Mi recomendación es que leas a este par de cabrones.
También tengo muy claro cuáles fueron los mejores libros
de cuentos que leí durante el 21: Padres sin hijos de Hiram Ruvalcaba y La
claridad de Marcelo Luján (y mira que me la paso leyendo cuentos).
Si un relato corto fuera el equivalente a una partida de
ajedrez (y en cierta forma lo es) este par de colegas son maestros de la
apertura. Con un par de movimientos precisos e improbables yaces inmerso en su
juego. Hiram es el mejor cuentista mexicano de cualquier edad que he leído en
los últimos dos años. Es alucinante la forma en que con poquísimos elementos te
sumerge en su trama, como un retratista que con tres trazos te dibuja un perfil
en una servilleta. En un solo párrafo lo ordinario se resquebraja, la calma
deviene en caos y el dilema del personaje es tuyo. En el caso de Luján, su
fuerte es la forma en que juega con el siempre catastrófico futuro inmediato y
su manera de dosificar la anticipación, con personajes marcados por un fatal
destino de tragedia griega narrado con una prosa pulcrísima, rayana en lo
poético. Hiram fractura la realidad con situaciones que tú y yo podemos vivir
mientras que Marcelo coquetea con cierta fantasía mórbida a lo Mariana Enríquez
(que en el quinto cuento acaba por caer en el lugar común, he de decir). En
fin, si lo tuyo es hacerle al cuento y participas en algún taller, mi
recomendación es que leas a este par de cabrones.