Eterno Retorno

Thursday, March 20, 2003


Pasos de Gutenberg
Por su nombre
Álvaro Uribe
TusQuets Editores

Por Daniel Salinas Basave


Hay algo de obsesivo la pulcritud prosística de Álvaro Uribe. Da la impresión de ser un narrador que es capaz de pasar días puliendo al máximo el orden exacto de un párrafo.
En sus páginas, cada palabra parece estar en su sitio sin alternativa alguna de movimiento o modificación. Con tal grado de perfeccionismo, Uribe parece estar vacunado contra arrebatos de inspiración literaria. Su narrativa es absolutamente cerebral y da la impresión de no dejar un resquicio para la pasión en su actividad creadora
Licenciado en Filosofía por la UNAM y con una larga carrera en instituciones culturales de Gobierno, Uribe ha destacado antes que nada como ensayista y cuentista, siendo muy reciente su incursión a los terrenos novelísticos.
Su formación de filósofo queda en evidencia en Por su nombre, su más reciente novela. Pese a ser una obra ficción que en un acto de extrema simpleza puede ser catalogada como una historia de amor, la novela de Uribe tiene la estructura de un discurso filosófico.
Esto es palpable desde el primer párrafo de la obra, donde Uribe recurre a la tercera persona para presentar la que será su historia valiéndose de un método que tiene más sabor de tratado de lógica que de novela “romántica”.
Después, el autor le concede la voz a su personaje Manuel Artigas quien empieza narrar en retrospectiva su historia con Patricia, un amor de juventud que marca su existencia.
Artigas es un maduro profesor que huyendo de los tumultos que atiborran París para celebrar el falso milenio, decide pasar sus vacaciones en la costa de Jalisco en compañía de su novia francesa.
Radicado en Francia desde hace más de 20 años en donde trabaja como profesor de tiempo completo, una serie de circunstancias, acciones y omisiones, llevan a Artigas hacia los territorios del recuerdo y sin desearlo, pronuncia el nombre de su amor de juventud.
Empieza entonces el viaje retrospectivo narrado en primera persona que comienza en la década de los 60, cuando Artigas era un estudiante de Filosofía y Letras y Patricia una preparatoriana.
En el terreno anecdótico la historia podría resultar bastante ordinaria; dos jóvenes estudiantes que se conocen en un parque, un noviazgo estrechamente vigilado por una familia conservadora, un deseo siempre reprimido parecen lugares demasiado comunes. Lo que sí resulta fuera de serie es la forma en que Uribe narra una historia que podría ser ordinaria y que lleva al lector hacia planteamientos mucho más profundos.
La eterna historia de lo que pudo haber sido, la casualidad, el destino, la fatalidad, el arrepentimiento y esos millones de mínimas circunstancias caprichosas que son capaces de tejer una historia.
Esto por no hablar de la inigualable originalidad del autor para narrar episodios eróticos y bucear en la racional mente de su personaje.
Por su nombre es un producto atípico en la narrativa contemporánea mexicana. Un trabajo armado con la precisión de un relojero de oficio que pese a su aparente frialdad cerebral, fue capaz de entregar una historia fluida y hasta cautivadora.
La pregunta que cabe hacerse es: Con ese nivel de obsesiva racionalidad ¿A Uribe le divertirá el acto de escribir novelas?