Cinco tijuaneros años
Hace cinco años, un día como hoy 16 de octubre, pisé por primera vez tierras tijuanenses sin imaginar siquiera que la ciudad se convertiría en mi lugar de residencia.
En aquel entonces solía cargar conmigo un diario que me acompañaba a todas partes y en donde escribía compulsivamente de la misma forma que ahora lo hago en el blog, con la diferencia de que la practicidad del papelito y la pluma me permitía descargar la tinta en el lugar de los hechos.
Como una forma de homenaje a este primer lustro bajacaliforniano, reproduzco de manera íntegra lo que escribí esa mañana mientras volaba de Monterrey a Tijuana.
16 de octubre de 1998 a bordo de un avión estacionado en el aeropuerto de Chihuahua--
- Al acariciar este papel tantas veces confesor mi pluma piloto se derramó o eyaculó. Las in-terpretaciones ahí las dejamos para al rato. Estoy enclaustrado o incubado dentro de un avión que recién aterrizó en Chihuahua. Que pirado está esto de los air planes. Se supondría que debería quedarme dormido pues he jeteado unas tres horas nada más, pero honestamente me vale madre, pues en los grandes días se duerme poco. Ayer andaba nervioso. Hoy simplemente no se, como que ando en actitud de muy acá. ¡Lo que te produce andar suspendido en el aire¡ La incógnita, el enigma será Carolina ¿Me esperará en el aeropuerto? ¿Cómo será ese encuentro? ¿Qué nos va a pasar? I don?t know. La tradición del alegre viajero vuelve a mí y me siento tan normal. Veremos como pinta este Chalifornian tour 98. Por lo pronto vamos a Hermosillo y espero dormir riquísimo aunque sea una pinche hora. Quiero ver a Carolina, darle un gran beso y listo...lo demás pues Deo Ignoto dirá. ..
Más tarde en algún lugar del cielo norteño-
- Continuamos pero ahora sí cual dust in the wind, es decir rolando por los aires encima de montañas chihuahuenses ¿O acaso sonorenses? Mientras esto sucede, las azafatas de este pajarraco de acero tienen a bien obsequiarme unos cacahuates liliputenses y un jugo tomatil sin alcohol mientras que esta aeronave va devorando los kilómetros que aún me separan de Carolina. Que bello es escapar, irte, irte, irte, vuela un jett hacia el Sur, la cósmica cintura hacia el folklórico ataúd de un DC- 10 que se hace estrellas contra el suelo, diría mi bien amado Charly García y delante de mi solo veo cabezas suspendidas en el anonimato de un asiento y voy volando, que invento tan increíble, voy volando, gritaré con risa de hiena. Tijuana- Tijuana- Tijuana, caliente- caliente- caliente. Que grande es México carajo, la verdad que es enorme. Chale, como que traigo obsesión por tomar jugos y este vuelo a Hermosillo no ha durado ni madre, pues la presión en el oído me indica que ya bajaremos. Ahí platicamos en tierra-
Más tarde, volando sobre el Mar de Cortés-
Volamos sobre la costa, la playa sonorense y lo que supongo yo es el Mar de Cortés está ante mí y me impresiona ver tantos y tantos kilómetros de costa desierta en toda la extensión de la palabra, pues no solo no hay gente, sino tampoco vegetación. Si no viera ante mí ese pedazo de tierra pensaría que el mar es el cielo, pues realmente son del mismo color. De hecho en este momento la tierra ya se pierde y entramos de lleno al mar. En la otra orilla de la Península, mirando al Pacífico, Carolina espera.
Estas palabras las escribí minutos antes de aterrizar en Tijuana por primera vez en mi vida. En el momento en que las escribía a bordo del avión, nada de lo que hoy es mi ciudad, la que literalmente recorro de punta a punta todos los días, existía para mí.
Debo haber aterrizado con la cara que ponen esos miles y miles de aventureros y migrantes que des-embarcan cada día en esta noble tierra.
En ese primer viaje estuve en Baja California del 16 de octubre al 1 de noviembre, aunque apenas y tuve tiempo de estar en Tijuana.
Dividí el viaje entre Rosarito, Ensenada y San Diego. A Tijuana solo llegamos un par de días y jamás pernocté aquí durante ese periodo. De Tijuana conocí la Revo, concretamente el Club A, y el Ranas en la Plaza Fiesta, además del restaurante chino de Agua Caliente (siempre como ahí pero olvido su nombre) Eso sí, dimos muchos roles por San Diego y pasamos deliciosos días en Ensenada, con Bufadora y cavas incluidas. Amé con furor los tacos de pescado y bendije una y mil veces la clemencia del clima. Aunque la región se me había hecho interesantísima, al volver a Monterrey no imaginaba que unos meses después vendría a vivir aquí para siempre.
Al cabo de cinco años he bebido mucha agua del Pacífico (aún no de la Presa, pues siempre he vivido en Playas) Si hubiera una carta tijuanense de nacionalización creo que ya la habría obtenido. Por for-tuna, hay muchas formas de ser tijuanense, mil y un maneras de vivir y asimilar esta ciudad. ¿Existe un código oficial de la tijuanería? ¿O hay un tijuanómetro capaz de medir los grados de tijuanéz que hay en mi sangre? ¿Podré ser incluido en una clasificación dentro de un tratado de tijuanología?
Con sus adolescentes 114 años de existencia, esta ciudad sí que es de todos los que en verdad quieren ser de ella. Mal que bien, ser migrante es la condición más típica de la tijuanería. Y sí se trata de hacer afirmaciones categóricas, lo digo sin metáforas ni aderezos: - Soy más feliz viviendo en Tijuana que en Monterrey-
Por lo que a mí respecta, (y no es propaganda del Ayuntamiento) me siento parte de Tijuana y quiero seguir viviendo en ella. A huevo que sí.
Hace cinco años, un día como hoy 16 de octubre, pisé por primera vez tierras tijuanenses sin imaginar siquiera que la ciudad se convertiría en mi lugar de residencia.
En aquel entonces solía cargar conmigo un diario que me acompañaba a todas partes y en donde escribía compulsivamente de la misma forma que ahora lo hago en el blog, con la diferencia de que la practicidad del papelito y la pluma me permitía descargar la tinta en el lugar de los hechos.
Como una forma de homenaje a este primer lustro bajacaliforniano, reproduzco de manera íntegra lo que escribí esa mañana mientras volaba de Monterrey a Tijuana.
16 de octubre de 1998 a bordo de un avión estacionado en el aeropuerto de Chihuahua--
- Al acariciar este papel tantas veces confesor mi pluma piloto se derramó o eyaculó. Las in-terpretaciones ahí las dejamos para al rato. Estoy enclaustrado o incubado dentro de un avión que recién aterrizó en Chihuahua. Que pirado está esto de los air planes. Se supondría que debería quedarme dormido pues he jeteado unas tres horas nada más, pero honestamente me vale madre, pues en los grandes días se duerme poco. Ayer andaba nervioso. Hoy simplemente no se, como que ando en actitud de muy acá. ¡Lo que te produce andar suspendido en el aire¡ La incógnita, el enigma será Carolina ¿Me esperará en el aeropuerto? ¿Cómo será ese encuentro? ¿Qué nos va a pasar? I don?t know. La tradición del alegre viajero vuelve a mí y me siento tan normal. Veremos como pinta este Chalifornian tour 98. Por lo pronto vamos a Hermosillo y espero dormir riquísimo aunque sea una pinche hora. Quiero ver a Carolina, darle un gran beso y listo...lo demás pues Deo Ignoto dirá. ..
Más tarde en algún lugar del cielo norteño-
- Continuamos pero ahora sí cual dust in the wind, es decir rolando por los aires encima de montañas chihuahuenses ¿O acaso sonorenses? Mientras esto sucede, las azafatas de este pajarraco de acero tienen a bien obsequiarme unos cacahuates liliputenses y un jugo tomatil sin alcohol mientras que esta aeronave va devorando los kilómetros que aún me separan de Carolina. Que bello es escapar, irte, irte, irte, vuela un jett hacia el Sur, la cósmica cintura hacia el folklórico ataúd de un DC- 10 que se hace estrellas contra el suelo, diría mi bien amado Charly García y delante de mi solo veo cabezas suspendidas en el anonimato de un asiento y voy volando, que invento tan increíble, voy volando, gritaré con risa de hiena. Tijuana- Tijuana- Tijuana, caliente- caliente- caliente. Que grande es México carajo, la verdad que es enorme. Chale, como que traigo obsesión por tomar jugos y este vuelo a Hermosillo no ha durado ni madre, pues la presión en el oído me indica que ya bajaremos. Ahí platicamos en tierra-
Más tarde, volando sobre el Mar de Cortés-
Volamos sobre la costa, la playa sonorense y lo que supongo yo es el Mar de Cortés está ante mí y me impresiona ver tantos y tantos kilómetros de costa desierta en toda la extensión de la palabra, pues no solo no hay gente, sino tampoco vegetación. Si no viera ante mí ese pedazo de tierra pensaría que el mar es el cielo, pues realmente son del mismo color. De hecho en este momento la tierra ya se pierde y entramos de lleno al mar. En la otra orilla de la Península, mirando al Pacífico, Carolina espera.
Estas palabras las escribí minutos antes de aterrizar en Tijuana por primera vez en mi vida. En el momento en que las escribía a bordo del avión, nada de lo que hoy es mi ciudad, la que literalmente recorro de punta a punta todos los días, existía para mí.
Debo haber aterrizado con la cara que ponen esos miles y miles de aventureros y migrantes que des-embarcan cada día en esta noble tierra.
En ese primer viaje estuve en Baja California del 16 de octubre al 1 de noviembre, aunque apenas y tuve tiempo de estar en Tijuana.
Dividí el viaje entre Rosarito, Ensenada y San Diego. A Tijuana solo llegamos un par de días y jamás pernocté aquí durante ese periodo. De Tijuana conocí la Revo, concretamente el Club A, y el Ranas en la Plaza Fiesta, además del restaurante chino de Agua Caliente (siempre como ahí pero olvido su nombre) Eso sí, dimos muchos roles por San Diego y pasamos deliciosos días en Ensenada, con Bufadora y cavas incluidas. Amé con furor los tacos de pescado y bendije una y mil veces la clemencia del clima. Aunque la región se me había hecho interesantísima, al volver a Monterrey no imaginaba que unos meses después vendría a vivir aquí para siempre.
Al cabo de cinco años he bebido mucha agua del Pacífico (aún no de la Presa, pues siempre he vivido en Playas) Si hubiera una carta tijuanense de nacionalización creo que ya la habría obtenido. Por for-tuna, hay muchas formas de ser tijuanense, mil y un maneras de vivir y asimilar esta ciudad. ¿Existe un código oficial de la tijuanería? ¿O hay un tijuanómetro capaz de medir los grados de tijuanéz que hay en mi sangre? ¿Podré ser incluido en una clasificación dentro de un tratado de tijuanología?
Con sus adolescentes 114 años de existencia, esta ciudad sí que es de todos los que en verdad quieren ser de ella. Mal que bien, ser migrante es la condición más típica de la tijuanería. Y sí se trata de hacer afirmaciones categóricas, lo digo sin metáforas ni aderezos: - Soy más feliz viviendo en Tijuana que en Monterrey-
Por lo que a mí respecta, (y no es propaganda del Ayuntamiento) me siento parte de Tijuana y quiero seguir viviendo en ella. A huevo que sí.