Un ignoto Mar Caspio reducido en mis recuerdos a burda nomenclatura de unidad habitacional. Un caballero Galaor ilustrado y un cómic angelino de hojas blancas contemplado desde el segundo piso de Anzures. Premios pichicateros y una feria de libros pobres en la cochera de la casa. Las escenas de acción irrumpieron con el carricoche apocalíptico que encendí sin llave, a puro tacto y deseo, desafiando curvas y gravedades entre la abrupta desolación de una nave industrial posterior al Armagedón.
Reparar en la culpable desnudez mientras busco baño o farmacia en la oscuridad de la Avenida 20 de Noviembre. Sólo una camisa azul de botones, un calzón a medio bajar, pantuflas negras y la certidumbre de ser acechado por una patrulla lista para encuadrarme entre los prófugos de la estancia o el psiquiátrico. Entre las tinieblas brilla la luz macilenta de un restaurante de mariscos sin duda podridos, yacientes entre talleres mecánicos de puertas cerradas. Es la 20 y el herrumbre ontológico se impregna en las arterias. Esencia pura de desolación y desamparo, desparramando culpables magueyes en el monte, preguntando a un viene-viene la exacta ubicación del final de la noche.
Wednesday, December 21, 2016
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