Eterno Retorno

Tuesday, May 06, 2003




Caras y letras

Dice Rafadro que dice Don Nadie: “Ví las caras de las letras”- La frase me dejó pensando. En verdad es un interesante dilema. En lo personal siempre he preferido ver letras. Saber quien lo escribe, como es su vida, o constatar si son historias reales o imaginarias las que en estos espacios se narran, es algo que me tiene sin cuidado.
Tal vez lo que más me gusta del fenómeno blog es la posibilidad de encontrar letras en estado puro. Dado que no tengo prejuicios, afectos o rencores personales hacia el creador de ningún blog, (puesto que con excepción de un par de compañeros de trabajo no conozco a nadie) mi apreciación se basa única y absolutamente en su labor creativa.
De esta manera, el factor que determina mi gusto por un blog está fundado en lo que las letras pueden producir en mí y no en los sentimientos que me genere el bloguita en cuestión.
A menudo en las tertulias cantineras, uno se entera que tal o cual amigo escribe y claro, entre trago y trago uno siempre pre-gunta, acaso por borracha amabilidad o tal vez por genuina curiosidad: “a ver cuando nos lees algo de lo tuyo”. Pero ese día nunca llega y cuando llega estás demasiado ebrio o el futbol está muy bueno como para prestarle atención.
Y cuando uno medio lee el garabateo del compañerito, es inevitable caer en la tentación de ponerle su rostro y su voz a las letras.
Con el blog sucede lo contrario. Uno conoce a las personas a partir de sus creaciones y los lee por elección propia y cuando uno lo desea. Si el blog es bueno, tendrá un nuevo lector. Si es aburrido, simplemente no se lee más y se acabó. Por ello prefiero conocer a los bloguitas únicamente dentro del universo gráfico y abstenerme de participar en veladas y convenciones. Después de todo, lo más delicioso de un individuo es lo que su imaginación puede crear. Los seres humanos en cambio, así en estado bruto, somos tópicos bastante más aburridos. Casi siempre un par de brazos, otro tanto de piernas, un rostro al que traicionan ciertas expresiones y una voz que cambia conforme las neuronas metamorfean por obra y gracia de una sustancia activa. De las caras a las letras, definitivamente me quedo con las letras.


La burocratización de la literatura

Mi preferencia de las letras sobre las caras es el motivo por el que no acudo a lecturas, mesas redondas, presentaciones de libros y de más parafernalia innecesaria.
Aunque la literatura es en mi existencia algo más duro que la adicción de un heroinómano, lo cierto es que los eventos literarios en general me parecen soporíferos y tediosos como pocas cosas en la vida. Hasta el informe de un diputado panista puede ser más divertido.
En mi, la literatura se limita al placer de leer y escribir. Ambos son placeres solitarios y onanistas. La última vez que acudí a un evento literario (y antes de ese tenía años sin acudir a uno) fue a la lectura de Sergio Pitol sobre Conrad en el Cecut. El tema me resultaba a priori por demás interesante y sin embargo me aburrí tanto que me salí a los 20 minutos. La voz del viejito y la acústica del lugar no favorecían nada mi entendimiento. Me hubiera gustado tener una copia del escrito en casa para leerlo a mi ritmo, dos o tres veces si es necesario, en mi sillón favorito y acompañado de un Jack Daniels. Así es la lectura. Un fenómeno de total abstracción. Una cópula absoluta. Lo demás son tertulias y pretextos para beber con los compadres y viborear al adversario del crónico esgrima intelectual. ¿De que me sirvió o que me produjo ver u oír en vivo a Pitol? Es un viejito como tantos otros. Mejor me llevo su Divina garza a casa y lo apreciaré más.
A las ferias del libro, prefiero acudir por la mañana, cuando hay poca gente, ver detenidamente los títulos, hojearlos, olerlos (oler los libros es un placer orgásmico para quienes no lo sepan) compararlos, hacer mi selección, abrir la cartera y adiós. Lo demás es prescindible. Hasta ahora, las únicas lecturas que he disfrutado en serio se remontan a hace muchos años, cuando era un niño muy pequeño y me leían cuentos antes de dormir. El resto me ha generado una hueva insoportable con mención honorífica aquellas en las que yo leí, en la lejana época en que pertenecí al disneylándico planeta de los talleres literarios del que por fortuna me he autoexiliado.
Foros de discusión, charlas, conferencias, presentaciones, aburrimiento total. La burocratización de la literatura en todo su esplendor. Que forma de partirle su madre a algo tan hermoso.