Eterno Retorno

Thursday, June 18, 2009

BIBLIOTECA DE BABEL

Casi nunca
Daniel Sada
Anagrama

Por Daniel Salinas Basave

Más que un estilo, el narrador mexicalense Daniel Sada es dueño de un sello de autenticidad resistente a cualquier intento de imitación. Pareciera que la “prosa Sada” es una marca registrada y si bien ya dijimos que la imitación parece imposible (y resultaría sin duda ridícula) no es exagerado afirmar que ni siquiera hay lugar a la odiosa comparación. ¿Cuál es el punto de referencia para ubicar a Sada? Un espejo. ¿A quién se parece? A nadie en lo absoluto. Sí, alguien podría decir que por la temática lo suyo es novela rural ¿Y acaso le encuentran parecido alguno con Rulfo, Revueltas o Yáñez? Sin duda amamantó de ellos en su juventud, pero ya no quedan demasiados rastros de los maestros en su ADN literario. También lo han encerrado en la forzada caja de zapatos de la “narrativa norteña” como si por los rumbos de este punto cardinal se dieran como nopales prosas como la suya.

Casi nunca, novela ganadora del Premio Herralde, es una de esas rarísimas aves de la narrativa mexicana, un nos plus ultra de lo sui géneris y no precisamente por la temática, que vista por encimita puede resultar el colmo de lo ordinario. De acuerdo, la sinopsis no se escucharía demasiado extravagante suponiendo que alguien preguntara ¿y de qué trata esta novela? La temática es simple: es la historia de un agrónomo de mediados del siglo pasado, administrador una huerta en Oaxaca y aficionado a los burdeles que se engancha con una prostituta, hasta que en un rancho de Coahuila se enamora de una Venus norteña a la que propone matrimonio. Por lo que a la trama se refiere no sucede nada demasiado extraordinario. En aparadores de librerías acaparados por conspiraciones vaticanas milenarias, oscuras tramas políticas y seductores vampiros adolescentes, la historia de un amorío ranchero de los años cuarenta podría no resultar demasiado atractiva y sin embargo es un libro extraordinario. Al final, todo queda en la prosa y en el caso de Sada la forma acaba por transformarse en un fondo profundo.

El lenguaje de Casi nunca es un perpetuo malabarismo narrativo, una jugarreta de lenguaje donde las frases son plastilina y piedra en el mismo párrafo y queda la permanente sensación de que acaso todo sea una tomadura de pelo del narrador que se divierte como enano burlándose de sus personajes y poniendo al lector a brincar cuerdas respiratorias a la hora de articular oraciones. Cierto, no es una lectura fácil y sin embargo sobre ella no pesa el calificativo densa. De entrada, confieso que nunca había leído una novela que rindiera semejante tributo al uso de los dos puntos. Sada los emplea hasta el hartazgo. ¿Quién dijo que el mundo se limita al punto y coma? Vaya, este señor le exprime buen jugo a los signos de puntuación y los pone al servicio de un ritmo cambiante, por momentos atropellado y pese a todo simétrico, casi poético.

Olvidé señalar que tal vez los encargados de clasificar los libros en las bibliotecas, bien podrían incluir Casi nunca en la sección de novelas eróticas. Por supuesto nada tiene que ver con Marqués de Sade, Apollinare y similares y sin embargo, Casi nunca es, pese a todo, una novela erótica, por momentos demasiado explícita, aunque despojada de los comunes lugares romanticoides o del afán transgresor del porno. Después de todo, el eje sobre el que gira toda la historia es el deseo y la obsesión sexual del personaje principal Demetrio Sordo. El sexo-manantial, el sexo-infierno, el sexo-motor, la fuerza que todo lo mueve. Cierto, no hay esencia Sade en Sada y sin embargo creo que Bataille sacaría interesantes conclusiones de Casi nunca. En sus páginas yacen la puta y la santa, el burdel y la alcoba matrimonial, desenfreno y castidad, las extrañas y siempre absurdas reglas del cortejo humano representadas en Mireya y Renata, los dos extremos de una cuerda que encarna la moral machista mexicana. La felatriz lasciva capaz de enamorarse y la novia que se niega a dejarse besar la mano, cuya virginidad es un templo ubicado en cimas montañosas imposibles de alcanzar. También está presente el complejo edípico, oculto en el calabozo de las costumbres provincianas y los afanes aristocráticos de la clase media ranchera. Como marco de la historia, la vastedad del Norte, sede oficial de la narrativa sadiana, eterno purgatorio inabarcable, la hostilidad infinita de la que sólo el paisaje de Coahuila es capaz donde mora como alma en pena ese fantasma omnipresente llamado deseo.