Eterno Retorno

Sunday, March 06, 2022

Ayer en la Corregidora se cruzó una mórbida línea

 


Soy y he sido siempre un apasionado del futbol. A lo largo de mi vida he acudido a cientos de partidos en nueve países del mundo y les juro que nunca  había visto tanta saña, cobardía, vileza y mala entraña como la de  Querétaro. Ayer se cruzó una mórbida línea. Lo visto en la Corregidora es lo más bajo y desalmado, propio de basura humana. Estando yo en el estadio, lo más salvaje que me ha tocado presenciar ocurrió en Avellaneda en noviembre de 2006, durante  un clásico Independiente vs Racing, cuando una bronca en la tribuna, con lumbre incluida, motivó la intervención de la policía bonarense que irrumpió arrojando gas pimienta indiscriminadamente. Fue la única vez en mi vida que he sabido lo que se siente ser gaseado.  Independiente lo ganaba 2-0 con dos goles del Rolfi Montenegro y el árbitro suspendió el partido al minuto 65. Me impresionaba el nivel de tensión y la seguridad casi bélica alrededor del estadio, pero lo de Querétaro fue mucho peor. Hace algunos años pensaba que algo así era impensable en México, pero hoy compruebo cuán equivocado estaba.  He ido a ocho estadios diferentes en Argentina y a casi todos los de la primera división mexicana, pero nunca en casi 40 años de ir regularmente al futbol había visto a enfermos depravados masacrando a patadas cuerpos desnudos o agrediendo a mujeres y niños solo por traer una camiseta rojinegra. Lo más tenso que me había pasado en un estadio mexicano fue que me arrojaran hielazos y vasos con meados por entrar con camiseta de Tigres al viejo estadio Corona del Santos o presenciar una bronca colectiva en un Pumas vs América en 1989, pero fuera de eso la fiesta había transcurrido en paz. Vaya, aquí en Tijuana siempre que hay un Xolos vs Tigres  acudo con mi camiseta felina y nunca nadie me ha molestado. Sí, lo reconozco, como aficionado Tigre suelo echar carrilla muy pesada y a veces mis burlas contra los rayados se pasan de hirientes, pero nunca he sentido el impulso de dañar o agredir físicamente a alguien por traer otra camiseta. ¿Cuánta mierda y cuántos traumas debe haber en la cabeza de alguien que es capaz de agredir a una mujer o a un niño por llevar otros colores? Me hiere admitirlo, pero la de Querétaro  es la vibra y el espíritu que nos está impregnando como país. Un México dividido, radicalizado, rabioso, polarizado a niveles enfermizos. Entras a Twitter cada mañana y todo son linchamientos, lapidaciones, peroratas fanatizadas y una absoluta intolerancia hacia el que piensa distinto. Hace algunos años escribí una novelita corta llamada Predrag, basada en la historia real de los hinchas radicales del Estrella Roja de Belgrado que en 1991 fueron reclutados por el Tigre Arkan y conformaron el comando paramilitar más desalmado y sanguinario de la guerra balcánica, cuya labor era la “limpieza” étnica en Bosnia y Croacia. Esos aficionados del Estrella eran psicológicamente idénticos a los de Querétaro. Ponles un fusil en las manos y sin duda serán sicarios, torturadores, verdugos de guerra. Tengo muchas ganas de llevar a Iker a ver futbol en el estadio, pero ahora tengo muchas más dudas que certezas. Tal vez hemos cruzado una línea sin retorno. Pobre México.