Eterno Retorno

Saturday, September 18, 2021

El vino te está narrando su historia a través de tu nariz


 

Dicen que de la vista nace el amor y por ello el vino empieza a comunicarse con nosotros a través de los ojos. Mira el vino, obsérvalo al momento ser vertido y ocupar el espacio de la copa.  Lo primero, obvia decir es su color, su tonalidad, pero aún dentro  del rojo o el blanco hay infinitas variedades. El vino tiene su propia paleta cromática. Puede ser límpido o espeso, brillante  u opaco. El envejecimiento clarea el color de los tintos  y oscurece el de los blancos. Los primeros pueden oscilar entre el color granate y el rubí y los segundos entre la transparencia de un amarillo alimonado al tono ambarino o verdoso.  Acaso en la superficie podemos distinguir burbujas o en el fondo sedimentos.

Sí, el juego de seducción comienza por los ojos, pero el primer umbral lo cruzarás  con el olfato.  Si ante la vista puede haber espejismos,  a la nariz no se le miente. Huélelo, respíralo mientras lo haces girar en la copa donde sus aromas rompen y se van lentamente liberando. Acaso lo primero en manifestarse a través del olfato sea su esencia frutal, cítrica o de fruto rojo o seco o la huella de la flor de azahar o espino,  pero espera, no te precipites. Son solo los volátiles aromas primarios. Tras esa inicial sensación irán brotando  aromas más complejos, los que te hablarán de fermentación  y crianza. Podrás palpar el cedro o el roble de la barrica, la esencia de la hierba cortada o el pimiento, la huella achocolatada o balsámica  y el abrazo mineral del terruño en brea o granito. El vino te está narrando su historia a través de tu nariz