Damian (relodead)
Siempre me seducen las dualidades, esas encarnaciones de dios y demonio, el drama de Jekyll y Hide. Después de todo, el Abraxas de Hesse tiene parte de la paternidad de mi ateísmo. Recuerdo el verano de 1986, después del Mundial, en la Isla del Padre a donde viajamos mi tío José Manuel y yo. Mi lectura de viaje fue el Damian de Hesse. Mi madre me lo había regalado días antes (si mal no recuerdo me lo compró en Soriana San Pedro) Recuerdo el rostro que le puse a Fanz Krommer, recuerdo el ros-tro que le dibujé a Damian (no recuerdo el de Sinclair) Finalmente llegué al momento de la revelación: El dios se llama Abraxas. Yo tenía 12 años Desde entonces el concepto de la dualidad ha vivido en mí. Desde mi adolescencia no he vuelto a clavarme en Hesse, pero lo reconozco como uno de los formadores de mi pensamiento.
Y para leer en Semana Santa, reciclo algunos conceptos bataillanos que bailotean en mi cabeza. El crimen, el deicidio, es lo que favorece la comunicación. Con Dios muerto, los hombres pueden comunicarse a través del recuerdo del asesinato que cometieron. La muerte de Dios, hemos de convenir, hizo factible la alianza entre los hombres, obligándolos a mirarse como seres absolutamente desgarrados que se comunican en la complicidad del homicidio. Situar la vida a la altura de lo imposible es a lo que aspira la experiencia espiritual ateológica.Tan necesario es el sistema, como imprescindible su parodia.(Sobre Madame Edwarda)Ella encarna el exceso de Dios; es Dios revelado muerto. Claros vestigios de una feroz carnicería son sus andrajos divinos. Al final, el narrador despierta de un sueño profundo. Ante los dos cuerpos que yacen sin Dios en el interior de un taxi, queda la ironía...Sólo la ironía-
Siempre me seducen las dualidades, esas encarnaciones de dios y demonio, el drama de Jekyll y Hide. Después de todo, el Abraxas de Hesse tiene parte de la paternidad de mi ateísmo. Recuerdo el verano de 1986, después del Mundial, en la Isla del Padre a donde viajamos mi tío José Manuel y yo. Mi lectura de viaje fue el Damian de Hesse. Mi madre me lo había regalado días antes (si mal no recuerdo me lo compró en Soriana San Pedro) Recuerdo el rostro que le puse a Fanz Krommer, recuerdo el ros-tro que le dibujé a Damian (no recuerdo el de Sinclair) Finalmente llegué al momento de la revelación: El dios se llama Abraxas. Yo tenía 12 años Desde entonces el concepto de la dualidad ha vivido en mí. Desde mi adolescencia no he vuelto a clavarme en Hesse, pero lo reconozco como uno de los formadores de mi pensamiento.
Y para leer en Semana Santa, reciclo algunos conceptos bataillanos que bailotean en mi cabeza. El crimen, el deicidio, es lo que favorece la comunicación. Con Dios muerto, los hombres pueden comunicarse a través del recuerdo del asesinato que cometieron. La muerte de Dios, hemos de convenir, hizo factible la alianza entre los hombres, obligándolos a mirarse como seres absolutamente desgarrados que se comunican en la complicidad del homicidio. Situar la vida a la altura de lo imposible es a lo que aspira la experiencia espiritual ateológica.Tan necesario es el sistema, como imprescindible su parodia.(Sobre Madame Edwarda)Ella encarna el exceso de Dios; es Dios revelado muerto. Claros vestigios de una feroz carnicería son sus andrajos divinos. Al final, el narrador despierta de un sueño profundo. Ante los dos cuerpos que yacen sin Dios en el interior de un taxi, queda la ironía...Sólo la ironía-