Eterno Retorno

Tuesday, May 03, 2022

tu última trinchera de hedonismo


 

A tus 16 tu sueño era poder calzar unas Doctor Martens y a tus 54 lo sigue siendo. La mala noticia es que a ambas edades ha sido un sueño inalcanzable. De morro nunca tuviste ese dinero junto y en la edad adulta, cuando has llegado a tenerlo, has tenido que gastarlo en las mil y una prioridades  que hay por delante de unas botas. 

Del alma te saldría espetar un ordinario “cuestan un ojo de la cara”, pero no has venido aquí a dar lástimas. La chica no tiene porqué saber que el costo de esas botas representa para ti casi un mes de sueldo como profesor. Bueno, representaba porque hoy hasta ese magro ingreso se ha perdido para siempre. Hace cuatro años, cuando aún cobrabas como promotor de actividades artísticas en el instituto municipal de cultura, habrías podido soñar con comprártelas después de un aguinaldo o un mes de cinturón apretadísimo, pero tu etapa como empleado público acabó el último día del trienio, pues en el nuevo ayuntamiento nada quisieron saber de renovarte el contrato. Entonces te tuviste que ajustar a tu sueldito de profe de prepa con las horas cada vez más recortadas.  Conforme te fueron reduciendo las horas apenas fuiste capaz de estirar tu bicoca de raya para pagar la renta de tu cuarto, las latas de atún y la mayonesa que conformaban tu dieta. El mal vino de los viernes se convirtió en tu última trinchera de hedonismo. Tina ha ido creciendo y con la irrupción de las adolescencia han brotado los reclamos y los rencores, pero como pelea tanto con su madre, a menudo tú acabas siendo su pobre refugio, un aliado sin recursos que no puede ofrecer mucho más que una palmada en el hombro y unos oídos a medias dispuestos a escuchar sus rabietas y desahogos. Tu hija tiene ya la madurez suficiente para saber que eres un perdedor a lo grande, un perdedorazo sin ambages ni medias tintas, derrotado con todas las de la ley, pero al menos un perdedor buena onda que no ha querido inmolar tan descaradamente su espíritu adolescente. Tal vez Tina ya no se crea el mito del artista contracultural capaz de desafiar buenas conciencias pero al menos reconoce tu vocación bonachona.