Scape to the void
Los saltos al vacío son adictivos. Para
qué negarlo. La fuerza de atracción del abismo puede llegar a ser muy cabrona.
Hace unos días, varias cámaras filmaron el momento en que un hombre en bata y
ensangrentado, recién dado a la fuga de un hospital del IMSS, se arrojó del
puente de la 5 y 10 pese a los desesperados intentos de una mujer por salvarlo
y pereció sobre el asfalto trastornando el tráfico en el crucero más
congestionado de Tijuana. Todos vimos el video. No sé si tengo derecho a
afirmar que mis amigos argentinos acaban de actuar como ese pobre suicida, que
sin duda arrastraba un infierno existencial y huía de un vía crucis
hospitalario. Cuando a la vida le da por morder muy duro y con los dientes
afilados, el salto al vacío puede ser visto como una cura o por lo menos como
una ruta de escape.
Quiero
dejar atrás el vicio de opinar en torno aquello que ignoro. No puedo pensar en
cabeza ajena y no camino en los zapatos de un argentino que le otorgó su voto a
Javier Millei como para creerme con el derecho de llamarlo suicida. Tampoco es
que hubiera razones para no considerar que te suicidabas si votabas por una
hecatombe caminante como Serio Massa. Sin embargo, no puedo dejar de sentir que
el triunfo de Millei en Argentina es un retroceso.
¿Por
qué me importa? Tal vez porque Argentina es un país al que le tengo harto
cariño y cuya cultura – literaria, musical y futbolística- forma parte de mi
educación sentimental. Vaya, es el segundo país que más veces he visitado en mi
vida después de Estados Unidos y por ello me lastima verlos entregarse a un
petulante payaso que a priori parece más ridículo que temible, aunque a estas
alturas tal vez que haríamos bien en temer sus payasadas. Cierto, la única
razón de peso para volver a confiar en el bodrio peronista, era la de no
entregarse a los brazos de un tipejo que es una mala broma en el perene show de
tiktokero que se ha transformado la política global. En cualquier caso, Millei
refirma la supremacía de la gritería sorda y la bravuconada facilona, que son
la nueva ley en la política global. Trump y Millei se disputan la copa de los
gestos más grotescamente asquerosos de la política mundial. Prohibida la razón,
el sosegado análisis y la mesura. A la mierda con la moderación y con el
centro. Lo de hoy es el discurso del odio. Gana más el que odia más, el que
grita más, el que vocifera, despotrica y hace los gestos más repugnantes. Puede
que no tengas muy claro lo que crees (después de todo no hace falta) pero debes
tener clarísimo aquello que odias y encarnar en tus palabras el odio de las
masas. Qué tristeza que tantos millones de argentinos voten por la supresión
del derecho a la salud y la educación pública, por la entrega del bien común a
la ciega voracidad el mercado, por la justificación histórica de genocidas.
Libertad,
libertad ¿cuántos crímenes se cometen en tu nombre?