Notas breves
Hay tres entes en este mundo a los que siempre y en cualquier circunstancia les desearé la derrota: Estados Unidos, el PAN y los Rayados de Monterrey.
Pero ya no voy a pensar en Estados Unidos. Ya fue suficiente encabronamiento por hoy. Cambio de tema.
Sobre mi escritorio tengo una biografía de Kafka, en cuya portada aparece la fotografía del escritor. Hace rato, un compañero de trabajo me preguntó que si era el Terrible Morales.
Hace rato, el disco Engines of creation de Joe Satraiani me inspiró demencialmente. Lo mejor es que comulgó totalmente con mi labor periodística.
De cualquier manera, la neta del planeta es Rainbow con Dio en la voz. En un rato más haré mi primera escucha del día.
En el mundo tengo muy pocos, en realidad poquísimos seres queridos. En eso sí soy como un prototípico regio codo que ahorra hasta sus afectos. Pero eso sí, a esos pocos los quiero muchísimo.
Ayer conseguí por fin el número 50 de Letras Libres. Se había agotado muy pronto, al grado que primero compré el 51 sin poder encontrar el número anterior.
Enrique Krauze y Letras Libres me parecen productos colaboracionistas. Sin embargo, sigo comprando la revista. Es la única publicación de la que puedo presumir poseer todos los ejemplares. Es mi lastre.
El disco Horror Epics de Exploited se caracteriza por su buen bajo. Un bajeo muy traqueteante al inicio de las rolas, muy punketo. Me pasa Exploited. Me pasa ese tipo de punk rock atascadón. Ayer lo traje todo el día en el carro. Hoy también.
Hay blogs que checo diario, blogs que checo a menudo, blogs que checo de vez en cuando y algunos que he dejado de checar. Aún así, casi todos los días entro a alguno nuevo y algunas veces me llevo agradables sorpresas.
La primera vez que supe del lenguaje cibernético de los “ke” fue cuando me comuniqué en el mesanger con mi hermanita de 14 años. Yo, ilusamente, la corregí y le dije que se escribía “que”. Entonces me enteré que así escribe hoy en día la adolescencia en sus chats. De cualquier manera los blogs que utilizan el “ke” me generan ñáñaras. Como cuando alguien rasga un pizarrón con las uñas.
Los entendidos en literatura me han dicho que si quiero entender la narrativa contemporánea D-E-B-O de leer En busca del tiempo perdido de Marcel Proust.
Aquí en mi escritorio, frente a mi, estoy mirando la pasta negra de Por el camino de Swann que parece contemplarme con indolencia. “Durante mucho tiempo me he acostado temprano”, inicia Marcel yo siempre me acuesto temprano con Proust que es un buen conjuro contra el insomnio, pues debo confesar que nunca paso de unas cuantas páginas. Definitivamente, no entiendo la narrativa contemporánea.
En cambio, sí he leído de pe a pa y sin saltarme un solo párrafo El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha que es una obra divertidísima que te hace reír mucho más que tantos programas que se hacen pasar por cómicos.
Aquí en mi escritorio tengo algunos libros. Cuando tengo sobre dosis periodística tomo alguno y abro una página al azar. Aquí frente a mí tengo Lolita de Nabokov en una edición rosa, Grandes escritores rusos en edición de pasta dura de Océano, Guerrillas de Naipul en edición gabacha, Trópico de Cáncer de Henry Miller, Amsterdam de Mc Ewan, Dracula de de Stoker en ediciones de oferta de librería gabacha, El valle del Caos de Dürrenmatt, muchos cuadernos, revistas y cosas inutiles. También tengo muchas fotos de viajes.