Eterno Retorno

Thursday, June 17, 2021

Dos salvajes declaraciones de amor a los libros

 


Qué tan cabrón no estará el fenómeno editorial de El infinito en un junco, que el voraz pingüino random le va a la zaga con el mismísimo Umberto Eco como póstumo caballo de batalla. Dos declaraciones de amor a los libros y a la bibliofilia.  Sea como sea son buenas noticias para los lectores. Es obvio que en el mega corporativo  se quisieron subir a la ola y aprovechar el trenecito del éxito que ha tenido el libro de Irene Vallejo. Ya me imagino la junta de los altos ejecutivos pingüinoides, tratando de aprovechar los problemas de distribución que sin duda tiene la editorial Siruela. La gente irá a la librería a preguntar por El infinito en un junco y no lo encontrará, pero en el aparador le sonreirá esta reedición de conferencias de Umberto Eco oportunamente  traducidas por vez primera al español. Los pingüinos de plano ni le disimularon: hasta la portada, con su respectivo junco,  es un descarado pastiche, el título alude a la memoria cultural yaciente en una planta  y por supuesto, como no podía ser de otra forma ¿qué es lo primero que leerá usted en la banda promocional delantera? Un elogioso comentario de Irene Vallejo, of course. Claro, hay de oportunismos a oportunismos y al menos éste es de agradecerse.   Umberto Eco es Umberto Eco y siempre valdrá la pena leerlo - ayer, hoy y dentro de 50 años-  aunque lo expresado  en La memoria vegetal no sea tan distinto de lo enunciado en Nadie acabará con los libros, el ensayo publicado en 2009 en coautoría con Jean Claude Carriére. Lumen, el emblemático sello de Esther Tusquets, fue por siempre la casa de Eco en español. Esther tejió personalmente  la compleja  relación con el de Siena y El nombre de la rosa fue el gran best seller de su editorial en donde Eco se mantiene hasta la fecha, a cinco años de su muerte, aunque Lumen haya sido chupada por el comelón e insaciable pingüinucho.

 Y a todo esto… ¿qué noticias les tengo  de El infinito en un junco? Pues que lo estoy disfrutando muchísimo. Llevo poco más de 200 páginas y leo sin prisas, paladeando cada párrafo, como cuando estás bebiendo un vino muy bueno y no quieres que se acabe.  El éxito está justificado. Es un libro lindo, que se deja leer. Es como Alberto Manguel pero narrado más bonito, con gracia. Hasta ahora el libro que yo más había disfrutado sobre el tema –por encima aún del clásico Historia de le lectura- es La ciudad de las palabras, pero creo que El infinito en un junco lo está superando. Ya les compartiré mi reseña cuando concluya.