Eterno Retorno

Saturday, December 24, 2022

Oxímoron City

 


Extraña es mi sensación tras visitar por vez primera la plaza Península. El proyecto sintetiza las grandes paradojas de la Tijuana actual, el gran oxímoron en que se ha transformado nuestra ciudad. Demasiadas preguntas surcan mi cabeza. Aunque es un proyecto inacabado o en proceso, de entrada el concepto arquitectónico es muchísimo más ambicioso  y sofisticado que el de cualquier otro espacio comercial de la ciudad. Me agrada el  agua en el centro y  que al menos en sus maquetas digitales haya una apuesta por espacios verdes. Entiendo que el proyecto integral contempla una combinación de  espacio comercial, habitacional, áreas recreativas, hospedaje, salud, gimnasio. Dicen que algo nunca visto.

 

Lo más sorprendente y emocionante para mí es que el nuevo centro comercial  nazca con una librería. Plaza Península incluye una sui generis Gandhi que ya está abierta. Una librería de techos altos y grandes ventanales. Aunque imponente por fuera, en realidad es una librería pequeña  con un buen arsenal de objetos del deseo en sus mesas. No pocos  ejemplares de Acantilado, Galaxia Gutenberg y Siruela en su acervo. Las biografías completas de Stefan Zweig, el Kafka de Reiner Stach, De profundis de Wilde, la biografía de Clarice Lispector de Benjamín Moser, la nueva edición de Viaje a Portugal de Saramago (que ahora ya tengo en mis manos gracias a un gran amigo). Puros libros que le pediría a Santa.

Vaya, tal vez no sea Eterna Cadencia o El Péndulo, pero el nacimiento de cualquier oasis libresco en mi ciudad es digno de celebrarse. Digamos que  Galerías Hipódromo, Macroplaza, Pabellón Rosarito  y similares ni por casualidad venden un libro en todo su perímetro. Ojalá esta Gandhi  se mantenga y se consolide.

 

Continúo caminando por sus andenes. En el Starbucks me encuentro casualmente a Héctor Osuna Jaime, acaso el mejor alcalde que ha tenido esta ciudad, esperando su café en la fila. En una de las mesas, el Profe Enrique Briseño yace abstraído en su lectura. El sol del mediodía se desparrama en los cristales.  A menos de 48 horas de Navidad, Liverpool es un desfile de apurados y estresados compradores. Los empleados se vuelven locos.

Menos de la tercera aparte de los locales están en funcionamiento. El resto son proyectos. Aunque en lo personal a mí las marcas de ropa me valen un reverendo carajo pues soy un vocacional zarrapastroso eternamente mal vestido, me llama la atención que en Península se han establecido o se establecerán firmas y tiendas oficiales de garrita fina  que hasta ahora brillaban por su ausencia en Tijuana.

 

En cualquier caso, la inversión en el proyecto es descomunal. Asumo que  Padilla Ojeda  y compañía se apoyan en sólidos estudios de mercado que justifiquen semejante emprendimiento en una zona de la ciudad que no es de fácil acceso y que no está precisamente en el corazón de un área urbana con alto flujo de turistas como el Centro o Río,  o elevado poder adquisitivo,  como es el caso de Galerías Hipódromo. Al menos a mí me queda lejísimos y en ningún  caso sería un  lugar que me quedara de paso.  Pienso que los inversionistas están más bien tratando de crear un nuevo polo de desarrollo en lugar de aprovechar uno ya existente, lo cual no deja de ser arriesgado, máxime cuando el concepto de gran mall está en declive en Estados Unidos, donde  las nuevas generaciones solo compran en línea.

 

Camino por la Plaza Península y pienso en el contradictorio presente de nuestra frontera. Tijuana parece llegar a un punto de quiebre pero contrario a lo que le sucede a las ciudades en decadencia, aquí el dinero sigue fluyendo. Vaya, Tijuana no se parece a un fantasmagórico Detroit lleno de carcasas industriales abandonadas ni es como tantos pueblos fantasmas del centro de la República que se van despoblando gradualmente. Tijuana parece por momentos insostenible, al borde del desbarrancadero, pero los capitales siguen fluyendo.

 

Elevas la vista y miras un sinfín de condominios y edificios en construcción.  Cimientos, obras grises, fraccionamientos listos para venderse, decenas de miles de albañiles. Después del bajón de la pandemia, el  empleo se recupera en tiempo récord.  El turismo médico bate todas sus marcas. ¿Han visto el nuevo Health District de Cosmopolitan Group? ¿El nuevo hospital que inauguró New City? El turismo médico está generando una derrama promedio de 2 mil millones de pesos anuales. Siguen llegando inversiones extranjeras, la industria aeroespacial crece a paso veloz, los hoteles están llenos, las rentas están por los cielos, el costo de la vivienda incrementa cada mes,  pero al mismo tiempo Tijuana rebasó ayer los 2 mil homicidios en lo que va del año. Un promedio de casi seis asesinatos al día se cometen en nuestra ciudad donde el metro cuadrado es uno de los más caros de México.

 

El dinero fluye pero el tráfico no. Las arterias viales de Tijuana parecen obturadas o coaguladas por un descomunal colesterol urbano. De Plaza Península a Plaza Río hice más de una hora. Ni hablar de la rampa Otay, de la cancelada Vía Rápida Oriente o de la Avenida Internacional.

 

En Tijuana todo se ha tornado excesivo y desbordado. El aeropuerto es un hervidero a cualquier hora, la línea para cruzar a San Diego mide varios kilómetros en Otay o en San Ysidro y del otro lado llega hasta Chula Vista. Sí, también son decenas de miles los que cruzan rumbo a México. Cientos de placas de California haciendo fila en la caseta de Capufe, pero al mismo tiempo son miles de migrantes los que siguen llegado por todos los medios. Mexicanos del sur, centroamericanos, ucranianos, rusos, haitianos.  

Los semáforos están llenos de malabaristas ejecutando números cada vez más complicados y las banquetas derrochan vendedores ambulantes de cualquier chuchería.  Los restaurantes tienen lista de espera, los bares revientan de parroquianos, las taquerías están hasta la madre  y en las calles pululan miles de sin techo. La gente duerme en las calles, caga en las calles, muere en las calles. A lado del camino ves brillar fogatas en la oscuridad, tristes sombras arrastrándose en la cuneta, famélicos espectros arrastrándose entre los perros muertos. El Río Purgatorio o Río Fentanilo es un santuario de almas en coma, un Aqueronte atravesando la urbe.

 

Seremos World Design Capital en 2024, albergamos grandes eventos internacionales, recibimos miles de turistas pero al mismo tiempo colapsamos.  La gente bebe, la gente hace fiestas, la gente se enamora, la gente se pelea, la música no deja de sonar. Todo es posible en Tijuana. Todo hierve, todo estalla, todo se desborda. No es una  ciudad paralizada o deprimida.  Es una ciudad en ebullición, en el ojo de un tornado, azotada por fuerzas que no parece poder controlar.

 

Avalancha de sueños y naufragios, carnaval realidades e ilusiones tercas, tornado de almas prófugas de los más improbables rincones que hoy llevan la esencia tijuanense en la sangre y el deseo. Porque Tijuana se lleva en el alma como un amor y en la piel como un tatuaje. Porque Tijuana es, pese a todo,  un romance complejo, tormentoso, desgarrador y pasional. Mi irrenunciable caos.

 

En fin, estos pensamientos lo asaltan a uno cuando camina por un improbable y recién nacido oasis comercial en Oxímoron City.