Tsundokuseado jarcor
Lo confieso: no he podido
rehabilitarme. He superado y metido en cintura unos cuantos vicios y
debilidades, pero el Tsundoku que padezco no he podido controlarlo. Me llama mucho
la atención que en lengua japonesa exista un término tan exacto para nombrar mi
padecimiento
Tsundoku proviene de la unión de
los términos tsunde oku (積んでおく), que significa apilar cosas y dejarlas ahí para
más tarde, y dokusho (読書), que significa leer libros. En su grafía actual,
la palabra combina los caracteres o kanji de "apilar" (積) y "leer" (読). Lecturas apiladas.
La definición es perfecta, porque
los libros apilados en anárquicos cerros es la manifestación más clara e
inocultable de la enfermedad. Muchos rincones de la casa y del carro están copados
por montoncitos de libros.
Hubo una época en que fui un
lector rigurosamente monógamo. Me mantenía fiel a un único libro y no lo
soltaba hasta llegar a la última página. Tal vez por ello desarrollé relaciones
tan simbióticas y pasionales con ciertas obras. Extraño cuando un solo libro
tenía la capacidad de abducirme por completo. Hoy soy un lector promiscúo que pica aquí y
allá. Hay cientos de libros en casa que he leído solo parcialmente
Me he resignado a que el resto de
mi vida no bastará para leer por completo y hasta agotar todos los libros que
tengo en sala de espera. Aunque a partir de este momento dejaran de entrar nuevos
libros a casa, tardaría hartos años en agotar todas las lecturas pendientes y
eso me aterra.
Sin embargo,
siempre que estoy en una librería o en una feria libresca, se desarrolla en mi
interior una encarnizada batalla. Cuando un libro llama mi atención entra en
escena un angelito disciplinado y responsable con esencia de Mary Kondo que me hace
ver el durísimo panorama: detente Dany, no seas voraz, ya ni la chingas, ya no
te sobra un miserable resquicio donde colocar ese nuevo libro y su destino será
acabar arrumbado en el carro
y nunca te darás el tiempo de leerlo completo. Y justo cuando estoy a punto de devolver
al libro al estante, entra en escena un diablejo anárquico y hedonista a
sorrajarle un patadón en el culo al angelito Mary Kondo mientras me dice “ándale
Dany, vamos, que te valga un carajo, tú pepénalo y date el gusto, pues todo
libro es un viaje, una aventura, una puerta o escalera hacia alguna parte
misteriosa y fascinante y éste a lo mejor te lleva a donde nunca has ido. No te
preocupes, ya le encontrarás un lugar”.
La mala noticia, es que el Diablito suele
ganar la batalla.


