Disertaciones de una familia gaijin tras su primera mañana en Tokio
1-
Los espectros del jet-lag no son una leyenda nipona. El
efecto Lost in Translation existe. Vaya
que existe. Anoche llegamos molidos después de cruzar el Pacífico. Caí en una
suerte de black out, pero fue como una siesta de dos horas y media. Desperté
con la extrañeza absoluta de estar donde estábamos y antes de las cinco de la
mañana yacía cazando el alba por el rumbo de Ginza.
2-
El espíritu de un pueblo habita en los mercados populares y el mercado de
mariscos es un caleidoscopio alucinante de sabores. Salado hedonismo paladear
el erizo en estado puro, las mil y una variantes de pescados y calamares secos.
3-
Árboles, calles limpias y gente en extremo respetuosa. Cada pequeña acción,
hasta la más simple, es una ceremonia.
4-
La habitación provee absolutamente todo y de sobra en enseres de limpieza. Te
provee pijama, pantuflas, cepillos de dientes y pelo. Lo único magro es el
espacio.
5-
Primer contratiempo del viaje. A esta hora deberíamos estar viajando a Kioto,
pero un tifón afectó la región central y alteró por completo las salidas de los
trenes. Aquí estamos varados en la estación y todo indica que permaneceremos
una noche más en Tokio. La tierra natal de Murakami tendrá que esperarnos un
día más.