Ya que ando en plan de fragmentos. ahí va uno de Odiando a Dios en Tijuana
A los demás no vuelves a verlos, la ciudad se los ha tragado al cabo de cinco días y se han diluido entre los desechos y las falsas esperanzas que pueden encontrarse en cada calle. Al final de la jornada todos los rostros, al igual que sus historias, son dolorosamente iguales. Tan solo las voces de los recién llegados remiten a un origen particular. Después, hasta el sonido se va impregnando de fragmentos asfálticos. Voz de lodo, silente y a un tiempo furiosa, aferrada al musical origen, rebanada por bélicos monosílabos. Y tu voz emerge insurrecta y desconocida, desafiando a ese dolor que quisiste volver hierático. Brota el sonido deforme y traidor arrojando tu historia al valle del olvido alcohólico mientras el aguardiente labra puntas de obsidiana en tus entrañas. Y ahí están junto a ti cinco sombras anónimas hermanadas por una botella de plástico que circula entre sus labios y de pronto ya está muerto el frío de la noche y esa peste perpetua a sudor y amoniaco, es solo aroma humano que recuerda el hambre de carne. El aguardiente riega el germen de las falsas esperanzas y de un momento a otro están frente ti los mismos palacios que construiste al abordar el camión que te sacó de Chiapas. El oro vuelve a ser posible y palpable y el horizonte enseña otra vez las torres de un edén abundante y prodigioso. Las palabras fluyen y el paraíso parece estar cada vez más cerca mientras madrugada y alcohol se consumen y sin saber porqué, deseas que la oscuridad se perpetúe sobre el callejón y no vuelva a surgir el sol enemigo que volverá a arrojar luz sobre tu desgracia, dormida en las tinieblas y arrullada por el aguardiente.
A los demás no vuelves a verlos, la ciudad se los ha tragado al cabo de cinco días y se han diluido entre los desechos y las falsas esperanzas que pueden encontrarse en cada calle. Al final de la jornada todos los rostros, al igual que sus historias, son dolorosamente iguales. Tan solo las voces de los recién llegados remiten a un origen particular. Después, hasta el sonido se va impregnando de fragmentos asfálticos. Voz de lodo, silente y a un tiempo furiosa, aferrada al musical origen, rebanada por bélicos monosílabos. Y tu voz emerge insurrecta y desconocida, desafiando a ese dolor que quisiste volver hierático. Brota el sonido deforme y traidor arrojando tu historia al valle del olvido alcohólico mientras el aguardiente labra puntas de obsidiana en tus entrañas. Y ahí están junto a ti cinco sombras anónimas hermanadas por una botella de plástico que circula entre sus labios y de pronto ya está muerto el frío de la noche y esa peste perpetua a sudor y amoniaco, es solo aroma humano que recuerda el hambre de carne. El aguardiente riega el germen de las falsas esperanzas y de un momento a otro están frente ti los mismos palacios que construiste al abordar el camión que te sacó de Chiapas. El oro vuelve a ser posible y palpable y el horizonte enseña otra vez las torres de un edén abundante y prodigioso. Las palabras fluyen y el paraíso parece estar cada vez más cerca mientras madrugada y alcohol se consumen y sin saber porqué, deseas que la oscuridad se perpetúe sobre el callejón y no vuelva a surgir el sol enemigo que volverá a arrojar luz sobre tu desgracia, dormida en las tinieblas y arrullada por el aguardiente.