La Clase Media (La contradicción como ejercicio)
Acuse de recibo sobre los comentarios de Bruno Ruiz en torno a mis exabruptos sobre la clase media. Bruno Ruiz tiene toda la razón y todo el derecho de hacer este señalamiento, porque evidentemente, yo no puedo siquiera pretender que mi estilo de vida, ingresos y perspectivas estén fuera de la clase media.
Tal vez deba aclarar que al burlarme y criticar las costumbres de la Clase Media, no pretendo sustraerme a ella, porque se de entrada que sería ridículo siquiera intentarlo.
Que es absurdo clasificar, encasillarse y poner etiquetas, ya lo se, pero si en algo sigue teniendo razón Marx es en que el mundo se divide en clases sociales. En lo que se equivoca, es en la llegada de la lucha de clases y la posterior igualdad económica. Las diferencias económicas existirán por toda la eternidad. Aunque uno quiera estar fuera de determinado grupo socioeconómico, habrá banqueros, inmobiliarias y comerciantes que se encargarán de clasificarlo a uno. A mí una inmobiliaria me clasificó como un tipo con derecho a optar por una vivienda de nivel medio. ¿Y qué hice yo? Precisamente comprar esa vivienda.
Justamente en los meses en que andaba viendo casas para comprar, escribí un post en el que me reía de lo horriblemente clasemediera que resulta esa actividad de ir a evaluar viviendas y hablar con promotores. Me reí demasiado de ver que todos los tipos que me topaba en las casas mientras sacaban la calculadora y evaluaban con docta ignorancia la calidad de las viviendas, eran todos ellos gente más o menos de mi misma edad y con ingresos similares a los míos. La clase mierda nos hermana. Triste y esclava condición, lo acepto, pero aún así disfruto burlándome de ella.
¿Por que escribí el reciente post referente a los clasemedieros que van a los centros comerciales como una mosca sobre el pastel? Lo confieso, porque yo fui a Plaza Río y no únicamente a burlarme de los clasemedieros, sino a comprar regalos de Navidad. ¿Y por qué fui a Plaza Río? Porque tenía poco tiempo y había demasiada fila para cruzar a San Diego, no por solidaridad con los comerciantes mexicanos. De haber tenido más tiempo libre, me hubiera dejado ir al Fashion Valley. Y no, no creo en Dios, ni creo en la Navidad, pero resulta que sí doy unos cuantos regalos (además, mi esposa cumple años el 20 de diciembre y su cumpleaños es para mí más importante que el cumpleaños de cualquier dios).
Me río de la gente que con su carota de turista se va a retratar a la catedral de Notre Dame justo en el mismo sitio y enmarca la foto que millones y millones de clasemedieros del mundo se han tomado. ¿Y qué hice yo? Pues también me tomé esa foto.
Seamos realistas: Por más que seas un anarquista lector de Bakunin y adicto a Crass, o un satanista radical de la iglesia de LaVey, o un budista vegetariano, la condición socioeconómica te condiciona y te esclaviza. Niégate, enfréntate, enójate y fabrica una bomba casera, pero si no pagas el teléfono, te lo cortan y a Telnor le vale madre que seas lector de Malatesta y si no pagas tu renta te echan a la calle aunque creas en la propiedad comunal.
La clase media me esclaviza y me hace representar una de las parodias más estúpidas de la condición humana. Pero al menos no me ha negado todavía el derecho a reconocerme dentro de ella y reírme a carcajadas de mi condición. Condición que compartimos todos o casi todos los huéspedes de la blogósfera, pues aquí no se ve que sobren proletarios o magnates.
Acuse de recibo sobre los comentarios de Bruno Ruiz en torno a mis exabruptos sobre la clase media. Bruno Ruiz tiene toda la razón y todo el derecho de hacer este señalamiento, porque evidentemente, yo no puedo siquiera pretender que mi estilo de vida, ingresos y perspectivas estén fuera de la clase media.
Tal vez deba aclarar que al burlarme y criticar las costumbres de la Clase Media, no pretendo sustraerme a ella, porque se de entrada que sería ridículo siquiera intentarlo.
Que es absurdo clasificar, encasillarse y poner etiquetas, ya lo se, pero si en algo sigue teniendo razón Marx es en que el mundo se divide en clases sociales. En lo que se equivoca, es en la llegada de la lucha de clases y la posterior igualdad económica. Las diferencias económicas existirán por toda la eternidad. Aunque uno quiera estar fuera de determinado grupo socioeconómico, habrá banqueros, inmobiliarias y comerciantes que se encargarán de clasificarlo a uno. A mí una inmobiliaria me clasificó como un tipo con derecho a optar por una vivienda de nivel medio. ¿Y qué hice yo? Precisamente comprar esa vivienda.
Justamente en los meses en que andaba viendo casas para comprar, escribí un post en el que me reía de lo horriblemente clasemediera que resulta esa actividad de ir a evaluar viviendas y hablar con promotores. Me reí demasiado de ver que todos los tipos que me topaba en las casas mientras sacaban la calculadora y evaluaban con docta ignorancia la calidad de las viviendas, eran todos ellos gente más o menos de mi misma edad y con ingresos similares a los míos. La clase mierda nos hermana. Triste y esclava condición, lo acepto, pero aún así disfruto burlándome de ella.
¿Por que escribí el reciente post referente a los clasemedieros que van a los centros comerciales como una mosca sobre el pastel? Lo confieso, porque yo fui a Plaza Río y no únicamente a burlarme de los clasemedieros, sino a comprar regalos de Navidad. ¿Y por qué fui a Plaza Río? Porque tenía poco tiempo y había demasiada fila para cruzar a San Diego, no por solidaridad con los comerciantes mexicanos. De haber tenido más tiempo libre, me hubiera dejado ir al Fashion Valley. Y no, no creo en Dios, ni creo en la Navidad, pero resulta que sí doy unos cuantos regalos (además, mi esposa cumple años el 20 de diciembre y su cumpleaños es para mí más importante que el cumpleaños de cualquier dios).
Me río de la gente que con su carota de turista se va a retratar a la catedral de Notre Dame justo en el mismo sitio y enmarca la foto que millones y millones de clasemedieros del mundo se han tomado. ¿Y qué hice yo? Pues también me tomé esa foto.
Seamos realistas: Por más que seas un anarquista lector de Bakunin y adicto a Crass, o un satanista radical de la iglesia de LaVey, o un budista vegetariano, la condición socioeconómica te condiciona y te esclaviza. Niégate, enfréntate, enójate y fabrica una bomba casera, pero si no pagas el teléfono, te lo cortan y a Telnor le vale madre que seas lector de Malatesta y si no pagas tu renta te echan a la calle aunque creas en la propiedad comunal.
La clase media me esclaviza y me hace representar una de las parodias más estúpidas de la condición humana. Pero al menos no me ha negado todavía el derecho a reconocerme dentro de ella y reírme a carcajadas de mi condición. Condición que compartimos todos o casi todos los huéspedes de la blogósfera, pues aquí no se ve que sobren proletarios o magnates.