Combate de sombras contra nuestros demonios interiores
Durante la larguísima fila
para aplicarnos la segunda dosis de Pfizer, me leí de corrido las 129 páginas
que me faltaban de Revancha, novela del catalán Kiko Amat. Supe de la
existencia de este libro gracias a una entrevista con el autor que compartió mi
colega Juancito Nicolás Becerra. El tema y las ideas expresadas por Kiko
llamaron mi atención y me di a la tarea de pepenarlo. Para andarnos sin rodeos
les diré que la novela es un soberano chingazo bien puesto. Hagan ustedes de
cuenta que es la portada del Vulgar Display of Power de Pantera encarnada en
literatura. Ultraviolencia pura y sin matices. Eso sí, cuesta trabajo entrarle
y adaptarse, pues los personajes de Amat manejan su propia jerga. Traté de
investigar al respecto y reparé en que no es slang barrial catalán, sino un
lenguaje inventado por el autor al estilo del Nadsat creado por Burgess en
Naranja Mecánica. Así las cosas, cuando empiezas a leer tienes que aprender a
traducir: la nursa es la cara, los nodos son los ojos, los lipos son los
labios, la clepsa la cabeza, el machino es el carro, las jinchas son las chicas
y así una decena de expresiones que se repiten a lo largo de toda la novela. Ya
cuando llevas unas cien páginas te acabas por acostumbrar y hasta te da risa.
Su negrísimo e irreverente humor me sacó espontáneas carcajadas. Me gusta la
alternancia entre la segunda persona de Amador y la tercera de César, los
compulsivos saltos entre pasado y presente, las dosis de poesía fingidamente
involuntaria. Revancha narra las historias de Amador, un gay de closet que se
desempeña como subjefe de la facción más violenta, machista y ultraderechista
de aficionados del FC Barcelona, y de César, un ex jugador de rugby que tras un
periodo en la cárcel acaba como ajustador de cuentas. El personaje de Amador,
por cierto, está basado en Nicky Crane, un hooligan neonazi británico de los
80, símbolo skinhead quien llevaba una doble vida, pues el ser un supremacista
blanco golpeador de inmigrantes y fundador del movimiento Blood and Honor, no
le impedía ser actor porno gay y un asiduo a los antros de “ambiente”. Nicky
Crane murió de sida en 1993 y Amador, me parece, es su versión catalana.
También estuve investigando sobre los Boixos Nois, la facción nazi de los
hinchas del Barcelona. Me llama mucho la atención que un equipo como el
blaugrana, tan identificado históricamente con el independentismo catalán y el
antiespañolismo, pueda tener una facción de aficionados que gritan viva Franco
y apoyan a Vox. El crimen por el que Amador es condenado a prisión también fue
real y ocurrió en 1991, cuando cinco nazis del Barsa apuñalaron al líder de las
Brigadas Blanquiazules del Espanyol. Conclusión: las infancias rotas engendran
monstruos, la ultraviolencia ciega no es que más que un infructuoso combate de
sombras contra nuestros demonios interiores y Kiko Amat me regaló el mejor
antídoto para conjurar una fila de cuatro horas antes de ser vacunado.