no era de beluga sino de tortuga albina
Hablemos de la blanca aleta que no era
de beluga sino de tortuga albina. Hablemos del mar rosaritense como artificial
canal o escenario, de las cinco de la mañana como umbral infranqueable, de
surfear superficialmente la ola duermevelera primaveral. El cuento de la
pistola nazi en manos de un raterillo de poca monta, el cuerpo del hombre que
escribe la biografía de Limónov, más cabrona y a fondo que la de Carreré.
Recordé los superdotados prietos
nezayorkos, la puerca prisión rusa, los hoteles de lujo, la sensación de
que todo podría ser posible
NYC sin taxis amarillos, impuesto,
supongo, a la tiranía del Uber. NYC sin chiste, marginal, con esencia de
Conasupo. NYC con Jopyrrak presionándome para que le diera una plática a sus
alumnos al mediodía muchísimas calles arriba.
Una tortura algebraica, un rojinegro
examen de geometría analítica o martirizante trigonometría que me desangraba
con tantísima saña como en la prepa, hasta que mi yo lacerado y agraviado
retornaba del futuro para espetar la pregunta obvia ¿Para qué carajos me sirve
esto? ¿Por qué debo sufrirlo?. Alegaba y después todo era la historia trend
topic de un poster degenerado, un santurrón del medio este gabacho con un
programa estilo hora nacional y… ¿adivinen quién sería el reportero encargado
de investigar?