Pudo haber sido el olor a gasolina (en algún lugar escuchaste que es afrodisiaco) o acaso el recuerdo de un poster pegado en la pared de una cantina malamuertera donde una güera con shorcito de mezclilla y culo prominente carga combustible en el tanque de un Ferrari rojo. Tu austera camioneta blanca rotulada con el escudo del Ayuntamiento de Tijuana no se parece al Alfa Romeo de la foto y Rendichica no tiene semejanza alguna con la rubia ni aciertas a dibujar su imagen si llevara a esos shorts diminutos, pero aun así te las has arreglado para tomarle una furtiva foto con tu celular, misma que ahora contemplas con la devoción que nunca has profesado a tantísimas güeruchas de revista que te han acompañado en tus magras noches de onanista.
¿Serán entonces sus ojos? No es preciso ser muy observador para concluir que ese par de charquitos verdes es lo primero que resalta en su rostro.
Sí, pudo ser esa miradita esmeralda, pero acaso no haya sido tan matadora como la sonrisa. Admítelo ¿cuándo carajos te habían sonreído de manera encanijadamente seductora y cachonda como hizo Rendichica el primer día en que fuiste en calidad de urgencia a echar un escupitajo de combustible a la gasolinera del bulevar Rosas Magallón? Nada tenías que estar haciendo por esos rumbos a esa hora ni tendrías manera de justificar ante tus superiores tu presencia en esa zona de la ciudad.
Cierto, no eres el primero ni el único empleado de la dirección municipal de Obras Públicas que hace o intenta hacer negocitos vendiendo material de construcción, pero en cualquier caso ibas a tener que inventar una muy buena excusa para justificar el haberte quedado sin gasolina en las inmediaciones de la colonia Divina Providencia, donde fuiste a llevar dos bultos de cemento para venderle a tu primo, el Carnitas Mascorro, aunque en este caso vender es un decir, pues un centavo en efectivo nunca verás y en el mejor de los casos tal vez algún día sean remunerado con unas caguamas
Thursday, April 28, 2016
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