Mira que la vida no es eterna
A menudo actuamos como si la vida fuera a ser eterna y como si bastara pagarle una mensualidad a una compañía aseguradora para blindarnos contra desgracias e infortunios, pero de pronto, de un momento a otro, cobramos conciencia de nuestra absoluta fragilidad y de lo efímero que es todo. Hace un año, mi hijo, mi esposa y yo sobrevivimos a una terrible volcadura en medio de la carretera entre Mulegé y Loreto. Todo sucedió en un par de segundos, la fugacidad del suspiro que separa la alegría vacacional de la catástrofe. Meses después, irrumpió en el mundo la pandemia del Covid-19 y al igual que le sucedió a millones de personas en todo el planeta, nuestros planes de vida fueron trastocados de golpe y porrazo. No podemos quejarnos, pues la realidad es que aún en el infortunio hemos sido muy afortunados, pero jamás perdemos de vista que nuestro entorno se parece mucho a ese terrible cuadro titulado El triunfo de la muerte del artista flamenco Peter Brueghel. Junto la morbilidad de la pandemia que no cede e incluso parece recrudecerse en las últimas semanas, se mantiene la narcoviolencia sin freno en nuestras calles. Mientras los enfermos fallecen en el Hospital General que de un momento a otro se queda sin luz, la radiofrecuencia policiaca sigue notificando hallazgos de cadáveres o pedazos humanos. Europa vuelve a cerrar sus fronteras ante el desproporcionado aumento de casos de Coronavirus, el rojo del semáforo sanitario parece estar a la vuelta de la esquina en México, nuestros polarizados vecinos celebran una elección marcada por el encono y la desconfianza y en esta casa luchamos cada día por mantener con vida a una perrita que es parte de nuestra familia desde hace doce años y hace nuestros días más felices. Su vida es una velita navegando en medio de una tormenta marina. Hace pocos años, Canica era pura fuerza y velocidad, pero hoy parece que la empuja el viento cuando camina por el parque. No pierdo de vista que su agonía es una anticipo de los que nos aguarda. Con su triste e injusto promedio de 15 años de vida, los perritos viven en cámara rápida lo que nosotros experimentamos en 75. La vida corre con prisa desmedida y no va a esperarnos, pero esta noche, al menos esta noche, la vela sigue brillando en la tormenta.