Eterno Retorno

Sunday, October 30, 2022

El maldito vicio de canonizar

 


De poco o nada vale que nos proclamemos deicidas hormonales, anarcos apóstatas o ángeles caídos de teporocha estirpe. Al final del camino, aunque gritemos Non Serviam y proclamemos la supremacía del divino caos sobre el aburrido orden, acabaremos sucumbiendo bajo el yugo de la canonización.

No todos pueden ser santos (así qué chiste). Solo unos cuantos pueden acceder a la divinidad. Para ello, es imprescindible  una tiránica deidad repartiendo bendiciones, apartando el trigo limpio del corroído, diciendo quién sí y quién no. Tú entras al cielo, tú quedas fuera. Hay paraísos y avernos, un Olimpo y un Hades. Solo unos pocos serán los elegidos, el selecto club, el odiosísimo y omnipresente VIP. La eterna selección.

 

Hay y ha habido siempre un panteón, una pléyade. Las 40 principales, los 11 de Tata Martino en el Mundial de Qatar.  Tú sí y tú no. Leyes eternas. Ocurre todo el tiempo, en todos los campos y en todos los tópicos. Nos obsesionan las listas, las inclusiones y exclusiones. Nos pasamos la vida entera improvisando clasificaciones, rankings, top diez, top mil, top millón. ¿Cuántas ediciones van de la revista Rolling Stone con los mejores 100 álbumes de todos los tiempos o los mejores guitarristas o los mejores cantantes? Hoy Motomami de Rosalía es mejor que SGT Peppers de Beatles y mañana llegará alguien a desbancarlo y mandarlo al limbo de los olvidados.

 

 ¿Cuántas ediciones especiales previas a los mundiales con los mejores futbolistas de todos los tiempos? ¿Maradona o Pelé? ¿Cruyff o Bekenbauer? ¿Messi O Cristiano? Escribo esto en octubre. En menos de dos meses, la red estará infestada con listas de lo mejor y lo peor del año.