Hay siempre una dosis de embrujo en el acto de dejar atrás una ciudad
Hay siempre una dosis de embrujo en el acto de dejar atrás una ciudad y comenzar a acelerar por la carretera, una dosis de emoción e incertidumbre por ese acto de desprendimiento. Pienso en las ciudades amuralladas de antaño, cuando salir implicaba cruzar un portón resguardado por guardias y entregarse al infinito caos del afuera donde uno es hoja al viento, vulnerable y a la deriva. Conozco estas carreteras de memoria. Me entretengo haciendo un inventario mental de las rutas que más veces he recorrido en mi vida. Sin duda la campeona es Monclova-Monterrey. Durante los cuatro años que fui estudiante del Tecnológico iba y venía por lo menos tres veces al mes.