Boda real
El sábado me quedó más claro que nunca: La Revolución Francesa (al igual que todas las revoluciones) no sirvió para un carajo. Vaya, digamos que fue de cierta utilidad para poner a trabajar horas extras ese maravilloso invento llamado guillotina, nos dejó por herencia uno de los himnos más hermosos del Mundo como es la Marsellesa y bueno, hay que aceptar que como cultura general sirve la Declaración de los Derechos del Hombre para certámenes de declamación de poesía fantástica. Luis XVI y María Antonieta perdieron sus respectivas cabecitas no pensantes en 1793, más de un soberano europeo se meo en los calzones pensando que por efecto de contagio revolucionario la guillotina le acariciaría el cuello, se escribieron muchos libros, se derramó mucha sangre y al final no pasó nada. En 1804 la cabeza de Napoleón yacía debajo de una corona que le colocó el mismísimo Papa y en 1815, después de Waterloo, los príncipes del Viejo Continente se reunieron en Viena con Meternich como anfitrión y firmaron la Santa Alianza, para asegurarse que ningún virus revolucionario volvería a poner en peligro la sacra institución de la monarquía.
Sí, digamos que hubo revoluciones de 1848, Comuna de París, el Octubre Bolchevique de 1917, pero para el caso la Santa Alianza Europea sigue haciendo de las suyas. La monarquía vive y reina por los siglos de los siglos, regodeándose en su divino poder que el altísimo les concedió por derecho divino.
Toda esa sarta de pensamientos desfilaron por mi cabeza al presenciar el espectáculo de la Boda Real mientras bebía con Carolina unas deliciosas cervezas holandesas llamadas Mariner y saboreábamos una pizza de anchoas y champiñones preparada en nuestro horno.
Es tan absolutamente ridículo lo que vimos, tan risible como la rola más sarcástica de la Polla Records, que hasta cuesta trabajo creer que es cierto. En verdad me da pena ajena, mirar a miles de españoles bajo sus paraguas martirizados por una tormenta, agarrando una gripa de aquellas sólo por mirar de reojo y a muchos metros de distancia el culo de su princesa. Nuestro republicano planeta paralizado por la boda de un par de imbéciles y los medios felices, disfrutando el circo y sus ganancias. Imagino como los hubiera pintado Goya. Si el Sordo hubiera estado vivo habría sabido llevar al lienzo todas esas toneladas de ridiculez pretenciosa que sólo una familia real puede escupir.
Ahí tienen al país de Almodóvar obsesionado por la no virginidad de una mujer de 30 años. Carajo, a mi en lo personal me preocuparía mucho más que a su edad Letizia fuera virgen. Vaya, eso sería sinónimo de que algo anda mal en su cabecita, algún trauma o complejo. Que si es plebeya, que si cogió con Perico de los Palotes y se divorció y se subió una vez al metro y otra al camión ¿Y qué carajos? ¿Cambiará la historia de España por ello?
Ahí tienen al país que ha parido librepensadores como Jovellanos, Fernández de Moratín, García Lorca, Buenaventura Durruti, postrado ante la divina mano de un cerdo arzobispo que bendice la unión de un hombre y una mujer, que comen, sudan, mean, cagan y se vienen de la misma forma que lo hace cualquier vil Homosapiens cuyo código de cromosomas esté más o menos correcto. De por sí el matrimonio religioso católico (cualquiera que sea) se me hace uno de los rituales más cursis e imbéciles de la humanidad, pero los del sábado acabó por parecerme un mal chiste. ¿Podrás beber vino a gusto mientras las cámaras están siguiendo cada mínima gesticulación de tu rostro? ¿Podrás coger con alguna dosis de cachondeo y relajación cuando sabes que hay fotógrafos hasta debajo de la almohada?
Y ahí están nuestras grandes escritoras como Guadalupe Loaeza, afirmando que toda mujer en España y en el Mundo desearía ser como Letizia. A huevo, incluida George Sand, Flora Tristán, Gertrude Stein e Eve Libertine de Crass. Toda mujer en el mundo quiere ser como Letizia, chéquen nomás el comentario de Lupita Loaeza. Y lo peor es que aquí en mi trabajo sí que hay más de una pendeja que tiene esa clase de sueños. A ver feministas del Colectivo La Línea ¿Ustedes quieren ser como Letizia?
En fin, ahí la dejamos. Para espectáculos mediáticos yo soy más feliz con el futbol y los ridículos que hace el Real Madrid cada que se para en una cancha.
Por ahora sólo me resta cantar a todo pulmón esa bella rolita de Rainbow que dice KILL THE KING.
El sábado me quedó más claro que nunca: La Revolución Francesa (al igual que todas las revoluciones) no sirvió para un carajo. Vaya, digamos que fue de cierta utilidad para poner a trabajar horas extras ese maravilloso invento llamado guillotina, nos dejó por herencia uno de los himnos más hermosos del Mundo como es la Marsellesa y bueno, hay que aceptar que como cultura general sirve la Declaración de los Derechos del Hombre para certámenes de declamación de poesía fantástica. Luis XVI y María Antonieta perdieron sus respectivas cabecitas no pensantes en 1793, más de un soberano europeo se meo en los calzones pensando que por efecto de contagio revolucionario la guillotina le acariciaría el cuello, se escribieron muchos libros, se derramó mucha sangre y al final no pasó nada. En 1804 la cabeza de Napoleón yacía debajo de una corona que le colocó el mismísimo Papa y en 1815, después de Waterloo, los príncipes del Viejo Continente se reunieron en Viena con Meternich como anfitrión y firmaron la Santa Alianza, para asegurarse que ningún virus revolucionario volvería a poner en peligro la sacra institución de la monarquía.
Sí, digamos que hubo revoluciones de 1848, Comuna de París, el Octubre Bolchevique de 1917, pero para el caso la Santa Alianza Europea sigue haciendo de las suyas. La monarquía vive y reina por los siglos de los siglos, regodeándose en su divino poder que el altísimo les concedió por derecho divino.
Toda esa sarta de pensamientos desfilaron por mi cabeza al presenciar el espectáculo de la Boda Real mientras bebía con Carolina unas deliciosas cervezas holandesas llamadas Mariner y saboreábamos una pizza de anchoas y champiñones preparada en nuestro horno.
Es tan absolutamente ridículo lo que vimos, tan risible como la rola más sarcástica de la Polla Records, que hasta cuesta trabajo creer que es cierto. En verdad me da pena ajena, mirar a miles de españoles bajo sus paraguas martirizados por una tormenta, agarrando una gripa de aquellas sólo por mirar de reojo y a muchos metros de distancia el culo de su princesa. Nuestro republicano planeta paralizado por la boda de un par de imbéciles y los medios felices, disfrutando el circo y sus ganancias. Imagino como los hubiera pintado Goya. Si el Sordo hubiera estado vivo habría sabido llevar al lienzo todas esas toneladas de ridiculez pretenciosa que sólo una familia real puede escupir.
Ahí tienen al país de Almodóvar obsesionado por la no virginidad de una mujer de 30 años. Carajo, a mi en lo personal me preocuparía mucho más que a su edad Letizia fuera virgen. Vaya, eso sería sinónimo de que algo anda mal en su cabecita, algún trauma o complejo. Que si es plebeya, que si cogió con Perico de los Palotes y se divorció y se subió una vez al metro y otra al camión ¿Y qué carajos? ¿Cambiará la historia de España por ello?
Ahí tienen al país que ha parido librepensadores como Jovellanos, Fernández de Moratín, García Lorca, Buenaventura Durruti, postrado ante la divina mano de un cerdo arzobispo que bendice la unión de un hombre y una mujer, que comen, sudan, mean, cagan y se vienen de la misma forma que lo hace cualquier vil Homosapiens cuyo código de cromosomas esté más o menos correcto. De por sí el matrimonio religioso católico (cualquiera que sea) se me hace uno de los rituales más cursis e imbéciles de la humanidad, pero los del sábado acabó por parecerme un mal chiste. ¿Podrás beber vino a gusto mientras las cámaras están siguiendo cada mínima gesticulación de tu rostro? ¿Podrás coger con alguna dosis de cachondeo y relajación cuando sabes que hay fotógrafos hasta debajo de la almohada?
Y ahí están nuestras grandes escritoras como Guadalupe Loaeza, afirmando que toda mujer en España y en el Mundo desearía ser como Letizia. A huevo, incluida George Sand, Flora Tristán, Gertrude Stein e Eve Libertine de Crass. Toda mujer en el mundo quiere ser como Letizia, chéquen nomás el comentario de Lupita Loaeza. Y lo peor es que aquí en mi trabajo sí que hay más de una pendeja que tiene esa clase de sueños. A ver feministas del Colectivo La Línea ¿Ustedes quieren ser como Letizia?
En fin, ahí la dejamos. Para espectáculos mediáticos yo soy más feliz con el futbol y los ridículos que hace el Real Madrid cada que se para en una cancha.
Por ahora sólo me resta cantar a todo pulmón esa bella rolita de Rainbow que dice KILL THE KING.