Eterno Retorno

Saturday, December 25, 2004

Confesiones de Amber Aravena


Como cagando el parque de Temuco

Cuando era niña me daba pavor cagar. Tenía la seguridad de que por la tasa del escusado iba a salir un monstruo. Era horrible. Me lo imaginaba como una serpiente roja, pero con hocico y dientes de lobo. No sé si lo habré visto en algún dibujo o yo lo diseñé en mi imaginación, pero era espantoso. Yo estaba segura que el monstruo vivía en la taza del baño e iba a morderme.
Cada que tenía que ir al baño me daba horror. Era peor que caminar sola en un pasillo oscuro. Ir al baño era lo que más miedo me daba en la vida. Como quiera, me las arreglé para aprender a mear en la tasa, pero meaba con muchísima prisa. Me levantaba corriendo cuando todavía ni acababa de hacer y me manchaba toda. Pero con la cagada no podía. No había poder humano que me hiciera cagar en la taza. Mi mamá se quedaba acompañándome para cuidarme del monstruo pero la caca no salía. Pasaban las horas y yo temblaba arriba de la maldita taza. Estaba segura de que iba a sentir la mordida del monstruo en cualquier momento. Después mi mamá se resignaba y me mandaba a dormir. Algunas veces me hice en la cama, no creo que más de cuatro, pero me regañaron muchísimo. Bueno, me regañaba mi mamá porque papá era más paciente.
Entonces pasó lo peor. Tenía miedo de cagarme en la cama porque mi mamá se ponía como loca, pero me seguía dando pavor sentarme en la taza porque estaba segura de que ahí vivía el monstruo.
Me cuentan que me puse panzonsísima. No se cuanto tiempo pasó, pero yo creo que fueron varias semanas en que no podía cagar. Me metieron purgas y ni así. La panza me dolía. Hasta que papá encontró la solución. Me llevó a pasear al parque que estaba a unas cuadras de la casa. Nosotros vivíamos en un edificio de apartamentos y casi nunca podía salir al aire libre. Cuando estábamos en el parque papá me llevó atrás de unos árboles y me dijo que intentara cagar, que no me preocupara, porque en el pasto no había ningún monstruo. Y pasó lo increíble. Cagué. Cagué muchísimo y me sentí muy bien. Delicioso. Sentí que me liberé. Ese es el recuerdo más viejo de mi vida. Ese fue mi primer placer. Parece increíble. Eso fue hace 33 años y todavía recuerdo la sensación. Cagar, cagar, era delicioso, como si fuera un orgasmo. A partir de entonces papá me llevaba todos los días al parque, como una perrita de casa a la que sacan a hacer sus necesidades. Mi mamá decía que era una asquerosidad. Papá pedía paciencia. Ya se acostumbrará, ya le iremos enseñando a perder el miedo, decía. Pero el miedo nunca lo perdí del todo, aunque llegué a dominarlo. Eso me pasó cuando vivíamos en Temuco y yo vine aprendiendo a dominar el miedo cuando ya estábamos en México.
En verdad muchas de estas cosas las sé porque papá me las contó después, aunque yo sí me acuerdo mucho de las sensaciones. Puedo jurar que tengo muy presente el día en que cagué por primera vez en el parque. También me acuerdo el dolor de panza que sentía cuando pasaban muchos días sin poder hacer.
Que chistoso. Esa es la imagen y el recuerdo más importante que tengo de mi país de origen. Si fuera sincera, cada que alguien me preguntara que es lo que más recuerdo de Chile, diría que es el país donde yo era feliz cagando en el parque. Casi no me acuerdo de nada más. Ni siquiera conservo nada en la memoria acerca de esa historia que tanto me contaban. Ese mismo año huimos del país. Papá me contaba que huimos escondidos en la cajuela de un carro de la Embajada de México. La verdad no me acuerdo nada. Papá dice que yo iba dormida y que fuimos en la cajuela por más de 17 horas hasta que cruzamos la frontera boliviana.
Yo tenía tres años. Nosotros vivíamos en Temuco en donde papá era funcionario de Agricultura. En Temuco estaba el parque donde yo cagaba. Era el invierno del 73. Invierno chileno conste. Papá siempre militó en la Unidad Popular. Él me dijo que si no hubiéramos sido ocultados en la cajuela de ese carro nos hubieran matado, como mataron a muchos de sus amigos. Pero a la mierda con eso. No voy a usar este espacio para hablar de los dramas de unos exiliados. Ya bastante estoy hastiada de estas historias como para incluir la mía. No faltan románticos que le achacan mi costal de traumas al golpe de Pinochet y el dolor del exilio. A veces a mi misma me gusta jugar con eso, aunque son puras patrañas. Mis traumas los hubiera tenido con o sin golpe militar. Después de todo, el monstruo apareció en mi imaginación cuando Allende aún gobernaba. Y yo creo que el monstruo del baño se quedó a vivir muy feliz con la dictadura o no consiguió pasaporte para exiliarse, porque llegando a México, mi miedo se fue controlando.
Me daba miedo cagar sola y siempre le pedía a mamá que me acompañara, pero al menos ya no necesitaba ir al parque. Después el monstruo se me fue olvidando. Para cuando entré a la primaria ya podía ir sola al baño., aunque hasta la fecha soy estreñida. El problema es que el monstruo me ha seguido visitando de vez en cuando. En el momento en que menos lo espero, siento horror de estar sentada en la tasa del baño. De verdad, es un escalofrío y me pongo a sudar. Me habrá pasado unas cinco veces siendo ya grande. La última vez que me había ocurrido fue cuando viajé con Saladín a Puerto España. Me pasó en el baño de la casa de sus padres. Sentí que el maldito monstruo estaba ahí, listo para morderme. Los ocho días que pasé en Trinidad estuve estreñida. Después regresé a Portland y nunca volvió a sucederme, hasta anoche. Quizá esa es la razón por la que decidí empezar mi diario cibernético con mis confesiones escatológicas.
Anoche llegué a Los Cabos y abrí la puerta de esta que será mi casa por quien sabe cuanto tiempo. A lo mejor será mi casa para siempre, pues el siempre de mi existencia se puede reducir a unos días. Anoche llegué y estaba a oscuras. No encontraba donde está el transformador. Solo se escuchaba el ruido del mar. Me estaba cagando. Ya desde la carretera sentía ganas de ir al baño. Me costó trabajo dar con el fraccionamiento. Está en las afueras de Cabo San Lucas, aunque Lexy me lo pintó mucho más fácil de llegar. Tardé más de una hora en dar con él y solo logré llegar a la puerta hasta que uno de los guardias accedió a acompañarme. Para que no dudara de mi, le enseñé la tarjeta para abrir la puerta y la copia de la carta donde Lexy me autoriza a usar su propiedad. Cuando por fin estuve sola, busqué a tientas el baño. Entonces sucedió. Estaba sentada en la taza y sentí el escalofrío. La imagen del maldito monstruo me llegó nítida, igualita a la de Temuco. Rojo. escamoso, con su largo hocico de lobo. Sentí que no podía estar sentada ahí y no podía estar en esta casa. Pensé en largarme a un hotel. Pero entonces me puse a pensar en papá. Que raro, la imagen que me llegó no fue la del borracho tirado sobre sus pinturas en una banqueta de Coyoacán. La imagen fue la de mi papá como un joven de 28 años, con su pelo y su barba, y su chamarra de gamusa, la que se ponía para salir al parque. Entonces me sentí bien y salí a caminar por la playa. La luna estaba preciosa. La arena se sentía rica en mis píes descalzos. Podía ver el reflejo del Pacífico aunque prefería cerrar los ojos y concentrarme en escucharlo. Entonces lo hice. Me levante la falda, me senté y cagué en la arena. ¿Soy un asco? Los habitantes de este fraccionamiento tienen una nueva vecina que caga en la playa privada. Bonita bienvenida. Como sea, me sentí casi tan bien como en mis tardes del parque en Temuco. La misma paz, esa plenitud existencial, esa liberación. Me sentí relajada y me dormí, ahí, sobre la arena y el sueño fue como un exorcismo.

Trabajando en Navidad

Mientras ustedes diluyen la modorra en sus casas desordenadas y atiborradas de papeles de regalos. Mientras ustedes estrenan el nuevo juguete y tratan de entenderle al nuevo videojuego o descifrar las instrucciones en japonés del recién regalado aparato y meriendan en piyamas las sobras del pavo y el puré, yo estoy aquí en la redacción, al píe del cañón, currando duro.
No recuerdo haber trabajado antes un 25 de diciembre ¿O sí? Siempre me ofrezco para trabajar en Navidad, pero en los años anteriores se trabajaba el día 24 y el 25 se descansaba. Hoy fue al revés. En realidad me siento a gusto de estar aquí. Se respira la pura paz en la redacción, el dulce silencio, la atípica tranquilidad. Sólo unos cuantos estamos aquí y el estrés y las prisas habituales que enmarcan el atardecer en todos los periódicos del mundo, hoy brillan por su ausencia. ¿Se imaginan si así fueran todos los días? Y no, no ha sido precisamente tranquila la Navidad en Tijuana. Del 24 al 25 de diciembre ha habido ocho muertos en nuestra ciudad entre asesinados, suicidios y accidentes diversos, que incluyeron en el macabro repertorio la intoxicación alcohólica de una jovencita de 12 que no sobrevivió a su primera borrachera, además de los infaltables encobijados y encajuelados que la mafia se encarga de sembrar puntualmente cada día.

Por lo que a nosotros respecta, pasamos la Navidad por segundo año consecutivo en Popotla. La casa de mi familia política es como una enorme posada. Ellos se han tomado muy en serio aquella estrofa de la canción: eeeen el nooombre del ciieeelooo, os pido posada. Y es que su hogar acoge con gusto a todos los corazones solitarios y las almas vagabundas de Rosarito. Así las cosas, nos hemos acostumbrado a celebrar la Noche Buena con improbables personajes. Por lo que respecta al pavo, fue delicioso, pero aún mejor la pasta que preparó Carol (invariablemente, siempre la parte que prepara Carolina es la más suculenta de la cena) Los padres de Carol nos han regalado un DVD. Ya entramos a la era de la tecnología luego de años de aferrarnos al obsoleto video. Ojalá no hayan creado un monstruo y provoquen que ahora me dedique a comprar puros dvd de conciertos metaleros. Carolina me ha regalado un jersey del Milán, justo el que deseaba para la colección. Sepan ustedes que uno de mis mayores y más caros vicios, consiste en coleccionar camisetas originales de equipos de futbol de todo el mundo. Tengo muchísimas y disfruto inmensamente cuando me regalan una. La de Milán siempre se me ha hecho muy elegante. Me gustan los colores rojo y negro y su escudo me parece majestuoso. Inolvidable aquella Bestia Negra de Gullit y Van Basten, aunque la actual, comandada por el ucraniano Sevchenko va que vuela para campeona de Europa. Yo le regalé a Carol un celular de aquellos de cámara de video, foto y cuanta curiosidad se imagine usted. Las calles están preciosamente vacías. Si todos los días tuviéramos este tráfico, manejar sí que sería un placer. Viene desde Rosarito conduciendo relajadamente por la carretera libre rodeada de flores amarillas y verdes pastos mientras escuchaba el en vivo de Iced Earth en Grecia. El cielo y el mar formando un azul matrimonio perfecto, el viento fresco, el solecito pegando de frente. Ahora mismo me dispongo a escribir la columna con el Rust in Peace de Megadeth en mis oídos y las ganas de irme a tomar unas cervezas noche buenas por ahí.



Thursday, December 23, 2004

Navidades

En los últimos once años, sólo he pasado una Navidad con mis padres: La de 1996, cuando regresé a casa después de estar más de siete meses fuera del país. La primera Navidad que pasé lejos de la familia fue la de 1994, aquella fatídica del Error de Diciembre, que pasé en casa de mi amigo Salvador Adame en Tecamachalco. La siguiente, la de 1995, la pasé en la sierra de Chihuahua, en el pueblo de Baborigame, una aldea de tepehuanes, en la misión de un sacerdote jesuita (sí señores, aunque ustedes no lo crean este radical ateo tiene muy buenos amigos dentro del clero) Esa Navidad con los tepehuanes fue la más bonita Navidad de mi vida adulta. De niño todas las navidades son mágicas, pero de adulto te acuerdas de muy pocas. Esa de 1995 en Baborigame fue inolvidable. Un pueblo helado, al que sólo podías llegar en avioneta, en medio de la sierra. Si en algún momento de mi vida me he hablado de tú con lo sagrado, fue en ese viaje.
En 1996, como ya he dicho, llegué a casa de mis padres luego de viajar por tierra desde Boston hasta Monterrey, haciendo estratégicas paradas en las más bellas ciudades de la Costa Este. En 1997 la Navidad la pasé con mi amigo Jopyrrako Montero en el ruedo de Real de 14 cagándonos de frío y mirando estrellas. Y desde 1998 hasta las fecha, todas las navidades han sido bajacalifornianas y no tijuanenses por cierto, sino rosaritenses. Las últimas siete navidades de mi vida, contando la de mañana, si es la Santísima Muerte me da vida, las he pasado en el Municipio de Playas de Rosarito en algo que ya se ha transformado en una linda tradición. Y en algo que ya se está volviendo también una tradición, los fines de año son con mi familia, allá al píe del Cerro de las Mitras.

Left Hand Path

En la víspera de la Nochebuena trabajando en la redacción y en mis oídos uno de los mejores discos de Death Metal que se han parido en toda la historia de la humanidad: El Left Hand Path de los suecos Entombed. Grabado en Estocolmo en 1989, este disco se considera el padrino de toda la escena sueca. Sí, ya se que antes existían los doomeres de Candlemass o Treblinka, pero el Left Hand Path sentó las bases de toda una escena. Es una auténtica piedra angular. Entombed nace de las cenizas de una banda de grind hard core llamada Nihilist. De hecho el Left Hand incluye rolas como Premature Autopsy que son de Nihilist. Me siento afortunado de haber podido escuchar en vivo a Entombed el año pasado en San Diego. Hoy en día que las bandas de metal se han dado como setas en Suecia con tan buenos exponentes, vale la pena recordar a los padrinos. Que bello es deleitar a los oídos con un disco endemoniadamente bueno, de esos que pasan los años y jamás pierden vigencia. Creo que junto con el Slaughter of the Soul de At the Gates, de la escena rival de Gotenburgo, el Left Hand es el néctar mismo del Death Metal escandinavo.

Verde

No cabe duda que un poco más de lluvia, sólo un poco más constantemente, haría que viviéramos en un edén. Bastan unas gotas para poner verdes todos los cerros. Hoy por la mañana fuimos por la carretera vieja a Tecate y el verde las montañas, en armonía con un cielo cachondamente azul, pintó un cuadro de aquellos que sólo crees ver en promocionales turísticos. Si señores, Baja California es bello. El camino a Tecate es precioso. Lástima que los cerros estén siempre tan secos. Pero esta noble tierra requiere sólo unas gotas para pintarse de verde.


Los tribuneros

Nunca he sido aficionado a las tribunas de radio y muy raramente las oigo. Pese que podrían ser un excelente medio de presión política y acción social, veo que las más de las veces se quedan en un estéril chismorreo y recital de letanías comunes sobre los problemas de la ciudad. Por si fuera poco, los ciudadanos que hablan suelen ser los mismos. Pero bueno, perro no come perro y no soy yo quién para criticar la labor que hacen otros colegas.

La cuestión es cuando estos colegas se benefician de tu trabajo y no tienen la decencia o la educación para darte el más mínimo crédito. A menudo los locutores de radio leen el periódico al aire. Me he acostumbrado a ello, pero no por eso deja de molestarme.

Les pondré nada más como ejemplo lo que me sucedió esta mañana: Hoy muy temprano fui a Palacio Municipal y a las 9:00 de la mañana Jorge Hank Rhon dio a conocer la renuncia de su director de Relaciones Públicas.
Dado que tenía una agitada mañana, escribí en chinga la nota y la subí al Internet a la página del periódico y de ahí nos fuimos quemando llanta a cubrir otro asunto.
Pues bien, resulta que iba en el carro escuchando el programa del popular Manuel Suárez Soto, cuando en eso lo escucho decir que tienen una noticia de última hora: El director de Relaciones Públicas del Ayuntamiento de Tijuana William Yu renunció a su puesto bla, bla, bla. Perfecto señores, esa era una noticia del dominio público, que se dio a conocer delante de todos los medios y ningún trabajo le costaba obtenerla al señor Suárez Soto. No me extrañó que la diera al aire. Lo extraño fue que la leyera textualmente como yo la escribí, con puntos, comas, frases textuales. Íntegra la leyó el señor. Ni un párrafo más, ni un párrafo menos. Es obvio que en ese momento estaba con su computadora leyendo la página de nuestro periódico. Yo le hubiera agradecido mucho si hubiera tenido la amabilidad de decir al final que la noticia la había leído en nuestra siempre actualizada página cibernética. Con todo gusto, no hay problema de mi parte. Pero me caga que alguien cómodamente sentado presente como suyo mi trabajo, mientras yo me parto el lomo por conseguir la información y redactarla adecuadamente. Ahora resulta que también trabajo para la radio y no me he enterado.

Ayer visité una maquiladora en donde se fabrican modernos sistemas y accesorios de telecomunicaciones.
No diré su nombre pues no es mi intención señalar particularmente a esa fábrica o hacerle una crítica en particular, sino únicamente señalar las impresiones que me llevo cada que visito un lugar de producción en serie.
Debo reconocer que no deja de ser sorprendente ver las cosas que se elaboran en esta nuestra Tijuana. Tras las paredes de esos inmundos galerones que yacen cual gigantescos dinosaurios en medio de los parques industriales, se produce alta tecnología. Todos sabemos que Tijuana es la capital mundial del televisor. Sin embargo, aquí se fabrican toda clase de chuchulucos para videojuegos, sistemas aéreos de comunicación, telefonía celular sensorial y de más curiosidades. Por una parte me sorprende mucho verlo, he de confesarlo. Sin embargo, me es imposible no verme invadido por cierto horroroso sentimiento cada que visito una maquiladora. De una u otra forma, siento que se materializan las peores pesadillas de George Orwell. El presidente de la compañía hablaba orgulloso del alto sentido humano de la fábrica, algo que los distinguió para ganar el Premio Nacional de Calidad. Sin embargo, es precisamente cuando los empresarios se ponen a hablar de filosofías laborales cuando siento más horror. De entrada al empleado no se le llama empleado. Se le llama asociado pues es una forma de hacerlos sentir parte de algo más, de un equipo, de una familia, qué se yo (¿tendrán acciones de la compañía acaso al ser llamados asociados?)
También se hablaba de estímulos a la productividad, la puntualidad, la buena actitud. Por ejemplo, empiezas usando una bata azul, pero si progresas, pasas a ser bata amarilla y así sucesivamente. Los galerones están llenos de cuadros enmarcados con mantras triunfalistas típicos de toda Biblia empresarial, frases de libro de motivación, diagramas para la superación a lo Miguel Ángel Cornejo y por supuesto, códigos de conducta. A mi alrededor, varias decenas o acaso centenares de obreras vestidas todas con bata azul, cuya mirada estaba clavada en los pequeños tornillitos o piezas que debían colocar una tras otra. Pensé en ellas, en las historias tristes que habría bajo cada una de las batas azules, en los poquísimos centavos que llegan a esas manos que pasan miles de horas ejecutando el mismo movimiento. Paradójicamente, cuando el capitalismo me resulta más pesadillesco, es cuando se arropa con hábitos sacerdotales que pretenden ir más allá de un empleo. En afán de ser humanitarios, los empresarios diseñan estrategias con palabritas extraídas de sus idiotizantes tratados de superación personal y de calidad y productividad.
Por ejemplo, me permito tomar prestado este mantra que define, supuestamente, los valores empresariales de una exitosa compañía regiomontana:

Tenemos el compromiso de crear un ambiente en el que nuestra gente pueda madurar su potencial y desarrollarlo al máximo. A medida que emprendemos nuevos retos y nuestro trabajo se vuelve más exigente y creativo, nos esforzamos continuamente para no sólo brindar a nuestros empleados el entrenamiento y las herramientas necesarios para su desarrollo profesional, sino fortalecer su determinación para alcanzar el éxito personal y tomar control de su futuro.
Sabemos que es necesario crear una base de talento que comprenda lo que implica tomar el liderazgo, y que además ayude a otros a ser líderes, que adopte nuevas técnicas y que conozca los fundamentos de nuestra compañía y nuestra industria.

Bueno, ya fue mucho

Cuando escucho la palabra liderazgo siento nauseas. En realidad todo el lenguaje Itesm me da asco
Todo sistema totalitario se vuelve aún más abominable cuando trata de mostrar su lado bello. Bush resulta especialmente monstruoso cuando carga un niño. El Gulag de Stalin se mostraba infernal en esos ridículos murales de familias felices que se amaban bajo el sol comunista
No tengo nada en contra de la maquiladora que visité. Simplemente me horrorizó, como me horrorizan todas las maquiladoras del mundo. Sin embargo, entiendo que debe ser más horrible morirse de hambre en la calle.
En 1999, cuando descubrí el mundo de las maquiladoras, me inspiré para escribir una historia a la que titulé Odiando a Dios en Tijuana .



Me permito transcribir un fragmento de aquella pinche historia

(sí Daniel , hasta crees que alguien la va a leer)

V
Agarrar jale está fácil. Dicen que te entrevistan y hasta pasas con una psicóloga, pero pura madre, ya estás adentro nada más con haberte acercado, ni la secundaria, saben que así de rápido te vas y te dicen que no hay problema, mañana empiezas, ¿mañana?, Sí, mañana y a lo mejor no llegas a pasado, aquí nadie dura, ni la mano de obra, ni su fruto. Salen las teles, los radios, los muebles, la ropa, salen por miles en trailers y se van, quién sabe a dónde unos cuantos años y después vuelves a verlas rematadas en algún mercado de segunda o hasta en los basureros. Con las manos sucede lo mismo. También son muchas, también sobran y están a la barata aunque duran menos que los aparatos. Pero no importa, nada se pierde, nunca van a faltar, van a desfilar por aquí, venidas de quien sabe donde y se van a ir y sí, también los vas a ver luego echados en un basurero, no van a salvarse, de eso no hay duda. Aquí arriban muchas esperanzas y se acaban por disolver, aquí todo es efímero, desechable y lo peor es que no se recicla, ni siquiera se biódegrada, se queda ahí, contaminando la tierra, chupando sangre como una garrapata, negándose a dejar de existir, depredando cuanto se mueve a su alrededor.
¿Que vienes de Chiapas? Que chingados importa de donde viene la mierda cuando cae al resumidero, aquí llegaste, aquí estás, aquí vas a permanecer, primero dirás que es un rato, que vas a agarrar feria y te regresas, pero esto es la arena movediza, mientras más te muevas más vas a hundirte y de pronto te darás cuenta de que han pasado cinco años y aquí estás detenido.
El trabajo no tiene pierde, cualquiera puede hacerlo aunque lo cabrón va a ser aguantarlo. Claro, a la hora en que estás en Recursos Humanos te dicen que aquí hay oportunidades para el que quiera superarse, la empresa entiende, por supuesto, que lo más valioso es su patrimonio humano y hay promociones, incentivos, ascensos, esto es solo de tener ganas, ser responsable, positivo, que, ¿a poco cuesta mucho regalar una sonrisa al llegar a trabajar? Eso sí, nada de retardos, nada de distracciones ni de ligues adentro de la empresa, ninguna palabra, ningún movimiento ajeno a la labor, para eso está el supervisor que no se la va una sin reportar. Al supervisor su trabajo le ha costado llegar hasta donde está, él empezó como ustedes, pero sacó a tiempo la chamba, le echó ganas, ¿ya ven? Todo es querer. Tu labor será poner un par de tornillos en un casete, que llegará a tus manos cada cinco segundos durante ocho horas seguidas, no debes parar, para eso vas a tener dos recesos de 15 minutos que te va a asignar el supervisor.
¿La paga? Pues para empezar estamos pagando el mínimo con las prestaciones de ley, hay un incentivo de 35 pesos por puntualidad y premios mensuales de 70 pesos para los empleados más productivos, o sea que eso de ustedes depende.
Una vez adentro ya nada importa. No hay rostros, ni voces bajo el cetro del ruido, amo y señor que engulle sueños, pasiones, risas y llanto. El aparato digestivo de la máquina no cesa su crónico estertor, sordo ante la amalgama de frustraciones que se derriten en sus fauces para quedar convertidas en un mismo cuerpo pastoso, incoloro, bolo alimenticio procesado en ponzoña, excremento abortado sobre grava.
¿Querías trabajo? Esto es la carne del futuro. No hay maizales sepultados bajo el lodo, ni semillas calcinadas en las grietas de la tierra, no sientes el brazo de sol flagelando tu espalda, ni la sal del sudor cegando tus ojos. Aquí olvidarás que hay cielo y nunca el viento volverá a secar tus lágrimas. ¿Lo ves? Has regresado al paraíso perdido, no tendrás que herir la tierra con tu sudor para ganar el pan ni sujetarán tu vida a los caprichos de unas nubes tiranas. Tu salario estará ahí, al igual que los tornillos y las plásticas estructuras que vomitará la máquina para que tus manos le den forma de suculento bocado capaz de sosegar el vientre sin fondo del consumo. Ni siquiera debes caminar, permanecerás ahí, en el mismo punto, bajo techo, sobre cemento, en mecánica eternidad. Por la noche quedará el retorno a casa, amontonado entre sudores pestilentes en la oscuridad de una calafia que desgarra el último aliento de su lamina en el caos. La caricia de aguardiente en tu garganta no es capaz de apagar el ruido. Sólo trae mórbidas nostalgias y sed de venganza. El ruido no muere, ni siquiera el sueño seco es capaz de sofocarlo. Llega, dibujado en los rostros obtusos de los que a tu lado comparten la condena. ¿No es esto fantástico? El progreso atravesó el Pacífico desde el lejano oriente y desembarcó como un redentor dispuesto a condenar a los avernos la prehistoria campesina. La saliva de la bestia es el infinito océano, la ubre de escamas capaz de amamantar al mundo. Y tú estás ahí, lánguido como un feto, aferrado a tu cadena umbilical.


VII

El instante es masa plástica impregnada en tus poros, eterno retorno de una desesperación incapaz de herir la piel del tedio. Aún no concibes como opera en tus venas esa anestesia que logra sacarte ocho horas del mundo, con tu mirada fija en un objeto inmortal que renace con los ciclos del ruido. Ahí están tus ojos, petrificados y prisioneros, ignorantes de un entorno igualmente inhumano. Ojos doloridos y calientes ¿A dónde podrías voltear? ¿A dónde huir si la imagen del universo se ha congelado? El único vestigio de vida en la encapsulada atmósfera de quién sabe que tantos químicos, es la pestilencia crónica de un sudor seco, recordándote de la presencia de esas otras almas que comparten tu soledad silenciadas por el rugir de la máquina. Pronto olvidas la fecha y te vuelves indiferente a la luz del día. No podrías precisar si esa primera semana se ha diluido en un minuto o ha sido un trepar por el muro de la eternidad con el cuerpo encebado. Ahí está el maná arrojado por el cielo del progreso que solo cubre esta tierra prometida. Tu primer sueldo, tu supervivencia grapada en una bolsa de plástico, contabilizando cada segundo que ha transcurrido dentro de esta condena. Ya podrás decirles en tu pueblo que has logrado exprimir alguna gota de la ubre plástica de la gran ciudad, gotas que se evaporan en tu búsqueda incesante de olvido y escape. No sabes por qué pero piensas en tus hermanos, fundidos ahora en la tierra que trabajaron cada día de su existencia, materia siempre viva aún en su muerte, diluyéndose en las entrañas de larvas y zopilotes. Hermanos, tierra, marionetas del temporal, juguetes de los dioses de la selva. Aquí no hay sol a sol pues ni siquiera existe el aire y has olvidado lo que puede sentir tu pie descalzo al hundirse en el lodo o al quemarse al contacto de los terrones resquebrajados. Por momentos desearías mirar al cielo y angustiarte ante la amenaza de tormenta o sentir un escalofrío ante la serpiente que se arrastra entre tus pantorrillas, pero aquí los monstruos no tienen la sangre caliente. Sólo existe la máquina y el ojo siempre al acecho de un supervisor sin rostro. La infinita misericordia tus patrones te concede un respiro de rigurosos 10 minutos que se ahogan en el frío de una lata de pepsi mientras a tu alrededor escuchas quejas, chismes y piropos. Y es ahí alrededor del rojo neón de la máquina de refrescos enlatados donde surgen las historias, crónicas de dolor y esperanza inherentes a todo éxodo, pedazos de nostalgia y falsas expectativas de trascender las ruinas del futuro. Un millón de historias que son una, hermanadas en el sueño mutilado y en ese sentir que aunque el cielo está siempre ennegrecido, la vida aún depara algún tesoro oculto al final de un arco iris. En medio de ese fugaz oasis en el desierto de la jornada, cada una de esas manos que van y vienen, esa fuerza efímera y desechable tiene una voz que surge en bruto. Todas las voces remiten a una inmensa lejanía en donde se encuentra siempre el origen, de la esperanza y la tragedia, donde aguarda siempre un útero materno y un santuario. ?Allá en mi tierra?, pero esa tierra es siempre irrecuperable y las ansias de regreso son solo un consuelo para mitigar el dolor. Del grupo de chiapanecos con quienes emprendiste la travesía en Tuxtla apenas quedan unos cuantos. A los demás no vuelves a verlos, la ciudad se los ha tragado al cabo de cinco días y se han diluido entre los desechos y las falsas esperanzas que pueden encontrarse en cada calle. Al final de la jornada todos los rostros, al igual que sus historias, son dolorosamente iguales. Tan solo las voces de los recién llegados remiten a un origen particular. Después, hasta el sonido se va impregnando de fragmentos asfálticos. Voz de lodo, silente y a un tiempo furiosa, aferrada al musical origen, rebanada por bélicos monosílabos. Y tu voz emerge insurrecta y desconocida, desafiando a ese dolor que quisiste volver hierático. Brota el sonido deforme y traidor arrojando tu historia al valle del olvido alcohólico mientras el aguardiente labra puntas de obsidiana en tus entrañas. Y ahí están junto a ti cinco sombras anónimas hermanadas por una botella de plástico que circula entre sus labios y de pronto ya está muerto el frío de la noche y esa peste perpetua a sudor y amoniaco, es solo aroma humano que recuerda el hambre de carne. El aguardiente riega el germen de las falsas esperanzas y de un momento a otro están frente ti los mismos palacios que construiste al abordar el camión que te sacó de Chiapas. El oro vuelve a ser posible y palpable y el horizonte enseña otra vez las torres de un edén abundante y prodigioso. Las palabras fluyen y el paraíso parece estar cada vez más cerca mientras madrugada y alcohol se consumen y sin saber porque deseas que la oscuridad se perpetúe sobre el callejón y no vuelva a surgir el sol enemigo que volverá a arrojar luz sobre tu desgracia, dormida en las tinieblas y arrullada por el aguardiente.

La Clase Media (La contradicción como ejercicio)

Acuse de recibo sobre los comentarios de Bruno Ruiz en torno a mis exabruptos sobre la clase media. Bruno Ruiz tiene toda la razón y todo el derecho de hacer este señalamiento, porque evidentemente, yo no puedo siquiera pretender que mi estilo de vida, ingresos y perspectivas estén fuera de la clase media.
Tal vez deba aclarar que al burlarme y criticar las costumbres de la Clase Media, no pretendo sustraerme a ella, porque se de entrada que sería ridículo siquiera intentarlo.

Que es absurdo clasificar, encasillarse y poner etiquetas, ya lo se, pero si en algo sigue teniendo razón Marx es en que el mundo se divide en clases sociales. En lo que se equivoca, es en la llegada de la lucha de clases y la posterior igualdad económica. Las diferencias económicas existirán por toda la eternidad. Aunque uno quiera estar fuera de determinado grupo socioeconómico, habrá banqueros, inmobiliarias y comerciantes que se encargarán de clasificarlo a uno. A mí una inmobiliaria me clasificó como un tipo con derecho a optar por una vivienda de nivel medio. ¿Y qué hice yo? Precisamente comprar esa vivienda.

Justamente en los meses en que andaba viendo casas para comprar, escribí un post en el que me reía de lo horriblemente clasemediera que resulta esa actividad de ir a evaluar viviendas y hablar con promotores. Me reí demasiado de ver que todos los tipos que me topaba en las casas mientras sacaban la calculadora y evaluaban con docta ignorancia la calidad de las viviendas, eran todos ellos gente más o menos de mi misma edad y con ingresos similares a los míos. La clase mierda nos hermana. Triste y esclava condición, lo acepto, pero aún así disfruto burlándome de ella.

¿Por que escribí el reciente post referente a los clasemedieros que van a los centros comerciales como una mosca sobre el pastel? Lo confieso, porque yo fui a Plaza Río y no únicamente a burlarme de los clasemedieros, sino a comprar regalos de Navidad. ¿Y por qué fui a Plaza Río? Porque tenía poco tiempo y había demasiada fila para cruzar a San Diego, no por solidaridad con los comerciantes mexicanos. De haber tenido más tiempo libre, me hubiera dejado ir al Fashion Valley. Y no, no creo en Dios, ni creo en la Navidad, pero resulta que sí doy unos cuantos regalos (además, mi esposa cumple años el 20 de diciembre y su cumpleaños es para mí más importante que el cumpleaños de cualquier dios).

Me río de la gente que con su carota de turista se va a retratar a la catedral de Notre Dame justo en el mismo sitio y enmarca la foto que millones y millones de clasemedieros del mundo se han tomado. ¿Y qué hice yo? Pues también me tomé esa foto.

Seamos realistas: Por más que seas un anarquista lector de Bakunin y adicto a Crass, o un satanista radical de la iglesia de LaVey, o un budista vegetariano, la condición socioeconómica te condiciona y te esclaviza. Niégate, enfréntate, enójate y fabrica una bomba casera, pero si no pagas el teléfono, te lo cortan y a Telnor le vale madre que seas lector de Malatesta y si no pagas tu renta te echan a la calle aunque creas en la propiedad comunal.

La clase media me esclaviza y me hace representar una de las parodias más estúpidas de la condición humana. Pero al menos no me ha negado todavía el derecho a reconocerme dentro de ella y reírme a carcajadas de mi condición. Condición que compartimos todos o casi todos los huéspedes de la blogósfera, pues aquí no se ve que sobren proletarios o magnates.

Tuesday, December 21, 2004

Sí, de vez en cuando me posee el espíritu de Ciorán y esas pinches ganas de escupir sobre todo. Me suele suceder cuando voy a la Plaza Río en época navideña. Mi espíritu es susceptible de afectarse ante tan apocalíptico cuadro.
Pero no os vayais con la finta. Lo juro. No estoy furioso. No estoy enojado. De hecho, tengo que confesarlo: Estoy contento. Y eso que en la Navidad se celebra el cumpleaños de un dios en el que no creo y sin embargo, traigo cierto espíritu de cariño, de no hay pedo, de acepto tu abrazo aunque sepa que es hipócrita. No importa que mi cuerpo se haya declarado en rebelión y haya confesado públicamente que ya no me quiere, que me guarda rencor por tantas malas pasadas, noches en vela, jarras de vino, comidas a deshoras, trabajos forzados, deseos mutilados, orgías de razonamientos estériles. Mi cuerpo y yo ya no nos llevamos. Pero yo me deleito haciendo quién sabe que cosas y vuelvo a ser feliz.

Historias

Hoy escuché historias tristes de empleados del pasado ayuntamiento panista que se rasgan las vestiduras al verse de golpe y porrazo arrancados de la ubre pública.
Llaman a mi teléfono, piden que interceda por ellos, que les saque alguna nota diciendo lo buenos que eran, el gran trabajo que hicieron en su dependencia, lo injusto que es su despido, lo cruel que será pasar Navidad sin un quinto. Veinte días después empiezan a hartarme. Ante todo aprecio la lealtad en las personas. Creo que por un mínimo de sentido común, se puede deducir que al entrar un ayuntamiento de un partido diferente, las cabezas de los empleados de confianza que servían al anterior alcalde están condenadas a rodar. Digo, lo más digno era autoinmolarse al ver perdida la batalla y renunciar el 30 de noviembre. Pero la moda es ver a los que en agosto eran fervientes panistas, declararse trabajadores institucionales, al servicio de Tijuana y del Ingeniero. Seguro estoy que si les pidieran afiliarse al PRI y besar la mano del Alcalde a cambio de conservar sus puestos, no dudarían en hacerlo. Por desgracia para ellos, no tendrán esa oportunidad y deberán que tragarse a sorbos su indignidad. No cabe duda que el desempleo arrastra al hombre a cualquier tipo de humillación.

Hoy escuché historias de arribistas surgidos bajo las piedras, que de la noche a la mañana se transforman en funcionarios por obra y gracia del dedo del Presidente.
De marranos oportunistas, líderes de inmundas cofradías que hoy en día pasean orgullosos cuál señores feudales presumiendo su recién estrenado manto de impunidad.
De comunicadores que fungen como agentes colocadores de empleos y grilladores profesionales al servicio del mejor postor.
De ignorantes que se regodean en la orgía de lo burdo, de mentecatos que se embriagan con sus babas y se deleitan en festín con sus heces.


Hoy escuché historias de pobres. Cientos de pobres, miles de pobres. La miseria feroz ha tomado las calles. Los miserables son universales. Sus actitudes, sus anhelos, su perpetua humillación trasciende épocas y culturas. El pordiosero y la prostituta son los seres más universales de la humanidad.
Los pobres piden, los pobres lloran, lamentan, buscan la redención del poderoso. Los pobres buscan un dios, una deidad de desdichados, una deidad que santifica la piedad, una deidad que les viene como anillo al dedo. Historias de pobres, narradas por los pobres. Injusticias, desgracias, valles de lágrimas y muchos niños, siempre rodeados de niños, chamagosos, infestados de parásitos, siempre corriendo y chilloteando mientras sus padres aguardan la piedad del poderoso. Los pobres están obsesionados por la procreación. Sienten que deben repetirse, perpetuarse en especie, poblar con su estirpe este planeta de desgracias. Me he acostumbrado a las historias de los pobres, a esa crónica letanía que busca ser santificada y que un día, en una abrir y cerrar de ojos, estalla en furia, derrama sangre, proclama revoluciones, danza frenética sobre el cadáver de su opresor y después vuelve a su reino de dolor, al trono de inmundicia que la eternidad les ha reservado en donde yacen anestesiados por el elíxir de la ignorancia por los Siglos de los Siglos.


Hoy escuché historias de clasemedieros. Cientos de clase medieros ¿Cientos? Miles, millones de clasemedieros. La Navidad es la apoteosis del clasemierdero, su non plus ultra. El clasemierdero con su aguinaldo en la bolsa, el clasemediero que reparte buenos deseos, abrazos hipócritas y acuchilla sin piedad su tarjeta de débito mientras se arroja a los centros comerciales como las moscas sobre el pedazo de pastel. El clasemediero que pretende y anhela, el clasemediero al que le urge demostrar, ser envidiado. El clasemediero que está urgido de superar complejos ancestrales y condenas impostergables.


Hoy escuché muchas pinches historias que he escuchado toda la vida y que francamente empiezo a estar hasta los huevos de escuchar.



Futbol femenil

Hace ocho años y veinte kilos, en el verano de 1996, jugué futbol en un equipo de un poblado de Nueva Inglaterra llamado Billerica.
Esa fue la última vez que jugué futbol en un equipo formal en canchas reglamentarias, con árbitros, jueces de línea y 90 minutos de tiempo.
A partir de ese año todo han sido informales cáscaras cada vez más esporádicas. Mi estado físico no me deja mentir.
Bellos recuerdos tengo de aquel verano. Jugábamos en canchas preciosas, verdaderas alfombritas de hierba fresca en las que daba gusto barrerse, tirarse y sentir el olor del pasto.
Jugar con anglosajones fue una buena experiencia. En aquella liga jugaban muchos irlandeses, escoceses y algunos caribeños. Un futbol más físico que técnico. Corrían mucho, no se cansaban los gringochos y te exigían mucho. Que subieras a rematar en los tiros de esquina y de inmediato bajaras a defender. No eran muy gambeteros, pero sí muy fuertes y correlones.
Sin embargo, el detalle más trascendente y singular de aquella liga amateur de Nueva Inglaterra, es el hecho de que era una liga mixta. En todos los equipos había mujeres y hombres. De hecho, el reglamento obligaba a alinear un mínimo de tres mujeres. Fue ahí cuando pude constatar la técnica endemoniada que puede tener una mujer para jugar al futbol. Cuando vi jugar a las gabachas sólo pude decir: Mis respetos.
Desde entonces me ha quedado claro que una mujer puede perfectamente jugar en un equipo masculino. La técnica es cuestión personal, no de sexo. Por ello estoy en desacuerdo con el freno interpuesto por la FIFA en contra de Maribel Domínguez, a quien no permitieron jugar en Celaya. En muchas ligas semiprofesionales de Estados Unidos se juega con equipos mixtos. Por eso mismo sus equipos nacionales femeniles son tan poderosos.
Claro, hay cosas que uno no puede evitar y es que la caballerosidad se pone en tela de juicio cuando tienes que entrar duro para frenar a una gambetera que se te escapa y amenaza con colarse al área que defiendes como celoso guardián.
Como nunca he tenido una gran técnica y soy tosco para jugar, mis faules suelen ser recurrentes. En aquel equipo de Billerica yo jugaba de lateral y en una ocasión le llegué fuerte a una morrita que jugaba bastante bien. Metí tremenda barrida, pero con tan mala suerte, que le zorrajé soberbio patadón en la espinilla.
La morrita se desplomó pegando de gritos, y yo, queriendo morir de vergüenza, sólo accedía a decir, sorry, sorry, please, forgive me. Al final todo quedó en una amonestación en mi contra y en la sospecha de que la morrita exageró la caída, aunque el recuerdo de sus gritos aún me tortura. A partir de ese momento, me volví caballerosamente blando a la hora de ir a marcar a las señoritas delanteras y ello provocó que muchas de ellas me driblaran. Ese es el único inconveniente que le veo a jugar con damas.


Maradona es mejor que Pelé

Maradona es superior a Pelé. Quienes se han dado a la tarea de coronar al negro como el mejor jugador de la historia, se basan en juicios de personalidad, no de calidad futolística. A Maradona le tocó jugar en una época de marcas férreas, de sistemas con candados ultradefensivos, con medios de contención dedicados a romper piernas y con la FIFA y las buenas conciencias del mundo conspirando en su contra.
Maradona y diez tipos más ganaron contra todos los pronósticos el Mundial de México 86 y se colaron a la Final de Italia 90 donde la mano criminal de Codesal los condenó a ser subcampones. A Pelé le tocó el cómodo papel de ser el director de una constelación de estrellas como Tostao, Rivelino, Gerson y que decir de Garrincha, quien lo eclipsó en el Mundial del 62 (claro, la lesión de Pelé no fueron enchiladas) con quienes la tenía muy fácil.
En lo que se refiere a clubes, se habla mucho de los mil 200 goles de Pelé. El Negro jugó en un Santos todo poderoso en la liga brasileña o en un Cosmos armado especialmente para él en donde las goleadas eran recurrentes. Nada que ver con el Nápoles de Maradona. Nápoles era un equipo colero de la liga más ultradefensiva del Mundo, en un torneo plagado de estrellas en donde un equipito chico y discriminado como Nápoles, competía contra Juventus de Platini, contra Milán de Gullit y Van Basten, contra Inter de Matheus entre otros. Pues bien, en esa liga Nápoles fue campeón dos veces y campeón europeo. ¿Habría hecho lo mismo Pelé? No lo creo. Él tenía la mesa puesta con el Santos. Maradona siempre tuvo todo en contra.
Por si fuera poco, hay toda clase de prejuicios extrafutbolísticos por los que existe una marcada preferencia hacia el brasileño. Pelé es el bueno de la película, el negrito simpático consentido de todos, en especial de la FIFA, el que lleva una vida ejemplar y coopera con las buenas causas del Mundo. Maradona en cambio es el cocainómano engreído, petulante y degenerado que todos odian, en especial la FIFA y Estados Unidos, que hacen todo lo posible por desprestigiarlo. Yo, le voy a Maradona.

Crudas afrodisíacas

Si es necesario que ratifique mis declaraciones publicadas hace mucho en este blog, lo haré. Sí, en efecto, la cruda es muy afrodisíaca. Coincido con Morcillo. Claro que hay de crudas a crudas. Si la cruda en cuestión es el resultado de una borrachera que te llevó al malestar estomacal y a la nausea, es poco probable que sea afrodisíaca. Pero si es una cruda estándar, las más de las veces te pones en extremo horny. No se si eso sea la regla general o sea una particularidad de unos cuantos iluminados. La cuestión es que a mí las crudas me dan para arriba y me tornan en extremo susceptible a ciertas visiones y aromas.



Efecto Tequila

Como si no tuviera libros haciendo fila para ser leídos (todos los libros desean ser leídos por mí) Acabo de hacerme de Efecto Tequila, la nueva novela del sinaloense Elmer Mendoza, a quien con tan mala fortuna trató de imitar Pérez Reverte en su Reina del Sur. Veremos que cuenta este culichi incurable, aunque por ahora estoy más entretenido con la blognovela del Charquito, que bajo mi opinión es más cabrón que Elmer.


Regio fin de año

Todo hace indicar que estaré en Monterrey el día 28 de diciembre, aniversario de Eterno Retorno. Veremos si por ser Día de los Inocentes la aleatoridad no me juega una inocentada. Si bien falta la confirmación del vuelo y eso, todo hace indicar que iré a mi terruño natal a despedir el 2004 con mis padres y hermanos. Me gusta la idea de poder estar únicamente con mi núcleo familiar y poder dedicar esos días a ver a aquellos parientes a los que uno realmente extraña y quiere.
No me gustan las grandes reuniones en donde uno debe saludar a medio mundo, a cantidad de primos lejanos y tíos terceros y amigos y ex compañeros de secundaria de los que apenas y es posible recordar el nombre. Tras estos años de lejanía, prefiero algo más íntimo y serán tan poquitos días, que optaré por no participar de mi llegada a muchos conocidos a los que para ser honesto no me interesa saludar. Digo, no tengo rencores con nadie, pero tengo poquísimo tiempo para estar con mis familiares a los que veo una vez al año o una vez cada dos años cuando mucho. Optaré por no salir de casa aunque no podré perdonar una excursión a la Librería Gandhi y una subida al Cerro de las Mitras y la ya clásica cascarita futbolera en la cancha de Colinas de San Jerónimo. Lo más triste de todo, es que extrañaré horriblemente a Carolina.

Monday, December 20, 2004

Poco o nada o acaso mucho que agregar a las páginas de Eterno Retorno. Desde que regresé de viaje siento que no acabo de existir del todo. El exceso de trabajo sería el pretexto común, pero empiezo a sentir que esto va un poco más allá.
Y es que en realidad, al menos en el plano de los hechos, las cosas marchan bien, o al menos eso parece. He tenido trabajo, es cierto, pero lo he sacado adelante en forma más que adecuada.
Los días transcurren con prisa. Las lluvias dejaron por herencia colinas atiborradas de flores que pintan de amarillo toda la carretera de Rosarito a Tijuana. Pero en contra parte llegan los vientos de Santa Ana, como un caldo infernal de inmundicias que en matrimonio con la sequedad, generan tierra fértil para toda clase de males.
La salud me juega malas pasadas pero no me deja KO. Tal vez sea por el exceso de vitaminas que tomo, la razón por la que la horda de virus y bacterias que revolotean cual furiosos demonios en medio del infernal caos de los vientos de Santa Ana, no acaba por darme un golpe matador. La simple sensación permanente de que algo no marcha bien con mi cuerpo.

Por otra parte están las neblinas, más densas que nunca. Mantos de niebla impenetrables cubren la carretera.
Nueva música en exceso, lecturas desordenadas y afortunadas relecturas. Para destacar el placer que me produjo releer 10 años después El libro de los amores ridículos. También el placer que me produce leer una vez más sobre episodios del III Reich que me se de memoria y que sin embargo jamás me aburren. En 45 minutos me leí Memoria de mis putas tristes del Gabo García. ¿Qué carajos puedo decir? Garcíamarqueano hasta lo insultante. Esa es mi crítica. A veces me perturba que un escritor pueda ser tan endemoniadamente fiel a si mismo. Sobre El daño de Alatriste ya lo he dicho todo. Librazo en verdad. En mi buró aguarda una biografía de María Antonieta que es mi lectura más atrasada, pues simplemente no estoy en casa más que para dormir.
Mi nueva lectura de calle es Vida con mi viuda de José Agustín. No señores, nunca he sido un fan de La onda y sus similares, pero esta novela que le apuesta a planos de ficción que me traen polvo de mis lodos castanedianos, pinta más que apetecible (llevo 47 páginas)

En música también hay novedades: En mis oídos el nuevo disco de Mastodon, titulado Leviathan, álbum conceptual que recrea la obra cumbre de Hermann Melville, Moby Dick (¿alguien le hará un disco a Bartleby?) Sonido sucio, corrosivo, como punk garagero puerco con ingredientes thrash. En la fila para ser escuchado el nuevo de Cradle of Filth, Nympethamine. Ambos regalos de mi colega Juan Carlos Ortiz a quien le toqué en el intercambio. Gracias. También he adquirido un concierto de los padrinos históricos del Doom, los suecos de Candlemass. Unos riffs más sabbatianos que Sabbath. Con eso lo he dicho todo.

El sábado Carol y yo fuimos anfitriones en casa de una fiesta en casa con todos los colegas del periódico. Imposible no pasarla bien cuando hay metal, vino y buenos amigos. Me dormí hasta las cinco de la mañana y el domingo dormí hasta las cuatro de la tarde. Desperté para comer algo y volví a dormir. Hoy de nuevo a currar, a tundir teclas, a escuchar grillas, vestiduras rasgadas e historias de políticos. Por el momento nada más que agregar.