. y el resto lo paso en vigilia o duermevela. Un sueño semiconsciente, un dormitar a ratos durante el resto de la madrugada en que miro con envidia como Carolina y Morris gozan de un sueño dulce y profundo. Ni modo, dormir bien nunca ha sido lo mío. Cuando traigo mucha pila, me levanto a leer o escribir. Raras veces, por no decir nunca, consigo volver a dormir una vez que me he despertado en la madrugada. La televisión se enciende de manera automática invariablemente a las 6:00 a.m. Últimamente me da por dejarla en el canal 716 de DirecTv, que es una estación de puro metal y aunque a veces abusan del nu metal, hay días afortunados en que despertamos dulcemente amenizados por una rolita de Slayer o Sepultura y hasta con Children of Bodom me han deleitado. Mi primera junta matutina es con el agua de la regadera. Y es que es el momento en que estoy bajo ese chorro redentor cuando empiezo a planear mi día. Cuando salgo, estoy atiborrado de ideas y la lucidez mental llega a ser insoportable.
Mi mano entra al closet y saca al azar la primera camisa que se le cruce. Bajo a la cocina y como un autómata arrojo café en el filtro y enciendo la cafetera. Para el gusto de Carolina, me suele quedar muy cargado. Para el mío nunca es suficiente cafeína. Son las 6:45. y Morris ya está listo en la puerta exigiendo su paseo matutino. Esta caminata que se prolonga de 15 a 20 minutos sirve como un diluvio de pensamientos. Digamos que es una junta de planeación conmigo mismo. El aire es frío, el cielo suele estar nublado y en ocasiones hay densos mantos de niebla. Nada mejor que diluir la mirada en la contemplación del Pacífico y las Islas Coronado. El fraccionamiento está en silencio. Como sabe que se quedará solo la mayor parte del día, Morris trata de extender su paseo hasta donde sea posible y ahorra hasta la última gota para asegurarse de mear en cada una de las llantas de todos los carros de la colonia. Cuando regreso a casa el café está listo y sirvo mi primera taza del día. Sólo hasta que este elixir de los dioses ha entrado en mis entrañas puedo decir que ha comenzado el día para mí. Una mañana sin café, sería tan desolada como un romance sin sexo. Carolina para entonces ha puesto algunas quesadillas en el comal que comemos de prisa y ha encendido el carro. Celular, mochila, chamarra y vamos. Besos Morris, nos vemos en la noche. Salimos a toda prisa del fraccionamiento. Antes solíamos irnos por la escénica hasta Playas, pero este año hemos decidido no seguir alimentando los puercos bolsillos de la SCT que se atreve a exigirnos dinero por cruzar su mierdoza caseta, así que nos dirigimos a Rosarito para tomar la libre. Al correr por la escénica me relajo contemplando pachecamente el romper de las olas, pero al llegar a la libre mi atención es arrebatada por los carros y traileres que se cierran compulsivamente. Carolina lleva consigo una nueva taza de café a la que doy sorbos en cada semáforo. Conforme avanzamos el tráfico se torna más caótico. A la altura de La Gloria pierde toda fluidez, pero el verdadero bautizo infernal ocurre al llegar al mítico crucero de la 5 y 10. Cuando llevo a Carolina a su trabajo, recibo otra probadita del averno en Rampa Cetys y el inteligentísimo crucero de Insurgentes y Gato Bronco, además de mi buena dosis de impaciente tortuguísmo en el ritual atasque de la Vía Lenta. Minutos antes de las 8:00 hago mi arribo a la redacción.
Una vez que me encuentro dentro de ese templo de la información, me dirijo a la cafetera donde sirvo la que para entonces es mi tercera o cuarta taza de la mañana. Acto seguido, reviso rápidamente los encabezados de los periódicos locales para ver las notas que ganamos y las que perdimos. Posteriormente los leo detenidamente, dando prioridad a las columnas. Una rápida checada a las páginas electrónicas de diarios nacionales y para entonces mis compañeros comienzan a hacer su arribo.
Minutos después de las 8:30, empezamos con la junta. Para cuando ésta termina, hay unas siete tazas de café danzando en mi organismo, mis ideas son un caos amalgamado en licuadora y sólo entonces me doy cuenta que no sé por donde chingados empezar.



Morris


Creo que luego de mencionarlo tantas veces, el Morris bien se merece una presentación oficial en sociedad bloguera. Y es que este personaje de 12 años de edad, mitad maltés mitad french, ocupa un lugar importantísimo en nuestras vidas. Tan importante, que suele estar en medio de los dos en la cama matrimonial. Para Carol, Morris representa uno de los aspectos más trascendentes e importan-tes de su existencia. Otros tópicos y pendientes pueden esperar. Los asuntos Morris exigen siempre prioridad absoluta. Este perrito ha estado a su lado desde que ella tenía 13 años de edad y es algo más que un hijo. Yo ya se lo que sienten esos señores que se casan con una madre soltera que carga un bebé en brazos. Pues han de saber que Morris no es un perro que está arrumbado en el patio y del que solo te acuerdas de vez en cuando para hacerle un cariño. No, que va. El señor es omnipresente. Duerme en nuestra cama, no a los píes como una vil mascota, sino entre nosotros, bajo las cobijas y con la cabeza apoyada en la almohada. Además demanda a cada instante amor, atención y muestras de afecto. Bajo ninguna circunstancia tolera ser ignorado y es más posesivo y celoso con Carol que un amante de novela romántica. Es en extremo sentimental. Su apetito se abre con los chocolates, ante los cuales se comporta como un heroinómano con abstinencia, pero las croquetas sólo las acepta si Carol se las da en la boca. Sus paseos son asunto sagrado y no deben ser breves. Luego de cinco años de convivencia, me he hecho amigo de este señor y creo que he hecho algunos méritos para ganarme su confianza y aprecio.


Los blogs de escritores

Los blogs de “escritores profesionales” a menudo me resultan bastante sosos y en algunos casos terriblemente aburridos. De entrada reflejan una espantosa inconstancia y abandono, propios de la indisciplina y dejadez que caracteriza a esos seres tan improductivos. Además, siempre me ha parecido que sus regordetas plumas de faisán experimentan cierto temor a bajar a esta cancha comunista y enfrentarse en igualdad de circunstancias con ágrafos pelafustanes que son capaces de poner en evidencia que la compulsiva publicación y las crisis de teorrea aguda, no garantizan la habilidad para atrapar a un lector como Satanás manda.

Premios

He vuelto a leer a Fadanelli después de no abrir su blog en meses. Me encuentro con su disertación sobre el sentido de los premios. Coincido con él en muchas cosas. A mi también me valen un carajo los premios. Con tantos cambios de casa y de ciudad, ya no se donde diablos han ido a parar los diplomas que en teoría servirían para alimentar mi ego. Jamás tuve la decencia de enmarcarlos. Tal vez los guarde mi madre en algún cajón o tal vez yacen en la basura desde hace algunos años. Al igual que Fadanelli, yo también gané varios premios de oratoria pero no nada más en primaria. También en prepa y en la facultad de Ciencias Políticas. Esto último, he de decirlo, no son enchiladas. De niño gané un chingo de concursos de lectura en voz alta. Ahí sí que tenía el monopolio. Ahora que lo recuerdo, en sexto de primaria gané un premio estatal de ensayo sobre la Revolución Mexicana. Y por supuesto, no se me podía olvidar algo tan importante, he ganado también mis diplomas de empleado del mes. Debo sentirme muy orgulloso. A diferencia de Fadanelli, nunca he ganado, ni siquiera en la primaria, ni en mi salón de clases del kinder, un premio de poesía, cuento, novela o algo que huela a literatura. Esto último por una razón muy sencilla: Jamás en mi vida me he inscrito a concursar en una cosa así. Aunque usted no lo crea, aún no se lo que se siente enviar montón de papeles a ser hojeados por unos oscuros jueces que sin duda ni siquiera los leerán. No lo sé. Toda la vida he oído que los premios literarios son una cochinada. Corríjanme los que saben si es que estoy mal. La gente me ha dicho que debo empezar a romper mis paradigmas y que como este país, debo abrir mi mente al cambio. El que no compite, pos nomás no gana. Pienso en la selección de Inglaterra, que se rehusó durante muchos años a participar en los mundiales de futbol, hasta que tuvo que tragarse su orgullo y comenzar a competir. No se si deba empezar a ser parte de ese juego y llevarme mis primeros descalabros a esta tardía edad, o deba seguir aferrado a mi convicción de no prestarme a ese ritual hipócrita y amafiado. No lo se. Me han dicho que hay auténticos profesionales de los concursos, cancheros como ellos solos, cuyo retorcido colmillo es capaz de morder todos los trucos y mañas. Yo me confieso un neófito en estos asuntos. Un consumado inocentón que no conoce personalmente a ninguna figura de los resumideros culturales. Aún no he tomado una decisión. Tengo muchas dudas. Se aceptan consejos.