Lavinia y Narcisa
Lavinia y Narcisa. ¿Las conocen? Creo que los académicos podrían
entretenerse un rato elaborando un concienzudo estudio comparativo en torno a
estas dos chicas brasileñas, personajazas principales del par de novelas de
vicioso y enfermizo amor que me he chutado. Además de su nacionalidad, las
similitudes entre ellas no son pocas por lo que la comparación no resulta tan
odiosa. Ambas son muy jóvenes y les falta más de un tornillo en el cerebro, por
no decir que están locas de atar. Loquísimas en realidad. Las dos son marginales, vivieron infancias
duras en familias disfuncionales y tuvieron que ganarse la vida haciendo la
calle. Son bipolares, intempestivas e impredecibles, aunque acaban por resultar
harto simpáticas. No le hacen el feo a los vicios, aunque en ese sentido Narcisa
está más jarcor, pues es crackómana
radical, mientras que Lavinia solo es
pacheca. También sus respectivos romances son similares, pues los narradores de
las dos historias son hombres errabundos de mediana edad inmersos en el desbarrancadero
de un amor con esencia de ciclón o flagelo.
Narcisa vive en Río de Janeiro y enamora al Cigano, un gitano rehabilitado de la adicción y la
delincuencia, mientras que
Lavinia, esposa de un pastor evangelista, habita en un pueblo amazónico
y enamora a Cauby, un solitario fotógrafo vagabundo. Narcisa es una mega novelota
de 700 páginas escrita por Jonathan
Shaw, un tatuador nacido en California que ha vivido tres cuartas partes de su
vida en Brasil (y también un tiempo en México). La obra ha sido leída y elogiada
por personajes como Iggy Pop, Johnny Deep o Marilyn Manson. Shaw,
evidentemente, amamanta de Henry Miller
y Bukowski y pese a lo breve de sus capítulos, su novela se alarga demasiado
dando vueltas en una viciosa y repetitiva espiral obsesiva. Por momentos todo
se trata de Cigano mirando a Narcisa inmolándose en el altar del crack. Claro, tiene su dosis de poesía
malandra, su deshoje de florecitas nihilistas a Celine o Kerouac, pero al final
es un piano redundando en la misma tecla. En lo
personal me gustó un poco más la historia Yo recibiría las peores noticias de
tus lindos labios de Marçal Aquino. Como trama es más redonda. Aunque se hermanan en lo furtivo del romance y
la patológica codependencia de los amantes, me parece que tiene un poco más sentido del humor y los
personajes respiran mejor. Hay una tensión
permanente desde las primeras páginas. Sabemos que algo terrible sucedió con
los enamorados, sabemos que Cauby ha
caído en desgracia y que Lavinia ya no está con él, pero no tenemos idea de cómo se llegó a esta catástrofe. Aunque
mórbida y torcida, al final estamos ante una desgarradora historia de amor y su desenlace (no spoilers
please) es tan triste como tierno. A Marçal Aquino lo conocí porque lo tuve de vecino en la antología Latinoir de Nitro Press
y solo puedo decir que es un grandísimo narrador al que vale la pena leer. Atrévanse a
recibir las peores noticias de los labios de Lavinia.