Eterno Retorno

Wednesday, November 25, 2009


Soy devoto de un género musical que ha padecido como pocos el látigo de la censura. Lo mío, sobra decirlo, es y ha sido por siempre el Metal y desde hace muchos años he tenido que enfrentar la perorata de las buenas conciencias y los pavos de dios, pidiendo inquisición y hoguera para mis discos. Al Metal le sobran beatos detractores empeñados en hacer campañas de exorcismo y purificación de almas.

Dado que he visto cómo el género musical que ha sido el soundtrack de mi existencia ha padecido la mojigata estupidez de los que se dicen buenos, mi posición ha sido de rechazo absoluto a cualquier forma de censura. Lo mío es la frase de mi amigo Voltaire: “Podré estar totalmente en contra de lo que piensas, pero defenderé hasta la muerte el derecho que tienes de expresarlo”. Vaya, confieso que el rap, el hip hop, el reaggeton y toda esa pestilente subcultura me genera un asco sin límites. La repugnancia que experimento frente a todo eso es casi hormonal, pero aún así, jamás en la vida podría siquiera sugerir que se prohibieran o censuraran esas formas de expresión. Son mierda, sí, pero tienen el derecho de expresarla como yo tengo el derecho de taparme los oídos. También comprendo perfectamente si alguien se siente “ligeramente” incómodo frente al Death o Black Metal. Esa había sido mi posición hasta ahora frente a los narco corridos. Siempre pensé que censurarlos o prohibirlos sería un error, por concederles más importancia de la que tienen y rodearlos de un aura mitológica. Esa había sido mi posición, pero ahora ha dejado de serlo y me confieso muy complacido por el hecho de que se haya prohibido tocar a una basura humana como los tucanes de Tijuana (que obvia decirlo, no son de Tijuana) Sí, yo respaldo absolutamente al Teniente Coronel Leyzaola y coincido con cada una de sus afirmaciones. Aguante Teniente.

Esto es una guerra y como tal hay que enfrentarla; sin tregua ni concesión alguna.
Tijuana sufre y ha sufrido mucho por la irrupción de un nuevo esquema criminal. Antes era posible mantener cierta distancia e indiferencia frente al desangramiento del narco. Hoy eso es imposible. Nunca como en los últimos tres años habían muerto tantos ciudadanos inocentes. Es mentira, como justifican los apologistas del delito, que los narcos son héroes populares como lo fue Pancho Villa; Robin Hoods modernos que desafían al sistema. Eso ya no existe. Carajo, entiéndalo de una vez: el narco ya no es el mismo de los 80 y 90. No existe ya la figura del capo benefactor que desafía al poder de Washington e invierte sus narcodólares en una iglesia y una escuelita para su pueblo sinaloense. Las principales víctimas de este nuevo aborto criminal, son la clase media- baja, los abarroteros, los puesteros del mercado de abastos, los taqueros, la gente que con trabajo reúne un modesto capital, los oficiales jóvenes recién egresados de la academia que son cazados como patos. Los más ricos y los altos funcionarios son inmunes gracias sus blindajes millonarios. La víctima aquí es, como siempre, el mexicano esforzado, el pequeño empresario, el tipo que se parte el lomo. El negocio no son ya los grandes cargamentos de coca rumbo a Estados Unidos como antaño. Hoy en día el asunto es el secuestro, la extorsión, regentear tienditas de crystal, picaderos, dealers de barrio en bicicleta. Hoy el negocio es desangrar a la clase media. No me imagino a un Caro Quintero o a un Félix Gallardo chapoteando en pantanos de tan poca monta.

Puedes decirme que el poder es corrupto, que las corporaciones están infiltradas, que todo forma parte de un sistema infecto y que son hipócritas quienes se rasgan las vestiduras censurando a los tucanes. Di lo que quieras. A mí me parece repugnante y contradictorio que un conjunto de basuras humanas vengan a una ciudad a cantar canciones que glorifican de manera expresa a quienes han cubierto de sangre sus calles y han martirizado a sus ciudadanos. Es asqueroso que acudas a aplaudir a unos bastardos que exaltan como héroes a quienes torturaron y desmembraron a una madre de familia como Adriana, a quienes matan por matar y han destrozado familias enteras.
Si esto es una guerra, hay que pelearla en todos los frentes. Es preciso cerrar la puerta esas formas de expresión. Que la libertad de expresión, que el reflejar la realidad mexicana en sus corridos…a la chingada con ellos. Los tucanes, explosión norteña, toda esa peste sinaloense son basura, abortos. Ojalá los combatan en su estructura y les hagan difícil la vida. A la chingada de Tijuana. No puedo tener el más mínimo respeto o tolerancia hacia quien escucha a esa música. A la mierda con la modita de ser empático, abierto y tolerante. Esa forma de expresión, esa mierda de subcultura, es sin duda la más baja, la más burda, la más vulgar a la que un mexicano ha podido caer.