Hoy no hay Heavy Metal. Hoy cantamos una canción de los Fabulosos Cadillac que se llama “En la Vida no Queremos Sufrir”. No, se los juro, no queremos sufrir, queremos tocar el cielo, pero cuando le vas a Tigueres tu destino es sufrir, sufrir y sufrir más y cuando crees que tienes la gloria en tus manos, el sufrimiento te jala las patas y te dice, “faltan 50 segundos”. No se puede escribir desde el confort. Quien apuesta por la literatura requiere sufrimiento. Mi equipo me los da en elevadísimas dosis. Menté mil y un desgracias. El gol de Silvani en 2001, el de Franco en 2005, las cientoypinchemil tragedias que he vivido como Tiguere, pero con brutal franqueza no sé qué caraja brujería ocurrió que cuando todo pintaba para escribir una de esas noches de puta mega desgracia a las que estoy tan acostumbrado, alguna extraña alineación de astros se concretó. Toda la familia llevaba camisetas Tigres puestas y por azares del destino, a la hora del primer penal yo traía a nuestra perrita Canica cargada en brazos y dado que el pumita ecuatoriano voló su disparó, pensé que era buena brujería mantenerla en brazos y el milagro ocurrió. Hace dos años y medio, cuando Israel Jiménez clavó un autogol contra la mierda rayada, escribí una suerte de epitafio en donde lo consideré maldito por siempre. Hoy cierro el hocico. Gignac, Juninho, Palmera, Jiménez. Disparos perfectos. Tengo grandes amigos que le van a Pumas y esta noche pensaba echarles carrilla, pero no, no tengo derecho. Ustedes son grandes unamitas. Por su raza habló el espíritu. Los penales son como los premios literarios: son un volado. A Tigres y a mí nos ha ido bien. Ustedes pudieron ser los campeones Pumas. Hoy me guardo la carrilla. Festejo los astros alineados, las aleatoriedades, esas cosas que van construyendo este improbablísimo camino de vida.
Monday, December 14, 2015
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