Eterno Retorno

Monday, June 15, 2009

El sábado por la mañana Carolina y yo salimos de casa a echar un rápido desayuno y sin querer queriendo acabamos en Ensenada. Creo que si lo hubiéramos planeado habríamos acabado dándole tantas vueltas al asunto, que al final se habría cebado el paseo. A veces creo que lo más relajante del treep to Ensenada es lo hipnótico de la carretera. Una buena música debe acompañar el paseo. Hay rolitas diurnas, rolitas de calor y carretera: Pixies, Ramones, The Clash, rockandrollcito alegre, chelerón, propio del medio día. Antes de agarrar carretera, estuvimos un rato en la playa frente al muelle de Rosarito. Lenta y tal vez imperceptiblemente, pero en Rosarito se vuelve a respirar un poco de alegría. Sí, nuestras calles aún están vestidas de miedo y desolación, pero al menos ya se ve luz al final del túnel. Nuestras calles tienen ganas de sonreír. Poco a poco vuelven a aparecer grupos de turistas y la playa tiene algo de vida. Ensenada tiene un mejor aspecto que Rosarito, pero aún está lejos de ser lo que era. Cuando llegamos a la Cenicienta del Pacífico, un crucero estaba haciendo su arribo al puerto y si bien no se respiraba un ambiente carnavalesco y las calles no hervían como antes, al menos no estaban muertas. Recuerdo el 26 de junio de 2000, cuando Carolina y yo fuimos a celebrar nuestro primer aniversario de bodas a Ensenada. Había tantos turistas en aquel tiempo, que nos fue literalmente imposible encontrar una sola habitación de hotel, pues la ocupación al 100%. Finalmente acabamos por pedirle posada a un amigo. Así era Ensenada hace no mucho tiempo. No era posible ir por allá un fin de semana sin reservar habitación. El sábado sobraban cuartos y la mayoría de los hoteles tenían promociones con tarifas en extremo baratas. Daba la impresión que se desvivían porque ocuparas una habitación. Aún así, tengo fe en que Baja California volverá a ser el cuerno de la abundancia que alguna vez fue. Todas las plagas apocalípticas parecen haberse enseñado con esta península. El pavor al secuestro, la recesión económica, los martirizantes cruces fronterizos, los policías corruptos empeñados en sangrar hasta el último centavo del turista. Parece que hicimos todo lo necesario para convertir este sitio en un desierto, pero esta tierra no puede derrumbarse en el abismo. Hay demasiada grandeza y creatividad en su gente como para dejarse caer.

El propósito de la escapada a Ensenada era surtirnos de mariscos en el mercado del puerto. Pepenamos todo el variado botín que el Pacífico puede proporcionar, para dedicar el domingo a preparar una paella. La verdad sea dicha, quedó suculenta.

El Conejito tiene prisa por crecer, junio sigue siendo casi invernal, el verano es una mentira y el lunes apuesta por la canonización.