Eterno Retorno

Thursday, November 05, 2020

Redes duermeveleras

 

Una fila fronteriza y un magnicidio en puerta. Bikers británicos made in Bukinham Palace. Al parecer la reina misma montaba una Harley e intentó ganar la fila a la mala frente a la caseta en donde fue rechazada. Una conjura de rusos y británicos en donde Lemmy es a un tiempo zar y magnicida anarquista. Navegaba en un barquito de filibustera fiesta estilo Hotel Bahía  y no me queda claro si la carta de navegación señalaba la ruta del Támesis o la del Pacífico ensenadense a la altura de Salsipuedes. Un migra jijoeputísimamadre (¿no es pleonasmo?) se pone en plan de inflexible perro guardián. Desperté as las 5:30 sin agua en el buró. Noviembre afila sus fauces.


Sucedió en Nueva Orleans. Avión, camionazo, concierto,  travesía en puerta. Debía viajar a una ciudad del sureste de Estados Unidos donde tomaría un Greyhound para acudir a una suerte de OzzFest o un aquelarre similar cuyo line up no me seducía. Recuerdo el avión, sobre todo el avión, volando bajo mientras yo reparo en lo aleatorio e improbable de volar, en la real posibilidad de desplomarnos y los mil peligros que te circundan cuando yaces suspendido en el aire. Aterrizar en New Orleans, deambular a la deriva por una pasaje de caoba hipster y cafecitos starbuckianos rodeado de tiendas de discos y librerías como las de Washington, un lugar perfecto para comedia romántica gay y había (en lo que supongo era Bourbon Street) una negra con voz de María Conchita Alonso cantando reggae en español. Del toquín metalcorero y el camionaxo ni sus luces.