Eterno Retorno

Sunday, May 10, 2015

Creo que las experiencias boxísticas más apasionantes de mi vida han sido el cuento del Rayo Macoy de mi master Rafael Ramírez Heredia y un relato de James Ellroy sobre la pelea de Terrible Morales contra Barrera. Fuera de eso no puedo decir mucho más. Tal vez les cueste trabajo creerme si les confieso que la única pelea de box que he visto completa en mi vida fue la de Rocky contra Iván Drago. Hay días como éste en que al más puro estilo José Alfredo me siento un prófugo de un mundo raro. Un mundo rarísimo en donde la “pelea del siglo” se suma a las mil y un cosas que me valen un reverendo carajo en este mundo. Ese mundo raro en el que suelo habitar en los domingos de súper bowl o la noche de los óscares, que me resultan tan importantes y trascendentes como la pelea de esta noche. Sí, ya sé que Cortázar y Hemingway eran fanáticos del deporte de los puños, que hay historias apasionantes en las vidas de los pugilistas, pero ¿qué carajos quieren que haga? A mí el box me aburre horriblemente como en realidad me aburre cualquier deporte que no sea futbol. Si en literatura soy omnívoro y disfruto leyendo casi de todo, en deporte y en música me precio de ser un intolerante. Un partido de futbol de tercera división me apasiona más que la pelea del filipino ese. En lo que a deporte espectáculo se refiere, mi momento más apasionante del fin de semana fue el segundo gol que los Tigres le atascaron a las chivitas. Inevitable sentir esa extraña sensación de plenitud y libertad al saber que no formo parte ni le aporto un centavo al “negocio del siglo”.