Eterno Retorno

Tuesday, July 13, 2004

Más prólogos de libros inexistentes

El murciélago de Wirikuta

En alguna de tantas correrías, mientras nuestros cuerpos brincoteaban a bordo de un jeep que nos conducía de Icamole a Real de Catorce, Macario Montaño, uno de los mejores guías de esa ruta, me platicó de cierto escritor habitante del desierto potosino, que tenía la particularidad de rehuir la luz del día.
El narrador en cuestión, según me dijo Macario, habitaba en un tejaban a las afueras de la población de Cedral, en donde trabajaba como velador de un huerto.
Entre los lugareños se narraba la leyenda de que el escritor era un vampiro al que la luz del Sol podía derretir en cuestión de minutos. Macario me aseguró que nunca nadie lo había visto de día.
Por supuesto, no pude resistir la tentación de ir a visitarlo.
Y así fue como una noche de primavera, vi por primera y única vez a Evaristo Aztiazarán. Confieso que imaginaba encontrarme con una suerte de dandy oscuro con delirios de Conde Drácula, lector de Stoker y Poe. Cual fue mi sorpresa al topar con un jipiosón treintañero, cuyo desgastado rostro le echaba bastantes años de más al engañoso cálculo de la primera impresión.
Evaristo deambulaba por el huerto bebiendo aguardiente de una botellita de plástico y vociferando al aire frases incomprensibles (después Macario me explicó que según la gente, Evaristo hablaba con los espíritus) Aunque al principio pareció ignorarme, Evaristo acabó por ofrecerme un trago de su aguardiente cuya aspereza fue el precio que debí pagar por romper el hielo.
Ya entrada la madrugada, Evaristo me platicó de su novela autobiográfica titulada ?Donde es el reventón?, en la que narraba cuando en busca de una tocada rockera emprendió con su novia Alejandra una travesía que lo llevó hasta ese desierto.
La segunda parte de su novela hablaba de las correrías que vivió con Alejandra en Real de Catorce hasta que una mañana, ella corrió despavorida gritando que la perseguía un jabalí. Su carrera terminó cuando se arrojó a una barranca. Nunca fue posible encontrar su cuerpo. Un mal viaje de mezcalina, me dijo después Macario, aunque Evaristo juraba que su novia había saltado a la otra realidad al más puro estilo de Don Juan Matus.
Cuando la llegada del amanecer se intuía en el horizonte, Evaristo interrumpió bruscamente la conversación y corrió a refundirse en su covacha. Apenas entreabriendo la puerta, Evaristo me dio un montón de arrugados papeles. Es el primer capítulo de mi nueva novela, se llama La alcahueta noche, alcanzó a decir sin asomar la cabeza.
Me sorprendió encontrar que su estilo no tiene en absoluto que ver con la novela gótica. También me sorprendió la vibra innegablemente autobiográfica pese a la primera persona y la forma en que el autor se burla de si mismo.
Desconozco si la mujer de la que habla existió alguna vez o si fue una de sus peyotiles alucinaciones. Desconozco cual sea la ruta de La alcahueta noche. Aquí incluyo únicamente lo que parece ser un primer capítulo, al que al final acabé viéndole cara de cuento.


Encarnación Leydelmonte