Bueno, lo hice. Salí a votar a las 17:50 de Tijuana (19:50 del centro de la República) lo que significa que debo estar entre las últimas personas que sufragaron en el país. Desde que voté por vez primera en 1994, nunca he dejado de ejercer mi derecho y no voy a dejar de hacerlo, ni tampoco voy a votar en blanco o a anular. Hasta hace algunos años, cuando todavía era un reportero en activo, la política impregnaba e infestaba mi vida diaria. No es que me apasionara ni mucho menos, pero era mi chamba y le entendía muy bien al jueguito. Es por ello que el mayor lujo que he podido darme en estos tiempos, fue poder mantenerme radicalmente al margen del circo electoral que nos infestó e infesta en este 2018. No vi ni me interesó ver ni uno solo de los debates; no he publicado ni voy a publicar un solo párrafo alusivo a la contienda y en la medida de lo posible me las he arreglado para evadir el tema cuando surge en una sobremesa. En la era en donde estamos infestados de opinólogos, comentólogos, predicadores, merolicos, adivinos y de más fauna que quiere hacerse la interesante, yo me he dado el supremo gusto de no expresar una sola opinión. Lo siento, pero no tengo nada que decir. Desde hace muchísimo tiempo definí el sentido de mi voto y ni los debates, ni los escándalos, ni los memes, ni sus doctas opiniones facebookeras influyeron en mi decisión. A seguir con la vida se ha dicho y si me preguntan qué es lo que pienso en este momento o cuál es mi pronóstico, les diría que todo está resumido en la última frase de la novela Nocturno de Chile de Roberto Bolaño. Más no tengo para decir.
Sunday, July 01, 2018
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