Eterno Retorno

Monday, March 17, 2003


Cuanto sin vernos

Tengo la sensación de que cuatro eternidades y 17 minutos han transcurrido desde la última vez que me interné en este alucinante kaleidoscopio cibernético.
No se porque razón no se me da el blogueo en casa. Será que rara vez enciendo la computadora por entretenimiento. La computadora está encendida solo cuando debo trabajar. La cuestión es que a veces me cuesta horrores decidirme a “laburar” o la inspiración periodística simplemente se muere. Es entonces cuando incurro en la práctica del blogueo. De cualquier manera, el lunes, al entrar a los diferentes blogs, tengo la sensación de encontrarme de nuevo con un buen amigo y al verlos en mi pantalla me sale un espontáneo y sincero, “que gusto verte”.
Dado que yo no conozco personalmente casi a ningún bloguita, para mi el Universo blog es como si se tratara de un gran personaje con múltiples personalidades. Un ser multifacético con estados de ánimo contrastantes, pero un solo ser al fin y al cabo.

Fin de semana Idus de Marzo

Mi fin de semana fue relativamente sano, aunque debo confesar que no respeté las estrictas barreras abstemias que yo mismo me había impuesto.
No me la pasé a fruta y agua como había prometido y más de una gota de alcohol entró en mi organismo, pero por fortuna no incurrí en los excesos acostumbrados. Eso ya es ventaja.
Además, no bebí como resultado de arrebatos compulsivos. Pero era un crimen no acompañar con vino blanco el salmón y los mejillones que cocinó Carolina la noche del viernes.
Un Santa Helena fue descorchado y después compartimos entre ambos cuatro latas de Heineken mientras escuchábamos Chavela Vargas.
El sábado sí que me pasé de sano. Más de lo que es políticamente correcto. Desayunamos huevo tibio y toronja. En lo que a mi respecta nada de café. No cruzamos la puerta de casa. Preferimos mirar llover sin mojarnos. Dormí un buen rato al medio día. A las 15:00 estaba más que listo para ver Tigres vs Atlante. Primer tiempo horrible. Pese a no tener a Chamagol en la cancha, los Potrancos nos iban ganando desde el minuto cinco. Segundo tiempo. Estábamos comiendo la segunda parte del salmón de la noche anterior pero ahora sin vino. Ochoa recuperó una pelota casi en la línea de meta, retrasó a Irenio, este de primera para Gaitán que bajó de pecho casi frente a la nariz del portero azulgrana y fusiló. Empate al fin. Todo hacía presagiar nuevos zarpazos felinos sobre la piel del potro, pero en eso ¡ZAS¡ la pantalla se apagó. Por un instante pensé que la luz se había ido, pero no. Se había ido solo el Canal 45. Maldije mil veces a todos los dioses del Olimpo y a los espíritus chocarreros que gobiernan el alma de las antenas de televisión. Privarme del juego de los Tigres es algo más que un escupitajo en mi cara, una tragedia que los no aficionados a este gran equipo no pueden dimensionar.
El canal jamás se compuso y mi resignación no fue fácil, pero tuve que asimilarlo. Finalmente, acabé siguiendo el juego por internet y por fortuna ganamos 2-1. De hecho dos minutos después de que se fue el canal, Hugo Sánchez (sí, hay un Hugo Sánchez en Tigres pero es defensa y tiene como 21 años) asestó el testarazo letal. 2-1 y yo respiré tranquilo al final.
Al atardecer, mientras llovía, Carolina y yo pasamos un buen rato jugando cartas sentados frente a la ventana mientras veíamos la tormenta. Nos pusimos música pachecoza y relajante. Primero el Siempre es hoy, luego el Lifeforms de Future Sound of London, luego el último de Björk y después el Kid A de Radiohead (no solo de metal vive el autor de este blog). Es justo en esos momentos cuando disfruto ese estilo de música. Por la noche, inicié la lectura de Los perros de Riga y sí, a veces tengo buen olfato para los libros. Llevo como 70 páginas y aunque es una novela fiel los cánones típicos de todo espécimen policíaco que se de a respetar, hasta ahora me ha agradado bastante. Después de todo, a mi me agrada lo policíaco.
El domingo fuimos a hacer algunas compras. Unos jeans y un sweter para Carolina y unos jeans para mi. Un disco de Piazolla en la Ciruela Eléctrica (no solo de rock viven los ciruelos) y posteriormente fuimos a comer a un resturante italiano ubicado en Revolución y Novena (Victorios, creo que se llama) Delicioso y muy económico. La cuenta es la mitad de la de Saverios, pero creo que lo supera en sabor. El lugar es sencillo, con sillas de oficina en las mesas y vino de la casa muy barato (aunque ahí sí falló la cosa, pero por una jarra de 70 pesos no me podía poner exigente) Berenjenas con queso y una deliciosa pizza con cangrejos y camarón. Se me hace agua la boca de recordar. Después compramos flores en la Calle Quinta, tulipnaes morados para la sala y olorosos azahares para la recamara. Por la noche, de regreso a casa, una película muy tonta (Casarse es-tá en griego) y entre sueños vimos La tarea en el Canal 22. Y esta fue la historia de nuestro delicioso fin semana en plenas Idus de Marzo, mientras el mundo está en píe de guerra. Pero ¿se supone que uno deba deprimirse? Si iba a ser el último día de nuestra vida, pues que bueno que lo vivimos tan deliciosamente.