Eterno Retorno

Monday, September 26, 2022

La de anoche fue mi séptima cita con Maiden. ¿Habrá una octava?

 


La de anoche en Chula Vista fue la séptima vez en mi vida que vi a Iron Maiden, después de un larguísimo ayuno de catorce años.  La sexta vez había sido en febrero de 2008 en Los Ángeles durante la histórica gira del Flight 666. Fue también mi primer concierto post-pandemia. La Doncella de Hierro forma y ha formado  parte de mi vida desde la temprana adolescencia. Vaya,  si el mundo de la música fuera el Olimpo griego, Maiden es el equivalente a mi Zeus; si fuera el Valhala sería Odín. Claro, en el mismo altar están Sabbath, Judas y Motorhead, pero la Doncella está en el centro. No fui a tomar una sopa de nostalgia ni a subirme a la máquina del tiempo, pues resulta que jamás he dejado de escuchar a esa banda (creo que nunca ha pasado una semana en mi vida sin que ponga un disco suyo).  Tampoco se trata de un regreso o una reunión, pues nunca se han ido ni han dejado de grabar discos y el último es simplemente chingón.

Sorprende la canija energía que derrocha la banda en el escenario. Vaya que sirve la vida sana y el haber vivido históricamente alejados de las drogas. Sus edades oscilan entre los 64 y los 70 años, pero no paran de correr por todo el stage, en especial Bruce Dickinson,  que salta, gira,  va y viene de arriba abajo conservando un grandísimo nivel de voz aún después del cáncer. Uno va a los conciertos como quien sigue ciertas liturgias y sacramentos. Algunas cosas son idénticas pero otras tienen variantes.  En los siete conciertos que los he visto,  hay tres rolas que jamás han faltado: The Trooper, The Number of the Beast y Iron Maiden. Anoche fue la primera vez que no escuché cantar 2 Minutes to Midnight. También la primera vez que Eddie irrumpe  desde la primera rola, ahora vestido de Samurái  gigante para representar fielmente la portada de Senjutsu, con toda la escenografía japonesa. También fue la primera vez que Aces High, una rola tradicional de apertura, fue elegida como cierre con el respectivo discurso de Churchill que me sigue y me seguirá emocionando. Es sin duda el concierto de Maiden con más producción que he visto. También el de boletaje y parafernalia más cara y aun así lleno a reventar. Un gusto compartir la experiencia con mi amigo Juan Carlos Ortiz, con quien he ido a los últimos tres conciertos de la Doncella. Pero claro, extrañamos al Octavio (que se fue a Monterrey al Metal Fest), al Tizoc y al Neto que nunca faltaban a las citas maidenianas. Un gran fin de semana para la música. De esas veces que me habría gustado partirme en tres: Helloween y Hammerfall en CDMX, Metal Fest en Monterrey con un cartelazo que incluyó a los cuatro grandes del Thrash germánico, además de  Mayhem, Dismember y una buena cofradía. La vida sería muy aburrida sin Metal. La de anoche fue mi séptima cita con Maiden. ¿Habrá una octava?